Una salita de estar en el Inframundo

Una salita de estar en el Inframundo

Tras varios meses de no venir por aquí, si te soy sincera no sé por dónde empezar. He unido cabos y he soltado algunos nudos, he leído montones de libros inspiradores relacionados con eso que llamamos “naturaleza”… y aquí y ahora, dejar que mis dedos transcriban lo que mis entrañas, con ese idioma suyo tan gutural y viscoso, se digan, hace que las mariposas de mí estómago dancen (de nuevo). Dentro escucho algo así como: “Dale, Enara, dale!”

Quizá el título te parezca un poco “oscurito”, sin embargo, te pido que me des una oportunidad, sobre todo porque últimamente, me siento más lejos de retozar en la herida, y mucho más cerca de poner en valor lo que aún late, aunque muchas veces, y es lo que vengo a argumentar por aquí, pienso que nacen del mismo lugar.

La Vida se está haciendo en mí, a través de mí. La vida me atraviesa y estoy aprendiendo a dejar que así sea. Cuando toca “arriba”, pues ahí, cuando toca “abajo”, pues ahí también.

Podría empezar esta renovación hablando del anhelo de ser bosque sobre el que llevo tiempo sentipensando, o de las conexiones que he recordado en este tiempo conmigo misma y con otres seres sintientes, o sobre las que aún ni siquiera soy capaz de ver, pero que echo profundamente en falta. Sin embargo, inspirada por estos días en los que, después de 18 meses de recorrido, me/nos coronamos con Venus como estrella del cielo y terminamos ciclo, he decidido empezar por el principio que se anuncia con este final.

Recapitulaciones venusinas

El 10 de julio Venus estará en su máxima altura (si tienes ocasión de mirar al cielo del oeste en el atardecer, puedes saludarla, está preciosa!). Es, por tanto, momento de recapitular, de recoger las perlas asomadas, coronarme/nos (y celebrar!), sabiendo, eso sí, que pronto volveremos a agachar la cabeza, haciendo una humilde reverencia, para volver a empezar. Lo cíclico es así, no hay un sitio en el que quedarse apalancada. La espiral infinita en la que estamos montadas, continúa su viaje por las aguas insondables que somos.

Si eres fan como yo de recapitular cada cierto tiempo, te animo a que eches la vista atrás y observes/anotes/escribas sobre lo que ha ocurrido en tu vida desde enero del 2022. Te prometo que el ejercicio no te dejará indiferente ^^

Me corono con (un poco más de) autonomía interdependiente; conociendo (un poco mejor) mi fuerza interna, los auto-agarres que (me) tengo y también aquello que ya no (me) sirve y que se ha quedado por el camino; valorando (mucho) las cuerdas (quizá algo más gruesas y tiernas) que me unen a otres. También honro mi camino, ese que como te decía voy aprendiendo a que la Vida haga a través mi.

Una salita allí abajo

En esta punta de estrella (en Capricornio), he hecho mi (mejor) intento (hasta el momento) para seguir reconociendo mi inframundo propio (que a veces también es transpersonal), aquel en el que estuvimos de lleno en octubre del 2022.

El otoño para mí fue tremendo. Y entonces, en medio de esta tremenditud, fue cuando pude ver claramente, por las grietas de luz que voy abriendo en cada viaje (y de maneras más o menos amables conmigo misma), que si hay algo que caracteriza al inframundo, es que nunca sabes lo grande y lo profundo que es, y también que, probablemente sea el lugar de nosotras mismas que más amor y compasión necesita. Y por supuesto, que no es un “sitio” opcional, sino más bien un espacio al que somos arrojadas, arrastradas o llevadas con cierto cariño de vez en cuando. Porque la Vida es así, hay muerte, dolor y tristeza. Y eso también es la Vida que se hace a través de cada cual.

Yo utilizo el término “inframundo” porque resueno mucho con el mito de Inanna (y de Eresquigal!), pero tiene muchos sinónimos: Lo oscuro, lo inconsciente, las aristas de la personalidad, los charcos internos, “ese estado del que siempre quiero huir”… ¿Cómo lo nombras tú?

También la Premen (como tantas veces te he contado) tiene, en mi opinión, mucho de fase-inframundo. Sostengo (como te cuento con voz-propia, aquí), que antes de que nos baje la Menstru, somos invitades a estar un ratito surcando esas aguas, o un ratazo. Lo que toque. Y para ello, lo que quiero nombrar por aquí, es la importancia de conocer (y reconocer y reconocer ….) este espacio, y quién sabe, si incluso, hacerte una salita de estar con almohadones y mantas calentitas allí mismo. Si queremos dejar de huir de lo incómodo, mejor ponerlo ciertamente gustoso, ¿verdad?

Yo me imagino este espacio (aunque no siempre lo siento así) como mi propia casa de reposo en la que sentarme a respirar cada emoción incómoda, en donde me doy la oportunidad de bajarlas a tierra, y poder ver con una perspectiva más amplia. Es cierto que a veces los lodos me atrapan, porque ciertamente, la insondabilidad del lugar es impresionante. Entonces he de recordarme las cuerdas que me tengo amarradas (sobre todo para no caer en victimizaciones innecesarias que alargan la agonía), o a las que puedo recurrir (normalmente vía conversaciones amorosas con mis compas) para poder “salir”, o al menos, para conseguir una infu y una lamparita de sal que hagan más amable la necesaria estancia allí.

Recordar (y anclar) conexiones en el Inframundo

En algún momento de mi vida pensé que lo mejor que podía hacer era quedarme allí. A veces es tan abrumador el dolor, ¿verdad?… Hoy sé que la cosa no va así. Que, por mucho salón con chaisse longe y soledad elegida que me prepare, por mucho gusto (un poco extraño) que a veces pueda darme quedarme ahí, bajar, siempre siempre, implica subir. Y no lo digo como una frase mister wonderfulista, lo digo, porque es allí donde siento que podemos recordar qué hacemos aquí, encarnadas, en la Tierra, respirando y siendo respiradas por la biosfera, a cada instante y en cada aliento. Por lo que ‘subir’, poner en práctica esas perlas y comunicarlas, es realmente imprescindible.

Las oportunidades de anclaje a la vida, tal y como voy comprendiendo yo esta movida del vivir, están allí abajo, no existe un árbol sin raíces, y para nosotres, la movida (parece ser que) funciona parecido. Tierra nutritiva que te alimenta y te cuestiona al mismo tiempo, miles de familias de bichitos viviendo en(tre) tus raíces y entrañas, un proceso que sin el Sol, las ramas, las hojas y la fotosíntesis de ese gran arriba, no completa el ciclo.

El amor incondicional de los árboles (el que tienen por la vida, por los seres sintientes, por les humanes), me tiene muy inspirada últimamente, y me está ayudando a comprender, que, además de como sostenía antes sobre lo anticapitalista de la Premen que se deja estar en ese “cuarto oscuro,” y lo que cambia el ciclo menstrual (y la Vida!) cuando te permites llorar en “esos días”, la sensibilidad, la atención, el gozo de lo sentido, el poder mirar con todos los poros la grandeza humilde, generosa y derrochadora del entorno “natural” (y de une misme), es consecuencia de esas aventuras de espeleología que hacemos a nuestros abismos.

Esto me hace sonreír, y de vez en cuando, al sentir la Vida tumbada sobre la hierba o admirando los cientos de detalles de los árboles o escuchando el siempre alegre canturreo de los pájaros, una fuerte emoción me invade por dentro y termino llora-riendo en un momento presente que se me hace eterno y que al mismo tiempo sé que es fugazmente efímero.

No hay salitas sin obras

En realidad, considero que el inframundo es en sí mismo un vacío fértil que todes tenemos dentro. Sí, hay fantasmas, sí, puede dar mucho miedo. ¿Pero que sería esto de vivir si no tuviéramos suficiente tierra nutritiva para seguir expandiendo (y enredando!) más y más nuestras raíces, más y más abajo? ¡Yo al menos, me aburriría mucho!

Para terminar, me gustaría recordar(me/nos), que no hay espacio molón sin obra, sea más artesana o más sofisticada. Cuando queremos trasformar algo, no podemos hacerlo sin ponernos manos a la obra. Por lo que quizá, medir, pintar, amueblar y decorar ese espacio interno que tantas lágrimas suele traer, sea cosa de ir allí más a menudo, y que, a poder ser, no sea únicamente arrastrada por esos episodios dolorosos o tristes (que también son vida), sino que sea por voluntad propia.

Puede haber muchas formas para llevarme de la mano hasta ‘ahí’, de hecho, las hay. A mí me sirven los ratos de soledad elegida, los paseos con Maia, la escritura, la observación sin hacer “nada más” y también la práctica (novata, pero disciplinada) del taichi, en donde toco, aunque sea por unos instantes, un centro que estoy aprendiendo a reconocer y a habitar, en donde sé que también se halla mi inframundo.

Y tú, ¿cómo llevas este procesazo de amar lo que menos mola?, ¿cómo lo haces?, ¿cuáles son tus estratégicas?, ¿cómo van las obras de tu casa? 🙂 ¡Te leo encantada!


*La foto de este post es de un lugar que tengo el privilegio (y el reto!) de cuidar en el que, este año por primera vez (que yo haya sido capaz de ver), han crecido montones de milenramas 🙂 El día que escribí este texto, leí que esta planta tiene muchas propiedades curativas, y que se le asocia con mi querida Venus. He puesto un ramillete colgando de una de las paredes de mi sala de estar del inframundo para poderme hacer infus curativas en mis estancias allí abajo 😀

**El recurso-inspiración que va asociado a la newsletter de este post (9 de julio del 2023), es la maravillosa conversación-presentación del libro de Mariana Matija Niñapajaroglaciar,  en la que también habla de estos temas. Y, además, estoy enamorada de esta mujer 😉 <3

***El título de este post está inspirado en el taller de unas compas arquitectas (y feministas), que se titula “Una sala de estar en la plaza”, al cual tuve el gusto de asistir hace poco.

De lo micro a lo macro (del ciclo menstrual al ciclo de Venus, pasando por la Tierra)

De lo micro a lo macro (del ciclo menstrual al ciclo de Venus, pasando por la Tierra)

Es curioso (y muy lógico y sincrónico) que lo que empezó por aprender a/poder nombrar aquello de “lloro cada mes, qué narices me pasa” como una característica Premen (que hoy sabemos como una deriva de la progesterona) e ir entendido la movidita menstrual, se le sume estar aprendiendo a mirar las estrellas y los planetas.

Porque amigue, aquí, en esta vida, todo cicla. En medio, como (insistentemente) te vengo contando últimamente (aquí y aquí, por ejemplo), estaría el proceso de recordar las conexiones en relación con la Tierra y a lo que (aún) late. Y conjuntando estos mundos me encuentro estos meses…

Si recogiera mi trayectoria de estos último años en unos cuantos versos, sería algo así:

“De mí a ti, de ti a mí, (validar-nos)

de ti y de mí a nosotres, (colectivizar)

de nosotres a la Tierra, (re-cordar)

de la Tierra al territorio, (politizar)

y de ahí al Cielo.” (cambiando el paradigma)

Lo matérico contra lo sutil

(o de cómo organizarnos socialmente teniendo en cuenta también lo que no podemos controlar, y lo que, además, ni siquiera deberíamos intentar)

Siempre temo ponerme mística. Y últimamente me vengo validando que esto tiene que ver (una vez más) con lo limitado de mí-nuestra cosmovisión occidental (u occidentalizada). Pero, ¿y qué onda con hablar y poner palabras concretas a lo no-tangible?, ¿a eso sutil que sabemos que está ahí aunque no podamos verlo?… ¿Por qué me avergüenzo? …

Es como si mi discurso sobre economía (y formas de organización) tuviera menos seriedad y credibilidad si digo que Venus está ascendiendo del Inframundo (después de un otoño tela-marinera), y que este tránsito puede ser relevante para estarnos sintiendo (o haber pasado unos meses) bastante en la mierda y revueltas. ¿Acaso esto no influencia a la economía terrenal?

Veo que es, una vez más, lo tangible contra lo sutil, el poder estrogénico aplastando a la progesterona, es, una vez más, el intento de sostener un estado constante de preovulatoria-productivista-estresante sin nada de premenstrual-descansadora que renueva.

La mística y lo matérico no están separados, y en mi caso, estar pudiendo comprender esta no-separación, me está resultando de ayuda para seguir encontrando pistas que respondan a esta Preguntaka que tan bien suele recordar Paula (astróloga-compa con la que comparto camino): “¿de qué va esto de la Vida?”.

Un misticismo ubicado (dentro de un capitalismo zombi)

Si como yo naciste en los 80, quizá no estés bautizada. Yo no lo estoy. Pero esto no quita para que sea hija de esta sociedad judeocristiana, y que entre otras cosas, me sienta huérfana de rituales y misticismos que me ayuden a conectar con mi parte espiritual, más allá de los que se dan dentro de “los templos sagrados”, los cuales, desde una distancia razonable con la iglesia, siempre he observado con cierto miedo y curiosidad.

Los rituales (que son creadores de la mística), que conforman subjetividades y crean sociedades alrededor de estos (como ritos de paso que van marcando la vida y demás momentos celebrativos), no dejan de ser, en mi opinión, imprescindibles para ser parte de- y para validar ciertos hitos que son de gran calado en la vida de une. Pero todo está bastante desvirtuado, y como te digo, yo al menos me siento huérfana de ese paganismo terrenal y enraizado que también parece ser que fue, A.C. o algo…

Como buscadora (huérfana) incansable (y queriendo “creer en algo”) llegué al newage-ismo hace ya algunos años (una ya va para Señora, querida). He leído y oído muchas veces esto de que “arriba y abajo es igual, que dentro y afuera se asemejan, que somos espejos y que la vida es mucho más de lo que somos capaces de ver”. Puedo sentirlo, pero ¿y entenderlo?

Aunque mi intuición dice (mientras discute con mi más terca racionalidad) que esto es así, algo me sigue generando ruido, y pienso que tiene que ver con que, en general, estos discursos me suenan des-enraizados (fuera de la Tierra que habita), des-ubicados (fuera del contexto físico pareciendo algo universal) y des-politizados (fuera del marco socio-económico).

En realidad, por lo que voy descubriendo, la mística está mucho más cerca (que ese supuesto Dios), es mucho más cotidiana (pudiéndose encontrar mirando un árbol) y es mucho más terrenal (porque también somos habitantes de lo sutil).

Solo el paradigma cíclico y conectado a la Tierra (en la que habitamos) “nos salvará”

Los rituales que he ido (avergonzadamente) practicando (con mi flujo menstrual, en fechas paganas, en algunos procesos de duelo, con el ciclo de Venus… y ¿puede ser una manifa feminista, algo místico?) me han llevado a, incluso aun siendo pobres, escasos y ciertamente solitarios, a una mística propia, ubicada y enraizada. Pequeñita, pero que de alguna manera siento sólida. Es mía. Está reinventándose con lo que a mí me sirve, y así, es bien.

Ciclar, primero desde mí y luego sabiendo de esos otros ciclos que se dan (y que por cierto, sin los cuales, como es el de los árboles y la Tierra, la Vida no podría ser), es como voy comprendiendo lo grandioso, lo complejo y lo necesario de recordar esto del paradigma cíclico. De mirar el cielo estrellado, tanto el de ‘dentro’ como el de ‘fuera’, de comprender toda la sabiduría que aguarda nuestra atención en eso que llamamos ‘naturaleza’.

Lo que aún late está (siempre estuvo ahí) en esa cosmovisión no-lineal, que considera lo espiralado de los procesos, lo necesario de una oscuridad resignificada, la necesidad de un inframundo, de donde traer perlas a la luz y donde enraizar bien hondo. Siento que es urgente que recordemos (todo) esto.

Yo sigo observando mi ciclo menstrual y sus fases (cambiantes, aunque viejas amigas ya), y desde hace un tiempo, también lo hago acompañada por Venus (y su maravilloso ciclo sinódico), y aunque el susurro de la Luna (y del resto de planetas) aún sean un murmullo que escucho gustosa, continúo afinando mi oído atenta y curiosa. Seguir recordando conexiones, parece ser que es la tarea que la Vida me tiene asignada últimamente. Sigo en ello. Sigamos en ello 🙂


*La imagen de este post es mía. Últimamente me esta dando por pintar con acuarelas 😉

Resignificando la Oscuridad

Resignificando la Oscuridad

Ya ha llegado noviembre, y durante octubre no ha habido post. ¡Oh, Diosas! ¿Cómo ha podido ser? No he tenido energía, octubre ha sido bastante oscuro, y, ¿acaso voy a venir (otra vez más) a contarte lo sombrío de los abismos?

(¿Cómo estás tú, queride? ¿Qué tal te está yendo durante estas semanas movidas? No lo digo yo, lo dicen los astros. Hoy, día en el que tecleo, 8 de noviembre, Venus sigue en el inframundo, tenemos un maravilloso eclipse de luna en Escorpio, y más cosas que no soy capaz de contarte. Pero vaya, que la fiesta astrológica está servida… te invito a que, si te resuena, investigues. Para mi aprender a mirar el cielo oscuro, está siendo una de las experiencias más bellas y esclarecedoras de los últimos años).

Pues parece que si, que venirte a contar sobre lo que no se ve, es lo que único que puedo hacer. Eso sí, prometo hacer un intento de resignificación. Darle un giro. Contarte sobre mi proceso de hacerme un txokito (huequito) cálido y mullido allí donde la luz del sol no llega. O de como abrir paso a los rayitos que se cuelan para recordarnos que seguimos palpitando.

He intentado escribir múltiples veces estas semanas, la disciplina que tengo hacia mí con este proyecto, y hacia ti que me lees, pretende ser tierna y al mismo tiempo, está llena de compromiso. Si (me) digo “una vez al mes publicas un artículo”, lo hago o me enfado mucho. En realidad, como sabes, aunque este es mi juego (el que me acompaña a aprender a nombrar-me y a practicar la escritura como el arte que es), es un juego muy serio.

Ha sido mi querida amiga E. (compañera de relatos estelares y paseos entre lodos) la que me ha dado en la tecla. Ella, en este tiempo en el que estamos compartiendo un nuevo trozo de tramo-vida hablando mucho sobre lo que acontece en el cielo, me insiste en que vea la importancia que tiene nombrarme y decirme en mi camino. Con ella he sabido que tengo 2 núcleos de encuentros en mi carta natal muy determinantes para esto de “resignificar la oscuridad”.

El club de los Señoros…

Tengo a Marte, a Plutón y a Saturno en Escorpio. Los tres muy cerca entre ellos. Y para entenderme de que parte de misma estoy hablando, he decidido llamarles “el club de los señoros”. Marte, dios de la guerra, Plutón, dios de la muerte y Saturno, jefazo de los límites y de la autoridad, campan a sus anchas por el signo de lo profundo por excelencia: Escorpio. Cuando descubrí este pack de dureza, complejidad y oscuridad (innata) en mi carta, con todo el sarcasmo liberador de unas buenas carcajadas, me autodenominé “Reina del inframundo”. Luego, además, supe que mi Venus de nacimiento, está también en el inframundo (ejem).

…y la pandi de les que abren las brechas para que entre la luz

En Cáncer, sin embargo, y compensando la fuerza oscura (que no chunga como te contaré un poco más adelante), tengo al Sol, a Mercurio y a mi querida Venus (inspiración absoluta de estas últimas semanas). Este trío traería las palabras, la compasión, el arrope y el acompañamiento que también están en esto de caminar hacia (o en) El Buen-Vivir. Que, como sabes, es faro y horizonte para mis pasos.

La oscuridad como parte de lo no-visible (y de lo invisibilizado)

Quizá necesitaba articularlo (hacerlo, hacerme artículo) para comprender que es lo que ya llevo tiempo haciendo. Obvio que es más fácil hablar de los trabajos de cuidados tan poco valorados en nuestra sociedad o de como el capitalismo se sostiene en la reproducción de la vida que hacemos (mayoritariamente) las mujeres*, que contarte que la oscuridad que sientes en tus entrañas tiene un sentido.

Da miedo, pero está ahí, aquí dentro. Teóricamente, podemos hablar de que sin oscuridad no hay luz, o del Yin-Yang, o de lo que sea. Pero amige, tú y yo bien sabemos, lo complejo que es atravesar con todo el cuerpo ciertos procesos que implican mirar de lleno (y oler, y hasta saborear) la mierda podrida que tenemos en nuestros patrones, actitudes y formas de relacionarnos, con nosotras y con las demás personas. ¿Verdad? Pues eso.

Premen y Ereshkigal

En verano Paula (AQUÍ tienes más info sobre su trabajo), astróloga-tremendamente-inspiradora con la que estoy transitando camino, me propuso escribir ‘algo’ para compartirlo con el grupo de Venus. Y me salió de las entrañas escribir sobre las similitudes de la Premen, como fase oscura y llena de perlas de nuestro ciclo, y Ereshkigal, la (verdadera) Reina del inframundo, hermana de Inanna y complementaria a ella.

No me voy a liar más con esto, solo te diré que volví a tener la oportunidad de ver que lo mío va de poner luz donde está oscuro.

El texto se convirtió en audio, y si te interesa profundizar, lo encuentras AQUÍ.

Que no se apague la mecha, y que la linterna no se quede sin pilas

En este tiempo estoy sabiendo que la cosa va de aceptar que en todo esto hay una especie de misión para mí. Que no soy extra-sensible (o igual si y esta bien), que no lloro “tanto” por capricho, que lo oscuro no está valorado y, por tanto, darle el valor que tiene es un trabajo extra. Que no soy una pincha globos y que no tengo un problema por no saber divertirme en esa superficialidad que tantas veces es máscara de plástico.

Que a mí lo que me mola es escarbar, llenarme las manos de lodo, darme contra alguna piedra que no he visto de vez en cuando, indagar en aquello no visible (que muchas veces es no-vivible y, por tanto no vivido), y si se puede, hacerlo habitable, darle un sitio en lo que somos. En este tiempo, también me he autodenominado “Antropóloga abisal”, porque además de estar aprendiendo a ver (o intuir, o aprender a leer con la luz apagada) mis propias mierdecillas, también soy capaz de ver las de otres, las del sistema, y esto último, creo que no tengo que justificarlo más (si tienes dudas, puedes repasar los artículos del blog donde creo que queda confirmada mi “afición” por lo oscurito).

Resignificando la oscuridad

Paula nos recuerda una y otra vez que solo si entierras una semilla en la oscuridad, debajo de la tierra, en lo más profundo, será que esta muera, para dar paso a que nazca lo que ha de nacer.

Así, con todo esto, decido invitarnos a resignificar la oscuridad. Saber que son procesos-túnel en los que, si nos damos el tiempo y la presencia, aparecerán las perlas que serán nueva pila para la linterna, y nos darán la mecha y la fuerza-tierna que necesitamos para seguir latiendo llenas de la alegría de quien se sabe Viva.

Considero que solo así (mirando de frente) podremos dejar atrás actitudes violentas, formas de funcionar llenas de inercia (y muchas veces inertes) que nos hacen sufrir, y todas esas mierdecillas que, muchas veces, ni siquiera son nuestras-nuestras, es decir, que las hemos aprendido o las traemos “de serie” de los siglos y siglos de este fucking sistema patriarco-capitalista-neoliberal-etc.

Para estas expediciones (que como bien sabes, llegaran si o si), si puedes, te recomiendo siempre tener a mano tu mochila de herramientas y tu red de Compas. Sin ellas nada sería posible. Porque (también o sobre todo) la oscuridad, da mucho menos miedo con ellas, con elles cerca.


*La imagen de este texto es un mandala que creé (y pinté) durante un proceso de enfermedad que pasé a comienzos de este año.

Resistirse a la economía de la atención (y mirar árboles)

Resistirse a la economía de la atención (y mirar árboles)

“Como no hacer nada. Resistirse a la economía de la atención”. Este es el título del libro que he leído (con todas mis células) durante este verano. De Jenny Odell, a la cual le he cogido el cariño habitual que suelo coger a mis referentas que siento faro en esto de “construir realidades más tiernas”.

Entre otras están Remedios Zafra-que, por cierto, ¡tiene nuevo libro!-, Erika Irusta.-de la cual recibí la recomendación de este libro, entre tantas otras moviditas inspiradoras-, Mariana Matija-ecologista espiritual-terrenal adorable-, Amaia Perez Orozco-jefaza del discurso de la economía feminista- y Yayo Herrero-ecofeminista llena de ternura-.

Jenny es de EEUU por lo que, como my english is not very good, no le escribiré un mail para decirle lo mucho que me ha gustado su libro. Sip. Soy una grupie-orgullosa de quien lo soy, sobre todo de quien me inspira, y, si puedo, me gusta tomarme el tiempo para enviar un feedback cariñoso 🙂

Quería nombrarlas, así del tirón, porque últimamente, todo lo que de cada una de ellas he bebido en los últimos meses-años, se me ha hecho un rico zumo difícil de separar por frutas. Esto del pensamiento situado y tentacular, como dice Haraway, es al mismo tiempo una maravilla llena de posibles por conectar, y una amalgama caótica en la que encontrar el hilo por donde tirar, se convierte en un reto en sí mismo.

Y justo así es como me encuentro en este comienzo del curso 2022-2023. Un poco en caos, sin saber bien si agarrar un tema, o dejar fluir y ver si mis dedos son capaces de poner algo de orden.

Vacaciones = Tiempo para reproducir la vida con la calma

[Vacaciones, etimológicamente es el nombre de la acción del verbo vacare (estar vacío, desocupado)]

Traigo a mí una y otra vez estos días de re-comienzos, el mantra-poso del mes de no-productividad por excelencia, que suele ser agosto (¿agosto vendrá de a-gusto?1): ¿Puede ser la Vida (algo más) similar a las vacaciones? ¿Acaso no sería todo más sencillo si prestáramos atención a lo que aún late? 2

Soy consciente de que parar 4 semanas seguidas es un privilegio. Sin embargo, por aquí no ha habido grandes viajes (hacia ‘afuera’), ni cócteles a orillas de ninguna piscina (ojo, no querría que nadie se sintiera juzgada, confieso que yo también tuve mi época de ‘todo-incluido’)…

El viaje ha sido hacia adentro (¿acaso alguna vez no lo es?)

Obvio que me han ocurrido aventurillas (¿Qué clase de verano sería si no?), pero he procurado prestarme atención, observar(me en) lo que ocurría, estar atenta a este ‘adentro’ que cada vez siento más enorme. En la mayor parte del tiempo he estado por monte, mar y rio, apenas nada de ciudad, y podría decir que, he andado a la busca y captura del Silencio.

En este encaminarme en/hacia mi misma, he descansado de una ajetreada secuencia de meses productivos y he podido identificar (y en algunos casos realizar) los reajustes de brújula que vivir requiere, sobre todo si se decide vivir “creando” desde el hacer visible lo invisibilizado. ¿Son estas unas vacaciones ‘suficientes’? Haciendo resistencia a mis pensamientos más consumistas y anacrónicos, digo un rotundo Sí.

Atenciones secuestradas y resistencia analógica

Volviendo a lo que quería contarte, el libro cuenta claramente cómo la maquinaria está tan bien montada, que regalamos nuestra atención a aquello que más brilla, a esa “urgencia” que esconde cada notificación, a esos scrolleos infinitos que tan mal nos hacen sentir cuando, por fin, respiramos y la pantalla del móvil vuelve a ser negra.

Todes lo sabemos y, sin embargo, ¡qué difícil es dejar de hacerlo! Creo que en parte es como si nos hubieran contado (y nos hubiéramos creído) que, estando más conectadas (a lo digital) más posibilidades de escapar de la precarización tenemos. “Economía de la atención” es un concepto genial para entender que, tener secuestrada nuestra atención es también una estrategia económica del capitalismo que nos impide tener el tiempo-espacio-disposición-energía para mirar a otros lados.

Jenny no propone un “no hacer nada” desde la pasividad, más bien nos invita a que por medio de la quietud que da el parar (de mirar pantallas, de hacer ciertas cosas «por hacer», etc.), podamos (volver a) mirar lo tangible, lo analógico, lo que (aún) late. Ella habla de la observación activa de árboles y demás seres sintientes no-humanos, y yo, sonrió grande al leerlo mientras que, atónita por ver reflejado parte de mi proceso en el libro, aprendo sobre los árboles, las aves y demás bitxejos que habitan los valles donde vivo.

“Ser Tierra” y recordar las conexiones

También habla de esto Mariana Martija. En unos encuentros (virtuales, sip, internet es la contradicción más gráfica de nuestro tiempo-contradictorio) en los que he participado titulados “Ser Tierra”, comentaba dos puntos que considero fundamentales: 1) la naturaleza no es eso de ahí ‘afuera’, la naturaleza empieza en tu piel, en ti, en mí, porque en realidad, no hay separación, y 2) las conexiones con el mundo natural (que recordemos: no están solo en un bosque silvestre, sino que también están en el árbol de la rotonda de tu barrio y en el aire que respiramos) no es que estén desconectadas, es que las hemos olvidado. Recordar, amiga, el verbo parece ser que es recordar3.

Desde el final del confinamiento, allá por junio del 2020 (y como también te he venido contando por aquí en diferentes post), sentí fuerte-fuerte-fuerte, que la Tierra me llamaba. Le vengo llamando “Operación cuerpo a Tierra” 😉 No fue un grito literal, pero si una tremenda intuición a la que he querido (y estoy pudiendo) dedicar atención y energía. Desde entonces, han pasado 2 cosas importantes: 1) He dedicado tiempo a las plantas de casa, a plantar árboles en un terreno que tengo la alegría de cuidar, y 2) estoy ciertamente intensita con la observación de los seres no-humanos con los que me cruzo a diario.

La mirada en las nubes y los pies en la Tierra

Todo esto de “seguir recordando conexiones” tiene un fuerte vínculo con el proceso de saberme y habitar(me) siendo cíclica que inicié hace ya unos 7 años. Aquello re-conecto (y recordé) esa primera (y originaria) conexión conmigo misma, con mi útero y con la ciclicidad, tanto mía, como de la Tierra y de la Vida. Creo que de esto va lo que dicen las Compas en Resistencia de Abya Yala de Cuerpo-Tierra-Territorio.

En estos últimos meses me entusiasmo cuando veo a un águila ratonera sobrevolar el cielo que miro, y al mismo tiempo, cíclicamente, (normalmente acompañada de la progesterona Premenstrual), lloro al sentir la tristeza que me producen los ríos cada vez más secos, los árboles haciendo fuerza agrietando el cemento y las nuevas construcciones que quieren seguir haciendo aquí o allá.

Soy consciente (y también Jenny lo dice) de que proponer parar y observar puede resultar un privilegio, así, más bien, opino que la cosa va de considerar nuestra atención como el bien preciado que es, y atesorar a quién se la regalamos (y a quién no). Esto de la atención es como la chispa del deseo que, en parte, tiene la capacidad de orientar(nos en) nuestras vidas. Pero habiendo tantas luces chispeantes que quieren ser vistas en nuestro entorno, es probable, que no podamos ver el árbol, ni el bosque 😉

Quizá después de leer este texto te apetezca re-conocer los árboles de tu barrio. Te prometo que la propuesta no te dejará indiferente 🙂 ¡Y ojalá, también así, sigamos re-cordando juntas!


1Pues según esta web (que es la que suelo consultar) no, jajaja, pero podía ser 😉

2 A mi me late esto: Dormir mucho y bien, cocinar rico, disfrutar de la brisa después de un caluroso día, pasear, estar con gente querida, bañarse en el rio o en el mar o donde se pueda, mirar los arboles con atención y crear con el gusto de no tener prisa… ¿Te imaginas un día a día más calmado?

3Recordar, tal y como escribe Galeano en su libro de los abrazos, viene del latín re-cordis, que significa algo así como volver a pasar por el corazón.

*La foto de este post es mía, son los árboles de un parque cerca de mi casa. Siempre que puedo voy a visitarlos y les agradezco que existan 🙂

Poder personal (y con-texto)

Poder personal (y con-texto)

Creo que voy entendiendo de que va esto del ‘poder personal’ del que tanto estoy reflexionando (hablando y oyendo) en este último portal de Venus.

(Por si lo desconocías, estoy ciclando con Venus por segunda vez en mi vida (de forma consciente y prestándole atención, porque ella siempre ha estado ahí). Es un viaje de 18 meses que comenzó en enero de este año. Y ya estamos en el 5º portal de descenso, 3.er chacra, donde Inanna deja su cinturón de oro para continuar con su descenso hacia el Inframundo. Este cinturón dorado esta relacionado con el Poder Personal)

La cosa iría de hacerme cargo completamente de mí misma.

Que dicho así puede sonar sencillo, pero aquí todas sabemos que es bien complejo.

Completamente, digo. Incluso, de lo que aún no soy capaz de ver porque forma parte de mi inconsciente.

Sin que las honras o lealtades que tengo con otres superen los acuerdos que, de manera explícita o no, tenga.

Hacer mi camino.

Reconocerme sujeta de derechos. Siendo consciente (con cariño y amabilidad hacia mí misma) también de mis privilegios.

Con un lugar definido (y que voy definiendo) en el mundo, que me corresponde simplemente por haber nacido.

Sin altanerías ni arrogancias.

Un Lugar. El Mío.

Sin que sea más o menos importante que el de les demás. Porque en realidad, no lo es.

 

Aquí, en esta definición de mi misma, que sin duda es cambiante y a veces, incluso fluida, resido yo (o Yo).

Esa esencia que tan mística suena y que en realidad solo va de saber que existo.

De reconocerlo, de re-conocerme, de reconocérmelo, y ya si eso, de ser reconocida.

Pero ese ser validada, aunque es de gran ayuda y a veces imprescindible, pienso que no debería de ser lo primero.

La primera siempre debería de ser yo, mi propia validación sobre el camino que voy decidiendo.

Decidir, y saber, que en cada una de esas sendas que tomo, está puesto todo mi corazón, y todo mi espíritu.

Toda yo. Entera.

Con mis errores y mis virtudes.

Con quien fui, con quien soy y con quien seré.

Toda yo. Entera.

 

Etimológicamente ‘poder’ significa posere (de poseer) y posse (de ser capaz), si le añadimos la idea de que sea ‘personal’,

como algo que nace en cada individue,

podría traducirse como la capacidad de saberme poseedora de mi misma.

De mi ego y de mi esencia, y de todo lo demás que llena ese medio entre estos conceptos ciertamente abstractos.

 

La capacidad de saberme poseedora de mi misma.

De mi historia,

de mi legado transgeneracional,

de las decisiones que tomo en el ahora, de las que tomé en el pasado y me trajeron hasta aquí,

de lo que puedo (y no puedo) decidir,

de con quién me relaciono (y con quién no),

de a qué presto atención (y a qué no).

Poder personal entonces como una máxima interna a la que aferrarse,

que podría servir como lenguaje mismo para traducir (y hacer palabra comprensible para una mente demasiado limitada)

esos deseos profundos y opacos del cuerpo que pulsa por Vivir.

De accionar desde el fuego interno que arde en algún sitio entre el final del diafragma y el comienzo del útero.

 

Así como la palabra ‘Poder’ es también digna de ser resignificada, como estoy ensayando por aquí,

el apellido ‘personal’ también  me genera confusión y cierto rechine.

Creo que el contexto es muchas veces olvidado por la inercia o la urgencia de resolver,

y porque ciertamente lo que complejiza la idea misma es justo esto: El entorno en donde ese ‘personal’ esta ubicado.

No olvidemos que, tal y como tan bien aprendí de mi Amiga S., ‘personal’ e ‘individual’ no es lo mismo.

Aunque así pueda parecer, o aunque así quieran vendernos esta idea algunos dogmas newageros,

lo ‘personal’ no está nunca separado del contexto.

La capacidad de saberme poseedora de mi misma teniendo en cuenta el contexto.

 

¿Cuánto de nuestro poder personal, de esta capacidad de decisión que nace de nuestra chispa de la vida, está directamente condicionado por este entorno que tan fundamental me resulta en el entendimiento de este concepto?

Pues yo pienso que lo está en su totalidad. Que no queda idea ‘limpia’ ni esencia pura dentro de ningune.

Que aún siendo un fuego (en un cuerpo herido) de la que cada una somos responsables,

las condiciones “externas” son muy determinantes a la hora de mantener la llama más o menos radiante.

Es verdad que prestando atención a estas brasas que, en mi caso, a veces, se apagan,

podré mantenerlas (un poco más si cabe) con el mimo y el cariño que merecen.

Pero es verdad, también, que ciertos acontecimientos son como mangüerazos de agua que todo lo apagan.

 

Quizá entonces, esto del ‘poder personal’, además de constar de mantener el fueguito atendido,

también resida en hacernos expertas en encontrar esas piedras y darles caña,

para volver una y otra vez, a prender la chispa.

 

Poder personal: “La capacidad de saberme poseedora de mi misma, teniendo en cuenta el contexto. Y por si acaso, recordar meter en la mochila de herramientas para la Vida un par de Piedras Fuego”.

Sigamos descendiendo…

 

Preovu día 5. 21 de agosto del 2022. Luna menguante

 


*La imagen de este post esta pintada con sangre menstrual. Encuentras más dibujos-experimentos en la Galería de esta web, aquí.

**Si te interesa el tema del ciclar de-con Venus, te recomiendo mucho el proyecto de la que ahora es mi de referencia astrologa y Voz tierna en este camino de Venus, Paula. Encuentras más info sobre su trabajo, aquí.

Colapsando (coñoescrito)

Colapsando (coñoescrito)

Hace mucho que no coñoescribo, para publicar.

Honestamente, Compa, que tu mirada esté ahí, al otro lado, aún siendo amorosa, como sé que lo es,

hace que el miedo se apodere de mis tímidos dedos,

y que acabe (o empiece) siendo editada por mi misma, censurando lo que mis entrañas quieren decir.

Podría decir que no merma (que no mermo) sabiendo que tus ojos persiguen mis letras,

pero, te mentiría.

“No importa, puedo decirme igualmente sin que el desnudo sea integral”. Me relajo.

Y es que sí, necesito decirme desde aquí dentro.

No sé bien porque ha pasado tanto tiempo desde aquel último post.

Mente ganando a cuerpo, como siempre.

Y quizá también, el miedo constante de que me vayas a dejar de querer si descubres cómo soy.

Esto también siempre ahí. Impostora en modo on. Acogida. Aquí al lado de mí. Vamos juntas.

Voy. Vamos.

—–

Son tiempos movidos, joder, siempre parece que lo son.

(Además) estamos en tiempo entre eclipses,

Venus desciende hacia el inframundo y yo con ella.

Y si miro más aquí en la tierra, diría (y no soy la única) que el colapso ya está aquí.

Si, ya sé, colapso suena duro,

como a meteorito y todas esas escenas distópicas que tenemos grabadas a fuego en nuestros cerebros también un poco colapsados, y de las que he escrito mil letras.

Pero es mucho más real, quizá también mucho más lento e invisible

(o mejor dicho, invisibilizado, como todo lo que no interesa que sepamos/veamos).

Últimamente, ando obsesionada con la soberanía alimentaria,

con las sequías de tierras cercanas,

con la tierra que cada vez es menos fértil,

con los árboles que tanto nos dan y a los que tan mal-tratamos…

¿Qué vamos a comer en el futuro? ¿Y ahora, qué comemos?

¿Valoramos el oxígeno de los árboles? ¿La tierra que pisamos está viva? ¿Es fértil?

¿Somos conscientes de que nunca antes la devastación había sido tal?

Es como si lo urgente se me hubiera plantado delante de los ojos,

no pudiendo hacer mucho para escaquearme.

Aunque estoy aprendiendo a hacerlo, distraerme, digo, al menos a ratos.

Que ya sabéis como somos las “intensitas”…

Hace unas semanas me atrapó la tristeza. Y vi que venía para quedarse.

No es un sentimiento angustioso ni estresante ya.

Aunque han sido semanas abisales hasta que (me) he podido ubicar, decir, nombrar.

En realidad, es una amiga bastante vieja a la que siempre he querido desterrar.

La tristeza, digo.

Ahora la siento como algo más bien cálido y que me está ayudando a tener los pies en el suelo.

Sin drama, o poco.

Quizá también me está acompañando a echar raíz, cual plantita que por fin, ha encontrado su/un tiesto.

Quizá a apreciar más los momentos soleados, dejando que la alegría me invada entera.

Quizá a bailar con mis amigas, dándolo todo en un flying free épico.

Quizá a volver a re-mirar las prioridades en mi vida,

como quien sabe que nunca hay que perder la brújula interna de vista, y también que,

haciendo espacio y limpieza, habrá hueco para que la vida re-nazca,

en mis proyectos,

en mis complejidades,

en los armarios y discos duros llenos,

en la percepción que tengo de mi misma.

Igual está bien colapsar de vez en cuando,

para ver qué recodos de mi misma se me muestran esta vez. Una vez más.

Eso si,

que el colapso sea con amigis-amoras que son cuerda tierna y reguetón del güeno,

un hogar cálido entre árboles y nubes,

y pájaros que veo con mis nuevos catalejos de hace 50 años,

regalos personas-vivencias que no espero,

Venus siendo inspiración,

y herramientas que voy metiendo en mi mochila, mientras saco piedras de otros tiempos que ya solo pesan.

¡Que la tristeza me pille siempre b(i)en-deci(di)da!

Menstru día 1. 10/05/2022. Luna creciente


*La imagen de este posta esta pintada por mí. Sangre menstrual sobre papel acuarelable y algo de tinta china 🙂 Puedes ver más dibujos-experimento, AQUÍ.

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