Una carta ecofeminista, para una revolución tierna

Una carta ecofeminista, para una revolución tierna

*NOTA IMPORTANTE: Este es un texto un poco largo, por lo que, si prefieres leerlo en el ebook o imprimirlo, haciendo click AQUÍ accedes a la versión en PDF.

*NOTA IMPORTANTE 2: Este texto es una traducción-adaptación al castellano. La carta original es en euskera y esta creada desde la cooperativa Ara!Gorputz para una sesión especifica que realizamos en un grupo de filosofers de Irun (Bor-bor). Puedes leer el original haciendo click AQUÍ. (Eskerrik asko a mi dos queridas I-es por hacer posible algo tan bonito como esto <3 <3 maite zaituztet)


En Irun, febrero del 2024

Queride, Compa:

Primero de todo, gracias por querer dedicarle tu tiempo y tu atención a leer este texto. Somos conscientes de que ambas, hoy en día, son bienes escasos. Eso si, antes de que sigas queremos hacerte una petición: ponte comode. Te invitamos a que vayas a buscar algo que te haga sentir a gusto y en casa.

¡Ahora si, vamos allá!

Estamos en un crisis multidimensional, el paradigma antiguo no nos sirve y el nuevo aun estamos construyéndolo. Podemos decir con esto, que estamos atravesando una crisis de imaginación, dado que es realmente difícil crear lo que no somos capaces de imaginar. Es un tiempo-puente de muchas contradicciones e incertidumbre (¿o de posibilidades infinitas?). Dado que no sabemos a dónde ni cómo llegaremos, a veces, admitir que estamos perdides, es bien (¿cómo te sientes cuando estas perdide? ¿Estar sin un rumbo aparente puede ser revolucionario?).

Por estas (y otras) complejidades, suele ser común que estemos viviendo entre tensiones internas y externas. Identificar cuales son y nombrar las emociones, los sentimientos y las sensaciones que nos mueven, desde nuestro punto de vista, resulta imprescindible. Ante ideas que pueden ser contradictorias, entendernos, con otres y con nosotres mismes, es una buena manera de poner las bases para una revolución amable. Aunque tenemos mil razones por las que seguir enfadadas, nos hemos aburrido de estar cabizbajas y tristes. Por esto, estamos haciendo nuestro mejor intento para ponernos del lado de la Vida (en mayúsculas); para cuidar y proteger todo eso que (aún) esta vivo.

En estos años, gracias a las compañeras en resistencia de Abya Yala, hemos podido conocer, honrar y amasar desde nuestro contexto ubicado el concepto-regalo “Cuerpo-Tierra-Territorio”. Con esta carta, y acompañadas de las perspectivas de la Economía Feminista y el Ecofeminismo (de este-nuestro lado del charco), queremos hacer una aproximación de lo que supone para nosotras este triangulo como herramienta para anclarnos a la Vida. Tal y como tan bien nos muestra el iceberg con el que se suele presentar la economía feminista (arriba lo productivo y abajo lo reproductivo), los marcos son más anchos de lo que podemos ver a simple vista, y si escarbamos, siempre hay ‘algo’ un poco más hondo en lo que poner el foco.

Como bien dicen las Compas de Abya Yala, aunque los conceptos pueden ser leídos como tres (cuerpo-tierra-territorio), están profundamente ligados entre si, y no pueden entenderse por separado. O al menos, no deberíamo intentarlo. Los tres son lugares políticos, palpables, espacios vulnerables y los espacios que tenemos para vivir. Los tres (en relación) generan la base de nuestra cosmovisión, dado que ‘ahí’ es donde ocurre nuestro cotidiano. Mediante ellos es como, a cada instante, está realizándose la interdependencia y la ecodependencia. Pero en este tiempo capitalista, nos han llevado a olvidarnos del cuerpo, y en consecuencia, nos hemos olvidado de la tierra. O quizá sea al revés…

Antes de seguir, una pausa. ¿Cómo estas? ¿Cómo esta tu cuerpo? ¿Cómo están llegando estas ideas a tu corazón? ¡¿Quizá necesitas un poco de movimiento?! Ale, aleee, arriba! AQUÍ tienes una canción tranquila para acompañar el movimientos, y AQUÍ otra más bailonga.

El cuerpo, es el espacio propio que nos contiene. Donde podemos bailar y sentir placer (¡que poco hablamos de placeres, por cierto!). Es finito, vulnerable, necesita cuidados y tiene un ego. Somos mucho más que un cerebro al que, constantemente, le llega información. Para comprender-lo/-nos en su totalidad solemos hablar (mínimo) de 3 ‘niveles’: el físico, el emocional y el racional. Pero no olvidemos que los tres aspectos, o sea, nosotres mismes, somos interdependientes, y que, por tanto, todos tendrían que tener la misma validez y validación. En los tiempos que vivimos y por las construcciones que traemos, creemos que el conocimiento, el cuidado y la gestión del nivel emocional están infravalorados. ¿Tendrá que ver con que suele asociarse a lo femenino?

Consideramos que la Cultura Cíclica que vamos desarrollando a través de los procesos de conocimiento del ciclo menstrual, es una herramienta imprescindible tanto para la sanación individual como para la colectiva. Teniendo en cuenta las consecuencias que tiene para nuestra salud (también para la mental), la violencia lineal a la que somos expuestas diariamente, en las observaciones de nuestros ciclos encontramos un montón de claves para una cosmovisión más tierna. Además, no olvidemos que todes somos una menstruación que no llegó a su fin. Es decir, gracias al proceso del ciclo menstrual (o mejor dicho, del ciclo ovulatorio) es que estamos hoy aquí. Y creemos que esto es una razón suficiente para poner atención en este tema.

¿Cómo están nuestros cuerpos? ¿Cómo están nuestra tierras? ¿Y la Tierra? ¿Qué opciones tenemos en el día a día para pisarla y sentirla? ¿Y para trabajarla? Como decíamos, proponemos, como hoja de ruta hacía un Buen-vivir (para todes y ‘todo’), prestar atención a lo que (aún) esta vivo. La vida siempre encuentra rincones para seguir expresándose con generosidad y abundancia, como los árboles que, a pesar de vivir todo tipo de atrocidades, siguen dando el 100% siempre, y que decir de las hierbitas que crecen en cualquier arcén…

Podemos observar la tierra de maneras diversas: desde la que pisamos literalmente cada día, y que suele estar en gran medida tapada de cemento, y/o entendiéndola como el planeta vivo que es al completo. Sea como sea, a cada segundo, en ella crecen y se nutren tanto raíces palpables como simbólicas. Sin embargo, ocurre que, muchas veces, nuestras finas raíces son aéreas y tienen dificultades para obtener el sustrato necesario; en el nivel más físico por las condiciones de precarización que vivimos y en lo simbólico, entre otras razones, por ciertas maneras de pensar, ideologías y demás que hemos recibido de las generaciones anteriores.

Estamos capturades por la malvada división que supone separar la cultura y la naturaleza. En el centro y en la base de tal atrocidad se encuentran el antropocentrismo y el androcentrismo. Estas actitudes sistémicas, colocan a lo humano en el centro siempre (antropo-) y la que coloca especialmente al Hombre, con su mayúscula más hegemónica, (andro-). A veces, parece que hemos olvidado la importancia de los ‘demás’ seres sintientes con los que cohabitamos aquí en la Tierra. Entre estos, aunque los más visibles son los árboles y los animales no humanos, hay mucho más, como los micelios de los hongos o los ríos. Tenemos mucho que aprender de ellos, especialmente porque en la naturaleza se impone la colaboración, y ante una crisis de imaginación (aquejada de tristes soledades) como la que estamos atravesando, todas estas formas de vida, son referentes llenos de conocimiento colaborativo. Tenemos cientos de redes alrededor que crean y fomentan vida, y queremos subrayar la importancia de conectarnos a ese cooperativismo salvaje tan inspirador. Creemos que para salir de los bucles del antropoceno, es imprescindible aprender a mirar las redes que ocurren más allá de nuestra especie. Porque la naturaleza es mucho más que el aire fresco que nos dan ‘las escapadas’ al monte. Nosotras misma somos naturaleza. Sí, tu también eres naturaleza.

La Biosfera es ‘quien’ nos proporciona las condiciones para que los ecosistemas se mantengan vivos. Aunque normalmente hablamos de la Tierra, el aire y el agua son parte fundamental de la ecuación. Y cabe recordar, que los niveles de contaminación tienen un efecto directo en nuestros cuerpos y en ese todo del que somos parte. Podemos crear la fantasía de la división entre tierra / agua / aire, pero no deberíamos olvidar que todas las formas de vida que habitamos (humanos, animales no humanos, plantas…) estamos protegidas por la biosfera y que compartimos las condiciones de estos elementos.

Nos gusta mucho la palabra “comunitario”, ¿verdad? La belleza que emana la sentimos con la misma grandeza que el reto que supone. En este sentido, los bosques son inspiración para nosotras. Aunque la realidad que allí podemos observar puede parecer caótica, es una organización extremadamente efectiva para sostener y promover la vida diversa y de múltiples especies en convivencia. Y sí, estaría bien que en nuestras comunidades también consideráramos los seres no-humanos que, los veamos y tengamos en cuenta o no, habitan junto a nosotras.

En la medida en la que somos comunidad, seguimos aprendiendo durante toda nuestra vida. Estamos seguras de que lo que has aprendiendo fuera del cole (o de los estudios denominados ‘oficiales’) ha tenido mucha relevancia en quien eres hoy. Por esto, proponemos cuestionar (e incluso, subvertir) las metodologías y epistemologías tanto del sistema educativo como de ‘las demás’ maneras de formarnos que utilizamos y/o promovemos. La pedagogía feminista y popular dice que todes tenemos algo que aprender y que enseñar, y si es más allá de nuestros cerebros, mejor.

¡Queremos cooperativizar todo! 😉 peeero, ¿queremos seguir trabajando a toda velocidad? ¿qué opinas de la ‘alta productividad’? ¿Es positivo decir que estamos ‘a tope’? ¿Seguimos en las lógicas de la acumulación? ¿Tenemos mecanismos para poner el freno de mano a estas cuestiones? ¿Hemos hablado suficiente sobre nuestros patrimonios? ¿Y sobre las herencias? ¿Y sobre el dinero?

Cada día le dedicamos un montón de tiempo y energía al empleo. ¿Tiene sentido que esté en el nucleo mismo de nuestras vidas? ¿Y que tenga tanta influencia en la generación de nuestra identidad? Además de todo esto (o en el núcleo mismo de la cuestión), creemos que seguir construyendo puentes entre lo productivo y lo reproductivo es urgente. Salir de la propia dicotomía que estos dos conceptos nos ofrecen, también.

Te proponemos otra parada. Date un par de minutos para mirar por la ventana, al cielo, por ejemplo. Toma aire y suéltalo. Con calma, no hay prisa de nada. Te proponemos ESTA canción para que te acompañe a conectar con lo que esta vivo.

—-

Queremos darle una vuelta a ciertas formas de pensar que se esconden tras el lenguaje, quizá entre los espacios en blanco de entre las letras. Por ejemplo, cuando nos sale hablar de ‘recursos naturales’ podemos traer al corazón la idea de ‘bienes naturales’, y los ‘servicios’ de los ecosistemas podrían ser nombrados como ‘regalos’, la ‘fertilidad’ (de la tierra, de los úteros) pareciera algo gratuito también… ¿Tienes en mente alguna otra frase antropocentrica?

Estamos llegando al final de este viaje. Gracias por haber llegado hasta aquí. Pero antes de despedirnos, nos gustaría prestarle un poco de atención a la atención: Cada día llegan cientos de estímulos a nuestros cansados cuerpos, y además, generalmente no tenemos el tiempo para la pausa y para el silencio, que son quienes nos ayudan a procesar y digerir ‘todo esto’. Así consideramos que tener esto en cuenta e ir generando estrategias para un caminar más lento y armónico, puede ser una buena costumbre.

Quizá, algunas (o todas) las ideas aquí recogidas te han parecido muy básicas. Y es que, lo son. Pero a veces, ocurre que para no olvidar lo importante esta bien volver a la base. Este suelo (deseamos que nutrido) es el lugar en el que estar en conexión con el Buen-vivir. Ahí, cerca de las raíces es donde podemos crear el espacio, para que las hojas que son relatos nuevos y renovados nazcan sanas y alegres.

Recuperemos la atención y sigamos aprendiendo (también) de todo eso no-humano. Abramos todos los sentidos, amigi, y sigamos caminando juntas, cerca.

Una ultima canción para terminar: ESTA, y no te olvides de mover el cuerpo! 🙂

Recibe un tierno y apretado abrazote, compa,

Ione F. Zabaleta & Enara I .Dominguez

(Ara!Gorputz koop.)

Pd: En este texto no han sido recogidas citas ni referencias, sin embargo, a continuación encuentras (casi) todo lo que para nosotras ha sido inspiración en la escritura de este texto.

 


Bibliografía:
Partiendo de lo realizado por nosotras 😉 …

hacia otras maravillosas inspiraciones!

Libros
  • Devenir animal, David Abram
  • Como (no) hacer nada, resistirse a la economía de la atención. Jenny Odell
  • El clamor de los bosques, Richard Powers
  • Una guía sobre el arte de perderse, Rebecca Solnit
  • Feminismo post-humano. Rosi Braidotti
  • Diseñando culturas regenerativas. Daniel Wahl
  • Cuando todo se derrumba. Pema Chodron
  • Vivificar. Andreas Weber
  • Una trenza de hierba sagrada. Robin WallKimmerer
  • Aun no se lo he dicho a mi jardín. Pia Pera
  • En busca del árbol madre. Suzanne Simard
  • El amanecer de todo. David Graeber & David Wengrow
Audio-visuales
Otras inspiraciones (‘otras’, pero imprescindibles)
  • Practica de Taichi (Manu Hermida)
  • Cursos de gestión emocional (Oscar Argumosa)
  • La perspectiva astrológica y especialmente el ciclo sinódico (y somático) de Venus (Paula/iLe)
  • Talleres de Ternura (Aingeru Mayor & Maite Higuero)
  • Todo el trabajo de Mariana Matija (Ser Tierra)
  • Todo el trabajo de Erika Irusta (El camino Rubí, La comunidad Soy1Soy4 y Casa Liken)

*La imagen de este post es mía. Puedes ver más imágenes en la Galería.

Lo que sí funciona

Lo que sí funciona

Oso comenzar a escribir este texto el 1 de noviembre (del 2023). Es temprano por la mañana, llueve a mares y el viento mueve los árboles fuerte, haciendo que las hojas que están preparadas, esas que el árbol suelta sin apego alguno, sabiendo que es lo que debe hacer, caigan y mueran.

Es un día marcado de rojo en el calendario. En el silencio del barrio esto se constata. Escucho covers de piano mientras, y, de fondo, escucho a I cocinar unos de los maravillosos calabacines que nos ha regalado la tierra. Todo está en calma. Siento paz dentro. Podría decir, incluso, que todo va bien.

Miro hacia la derecha y allí, en el modesto (y un poco post-moderno) altar que tenemos, están las dos fotos de mi familia paterna. Una familia ciertamente desconocida para mí que, hace poco, se me ha vuelto a presentar en forma de recuerdos. Las honro. Sobre todo porque me he dado cuenta de que la historia que me tenía contada, por falta de información y lejanía, como seguramente tantas otras, no es del todo real.

Más y más y más… abajo (¿acaso soy la reina del inframundo?)

Estas semanas me estoy dando cuenta de mi capacidad (que a veces tan maldición he sentido) de poder ir más y más (y más…) abajo en los abismos. Los pozos se me han abierto muchas veces dándome un buen susto, haciendo que mis rodillas tiemblen como flanes, dudando de si la tierra que me acoge es lo suficientemente firme para tanta agua que sé (me) desborda.

Leo a Mariana (en su Patreon de ‘Ser Tierra’) en relación con el dolor, que como ella bien nombra, es inherente en esto del vivir: “Desde hace años trato de hacer lo que sea que siento que puedo hacer, aunque se sienta siempre ridículamente insuficiente”. Resueno hondo y me dejo descansar ahí, en esa insuficiencia que me persigue como tantas veces lo hace mi propio pasado.

Creo que a momentos se me ha olvidado que, en las excursiones abisales a las que tan acostumbrada estoy, nunca es una opción quedarme allí a vivir.

Vida-Muerte-Vida

Diría que vivo en una superficie bastante ‘común’ (aunque no negaré que, muchas veces, he sentido esto como algo demasiado banal para mí), entonces, algo pide morir y bajo. Si las señales están alineadas y ciertas conjunciones se dan, parece que puedo soltar, dejar atrás eso que ya no tiene sentido: actitudes, juicios, adicciones mentales, dolores que me aprisionan demasiado… y entonces, ¿qué? He de agarrar el coraje y volver a subir, traer a la vida eso que he rescatado (y a mí misma probablemente más ligera) y seguir caminando.

Hoy, este señalado día de Samhain, o de ‘Gau Beltza’ (noche negra, en euskera), o de “todos los santos (y santas, supongo)” en lo judeocristiano, me pregunto por qué tantas veces, ese abajo se me hace cálido y hogar. Por qué me suele faltar el coraje y la alegría de salir del hoyo y dar un paso al frente. ¿Tan inabarcable es eso de ahí abajo que tiene el poder de capturarme?, ¿acaso pienso que todo lo que hay por limpiar es responsabilidad mía? A veces, ambas respuesta, son sí.

“Stop, ya está, amiga, listo, puedes descansar”

Me doy cuenta de que han sido años (como bien queda expresado en este blog) de aguas insondables, de meterme de lleno en todo este mundo interno y ver qué onda. De conocer rincones, e incluso, de crear una salita propia en el inframundo.

Sin embargo, últimamente, algo me dice dentro: “Enara, ya listo, amiga, puedes descansar”. Esa exploración está hecha, y aunque soy consciente de que me queden muchas bajadas, algo dentro está recuperando la capacidad de salir “antes”, sin huir (al menos atenta a esto), impulsándome en el fondo con las dos piernas para, como en la piscina, salir a flote con una bonita floritura. “Yep, aquí estoy de nuevo!”.

Me doy cuenta de que (quizá especialmente resuenes con esto sí, como yo, eres ‘intensita’, y diré que esto ha sido así porque así lo hemos requerido, de esto no hay duda y no es necesaria ninguna justificación), estoy muy acostumbrada a mirar lo que no funciona, lo que está mal, lo que requiere que haga algo más, eso que espera ser limpiado, mejorado y regenerado para la transformación. Y es que ¡anhelo tantoooooo un mundo más tierno y equitativo y amoroso…!

Lo que sí funciona

Aún con esas, con todos esos dolores “pequeños” (a nivel personal) y “grandes” (a nivel más macro) que quizá queramos (y sintamos incluso que debemos) hacer algo más, con los abismos que se abrirán bajo nuestros humildes troncos que parecen ramas en un día de fuerte viento, la Vida (con su mayúscula grande, majestuosa y generosa) sigue su curso.

Sigue floreciendo y brotando en todas las esquinas. Incluso con las guerras (visibles y no visibles) que se suceden a nuestro alrededor, las briznas de hierba crecen en los bordes de cualquier carretera y las calabazas, ya a punto de ser cosechadas, me regalan nuevas semillas redonditas que esperan su turno la primavera que viene.

Así, con esto, nos pregunto: ¿Prestas atención y valoras lo que sí funciona de ti misma y de tu alrededor?, ¿eres consciente de todo lo que tienes para dar y te es dado?, ¿y de todas esas maravillas con las que convives (que son tu misme) que te han acompañado hasta aquí y que hacen que seas la linda persona que ahora mismo eres?. Desde aquí, (me) doy las gracias por todo ello. Por ti, por mí, y por la tierra y la vida que, a pesar de todo, con tanto optimismo y esperanza nos contiene y sostiene.

Agradecida

Yo, en este aquí y ahora, mientras mis ancestres me miran de reojo, traigo, valoro y agradezco a la hoja de la monstera que, en la pequeña selva en tiestos que tenemos en la mitad del salón, se abre sin permiso, a las decisiones que he tomado para ser quien soy (sabiendo que mutaré), a quienes me quieren y a sus muestras de cariño y ternura cotidianas, a los árboles que danzan al otro lado de la ventana, a la risa honda, sarcástica y absurda que estoy recuperando, a Venus que, desde su máxima altura ha comenzado su con-sentido y valiente descenso hacia el buen-morir (para el buen-vivir), y sobre todo, a la energía de la vida, al chi, o al amor, como-sea-que-lo-queramos-llamar, que sigue latiendo sin parar en todos los corazones.

Una cosa no quita la otra

Algo en mi foro interno me ha dicho todos estos años que, con la que está cayendo en los tiempos de capitalismo zombie que nos ha tocado vivir, tenía una responsabilidad con todo esto (solo con escribirlo ya siento un peso enorme). Pero me doy cuenta de que, una cosa no quita la otra, que proteger, apoyar, co-crear junto con lo que sí funciona, no borrará la conexión con eso que se puede mejorar o que necesita transformación, y de lo que, por supuesto, también tengo mi parte de responsabilidad.

Así, estos días, aprovechando esta energía ‘ancestral’, este portal de conexión con ese pasado que, a veces, siento demasiado presente, me pregunto por las historias que me he contado durante esta (casi) cuarentena de vida que ya he recorrido. Observo (con mirada curiosa y procurando mantener el juicio a raya), que muchas de estas historias son ‘oscuritas’ y sombrías, y que la mayoría me han servido para ‘justificar’ y acoger dolores que he necesitado entender racionalmente.

Las historias que nos contamos

Me he hecho un puzzle interno que guarda un paisaje nocturno con luna nueva, sin contaminación lumínica, en el que se ve un río gris que sigue su cauce y por el que, en estos últimos tiempos, estoy procurando dejarme llevar para ver si cambio de cuadro, y me lleva a encontrar un paisaje primaveral lleno de flores y con una luna llena luminosa y amable que simbolice las cosechas que me son dadas.

No todas las historias que me he contado son reales, y además, veo que puedo volver(me)las a relatar considerando lo que sí ha funcionado, ampliar la mirada y ver más allá de ese dolor que también está (y estará). Ver los tonos luminosos, los dones que, además de los abismos, me han sido otorgados, prestarles atención, sorprenderme, darles las gracias a todas las hierbitas y flores que siempre han estado ahí, aunque yo no haya sido capaces de verlas.

“Hola, soy Enara y mi nueva obsesión son los árboles” XD

“Los árboles siempre dan el 100%”, leía la otra vez, no te impiden que cojas las manzanas que quieras, no esperan a que las condiciones sean las óptimas para seguir su camino (¿te imaginas que los árboles solo crecieran en “bosques vírgenes”?), simplemente crecen.

Quizá esto sea porque tienen la capacidad de estar conectados bien hondo, y al mismo tiempo, tener el coraje, la valentía y la alegría de seguir brotando y cumpliendo su función más y más hacia arriba, bien alto. No tienen, que sepamos, muchas historias que se cuenten, y menos, que estas les impidan sacar una nueva hoja.

Quizá, una vez más, la cosa va de ser menos humanites, y más vegetales. De no perder la capacidad de ver la belleza, la bondad y la generosidad de la que estamos rodeadas constantemente, y de con esto, fijarnos también en los brotes de hojas nuevas de nuestros linajes (que también nosotras encarnamos), y no tanto en los troncos que cayeron porque, además, seguramente tenían que caer para que la Vida pudiera seguir siendo.


*La foto de la pequeña selva (en tiestos) que tenemos en la mitad del salón.

Una salita de estar en el Inframundo

Una salita de estar en el Inframundo

Tras varios meses de no venir por aquí, si te soy sincera no sé por dónde empezar. He unido cabos y he soltado algunos nudos, he leído montones de libros inspiradores relacionados con eso que llamamos “naturaleza”… y aquí y ahora, dejar que mis dedos transcriban lo que mis entrañas, con ese idioma suyo tan gutural y viscoso, se digan, hace que las mariposas de mí estómago dancen (de nuevo). Dentro escucho algo así como: “Dale, Enara, dale!”

Quizá el título te parezca un poco “oscurito”, sin embargo, te pido que me des una oportunidad, sobre todo porque últimamente, me siento más lejos de retozar en la herida, y mucho más cerca de poner en valor lo que aún late, aunque muchas veces, y es lo que vengo a argumentar por aquí, pienso que nacen del mismo lugar.

La Vida se está haciendo en mí, a través de mí. La vida me atraviesa y estoy aprendiendo a dejar que así sea. Cuando toca “arriba”, pues ahí, cuando toca “abajo”, pues ahí también.

Podría empezar esta renovación hablando del anhelo de ser bosque sobre el que llevo tiempo sentipensando, o de las conexiones que he recordado en este tiempo conmigo misma y con otres seres sintientes, o sobre las que aún ni siquiera soy capaz de ver, pero que echo profundamente en falta. Sin embargo, inspirada por estos días en los que, después de 18 meses de recorrido, me/nos coronamos con Venus como estrella del cielo y terminamos ciclo, he decidido empezar por el principio que se anuncia con este final.

Recapitulaciones venusinas

El 10 de julio Venus estará en su máxima altura (si tienes ocasión de mirar al cielo del oeste en el atardecer, puedes saludarla, está preciosa!). Es, por tanto, momento de recapitular, de recoger las perlas asomadas, coronarme/nos (y celebrar!), sabiendo, eso sí, que pronto volveremos a agachar la cabeza, haciendo una humilde reverencia, para volver a empezar. Lo cíclico es así, no hay un sitio en el que quedarse apalancada. La espiral infinita en la que estamos montadas, continúa su viaje por las aguas insondables que somos.

Si eres fan como yo de recapitular cada cierto tiempo, te animo a que eches la vista atrás y observes/anotes/escribas sobre lo que ha ocurrido en tu vida desde enero del 2022. Te prometo que el ejercicio no te dejará indiferente ^^

Me corono con (un poco más de) autonomía interdependiente; conociendo (un poco mejor) mi fuerza interna, los auto-agarres que (me) tengo y también aquello que ya no (me) sirve y que se ha quedado por el camino; valorando (mucho) las cuerdas (quizá algo más gruesas y tiernas) que me unen a otres. También honro mi camino, ese que como te decía voy aprendiendo a que la Vida haga a través mi.

Una salita allí abajo

En esta punta de estrella (en Capricornio), he hecho mi (mejor) intento (hasta el momento) para seguir reconociendo mi inframundo propio (que a veces también es transpersonal), aquel en el que estuvimos de lleno en octubre del 2022.

El otoño para mí fue tremendo. Y entonces, en medio de esta tremenditud, fue cuando pude ver claramente, por las grietas de luz que voy abriendo en cada viaje (y de maneras más o menos amables conmigo misma), que si hay algo que caracteriza al inframundo, es que nunca sabes lo grande y lo profundo que es, y también que, probablemente sea el lugar de nosotras mismas que más amor y compasión necesita. Y por supuesto, que no es un “sitio” opcional, sino más bien un espacio al que somos arrojadas, arrastradas o llevadas con cierto cariño de vez en cuando. Porque la Vida es así, hay muerte, dolor y tristeza. Y eso también es la Vida que se hace a través de cada cual.

Yo utilizo el término “inframundo” porque resueno mucho con el mito de Inanna (y de Eresquigal!), pero tiene muchos sinónimos: Lo oscuro, lo inconsciente, las aristas de la personalidad, los charcos internos, “ese estado del que siempre quiero huir”… ¿Cómo lo nombras tú?

También la Premen (como tantas veces te he contado) tiene, en mi opinión, mucho de fase-inframundo. Sostengo (como te cuento con voz-propia, aquí), que antes de que nos baje la Menstru, somos invitades a estar un ratito surcando esas aguas, o un ratazo. Lo que toque. Y para ello, lo que quiero nombrar por aquí, es la importancia de conocer (y reconocer y reconocer ….) este espacio, y quién sabe, si incluso, hacerte una salita de estar con almohadones y mantas calentitas allí mismo. Si queremos dejar de huir de lo incómodo, mejor ponerlo ciertamente gustoso, ¿verdad?

Yo me imagino este espacio (aunque no siempre lo siento así) como mi propia casa de reposo en la que sentarme a respirar cada emoción incómoda, en donde me doy la oportunidad de bajarlas a tierra, y poder ver con una perspectiva más amplia. Es cierto que a veces los lodos me atrapan, porque ciertamente, la insondabilidad del lugar es impresionante. Entonces he de recordarme las cuerdas que me tengo amarradas (sobre todo para no caer en victimizaciones innecesarias que alargan la agonía), o a las que puedo recurrir (normalmente vía conversaciones amorosas con mis compas) para poder “salir”, o al menos, para conseguir una infu y una lamparita de sal que hagan más amable la necesaria estancia allí.

Recordar (y anclar) conexiones en el Inframundo

En algún momento de mi vida pensé que lo mejor que podía hacer era quedarme allí. A veces es tan abrumador el dolor, ¿verdad?… Hoy sé que la cosa no va así. Que, por mucho salón con chaisse longe y soledad elegida que me prepare, por mucho gusto (un poco extraño) que a veces pueda darme quedarme ahí, bajar, siempre siempre, implica subir. Y no lo digo como una frase mister wonderfulista, lo digo, porque es allí donde siento que podemos recordar qué hacemos aquí, encarnadas, en la Tierra, respirando y siendo respiradas por la biosfera, a cada instante y en cada aliento. Por lo que ‘subir’, poner en práctica esas perlas y comunicarlas, es realmente imprescindible.

Las oportunidades de anclaje a la vida, tal y como voy comprendiendo yo esta movida del vivir, están allí abajo, no existe un árbol sin raíces, y para nosotres, la movida (parece ser que) funciona parecido. Tierra nutritiva que te alimenta y te cuestiona al mismo tiempo, miles de familias de bichitos viviendo en(tre) tus raíces y entrañas, un proceso que sin el Sol, las ramas, las hojas y la fotosíntesis de ese gran arriba, no completa el ciclo.

El amor incondicional de los árboles (el que tienen por la vida, por los seres sintientes, por les humanes), me tiene muy inspirada últimamente, y me está ayudando a comprender, que, además de como sostenía antes sobre lo anticapitalista de la Premen que se deja estar en ese “cuarto oscuro,” y lo que cambia el ciclo menstrual (y la Vida!) cuando te permites llorar en “esos días”, la sensibilidad, la atención, el gozo de lo sentido, el poder mirar con todos los poros la grandeza humilde, generosa y derrochadora del entorno “natural” (y de une misme), es consecuencia de esas aventuras de espeleología que hacemos a nuestros abismos.

Esto me hace sonreír, y de vez en cuando, al sentir la Vida tumbada sobre la hierba o admirando los cientos de detalles de los árboles o escuchando el siempre alegre canturreo de los pájaros, una fuerte emoción me invade por dentro y termino llora-riendo en un momento presente que se me hace eterno y que al mismo tiempo sé que es fugazmente efímero.

No hay salitas sin obras

En realidad, considero que el inframundo es en sí mismo un vacío fértil que todes tenemos dentro. Sí, hay fantasmas, sí, puede dar mucho miedo. ¿Pero que sería esto de vivir si no tuviéramos suficiente tierra nutritiva para seguir expandiendo (y enredando!) más y más nuestras raíces, más y más abajo? ¡Yo al menos, me aburriría mucho!

Para terminar, me gustaría recordar(me/nos), que no hay espacio molón sin obra, sea más artesana o más sofisticada. Cuando queremos trasformar algo, no podemos hacerlo sin ponernos manos a la obra. Por lo que quizá, medir, pintar, amueblar y decorar ese espacio interno que tantas lágrimas suele traer, sea cosa de ir allí más a menudo, y que, a poder ser, no sea únicamente arrastrada por esos episodios dolorosos o tristes (que también son vida), sino que sea por voluntad propia.

Puede haber muchas formas para llevarme de la mano hasta ‘ahí’, de hecho, las hay. A mí me sirven los ratos de soledad elegida, los paseos con Maia, la escritura, la observación sin hacer “nada más” y también la práctica (novata, pero disciplinada) del taichi, en donde toco, aunque sea por unos instantes, un centro que estoy aprendiendo a reconocer y a habitar, en donde sé que también se halla mi inframundo.

Y tú, ¿cómo llevas este procesazo de amar lo que menos mola?, ¿cómo lo haces?, ¿cuáles son tus estratégicas?, ¿cómo van las obras de tu casa? 🙂 ¡Te leo encantada!


*La foto de este post es de un lugar que tengo el privilegio (y el reto!) de cuidar en el que, este año por primera vez (que yo haya sido capaz de ver), han crecido montones de milenramas 🙂 El día que escribí este texto, leí que esta planta tiene muchas propiedades curativas, y que se le asocia con mi querida Venus. He puesto un ramillete colgando de una de las paredes de mi sala de estar del inframundo para poderme hacer infus curativas en mis estancias allí abajo 😀

**El recurso-inspiración que va asociado a la newsletter de este post (9 de julio del 2023), es la maravillosa conversación-presentación del libro de Mariana Matija Niñapajaroglaciar,  en la que también habla de estos temas. Y, además, estoy enamorada de esta mujer 😉 <3

***El título de este post está inspirado en el taller de unas compas arquitectas (y feministas), que se titula “Una sala de estar en la plaza”, al cual tuve el gusto de asistir hace poco.

Poder personal (y con-texto)

Poder personal (y con-texto)

Creo que voy entendiendo de que va esto del ‘poder personal’ del que tanto estoy reflexionando (hablando y oyendo) en este último portal de Venus.

(Por si lo desconocías, estoy ciclando con Venus por segunda vez en mi vida (de forma consciente y prestándole atención, porque ella siempre ha estado ahí). Es un viaje de 18 meses que comenzó en enero de este año. Y ya estamos en el 5º portal de descenso, 3.er chacra, donde Inanna deja su cinturón de oro para continuar con su descenso hacia el Inframundo. Este cinturón dorado esta relacionado con el Poder Personal)

La cosa iría de hacerme cargo completamente de mí misma.

Que dicho así puede sonar sencillo, pero aquí todas sabemos que es bien complejo.

Completamente, digo. Incluso, de lo que aún no soy capaz de ver porque forma parte de mi inconsciente.

Sin que las honras o lealtades que tengo con otres superen los acuerdos que, de manera explícita o no, tenga.

Hacer mi camino.

Reconocerme sujeta de derechos. Siendo consciente (con cariño y amabilidad hacia mí misma) también de mis privilegios.

Con un lugar definido (y que voy definiendo) en el mundo, que me corresponde simplemente por haber nacido.

Sin altanerías ni arrogancias.

Un Lugar. El Mío.

Sin que sea más o menos importante que el de les demás. Porque en realidad, no lo es.

 

Aquí, en esta definición de mi misma, que sin duda es cambiante y a veces, incluso fluida, resido yo (o Yo).

Esa esencia que tan mística suena y que en realidad solo va de saber que existo.

De reconocerlo, de re-conocerme, de reconocérmelo, y ya si eso, de ser reconocida.

Pero ese ser validada, aunque es de gran ayuda y a veces imprescindible, pienso que no debería de ser lo primero.

La primera siempre debería de ser yo, mi propia validación sobre el camino que voy decidiendo.

Decidir, y saber, que en cada una de esas sendas que tomo, está puesto todo mi corazón, y todo mi espíritu.

Toda yo. Entera.

Con mis errores y mis virtudes.

Con quien fui, con quien soy y con quien seré.

Toda yo. Entera.

 

Etimológicamente ‘poder’ significa posere (de poseer) y posse (de ser capaz), si le añadimos la idea de que sea ‘personal’,

como algo que nace en cada individue,

podría traducirse como la capacidad de saberme poseedora de mi misma.

De mi ego y de mi esencia, y de todo lo demás que llena ese medio entre estos conceptos ciertamente abstractos.

 

La capacidad de saberme poseedora de mi misma.

De mi historia,

de mi legado transgeneracional,

de las decisiones que tomo en el ahora, de las que tomé en el pasado y me trajeron hasta aquí,

de lo que puedo (y no puedo) decidir,

de con quién me relaciono (y con quién no),

de a qué presto atención (y a qué no).

Poder personal entonces como una máxima interna a la que aferrarse,

que podría servir como lenguaje mismo para traducir (y hacer palabra comprensible para una mente demasiado limitada)

esos deseos profundos y opacos del cuerpo que pulsa por Vivir.

De accionar desde el fuego interno que arde en algún sitio entre el final del diafragma y el comienzo del útero.

 

Así como la palabra ‘Poder’ es también digna de ser resignificada, como estoy ensayando por aquí,

el apellido ‘personal’ también  me genera confusión y cierto rechine.

Creo que el contexto es muchas veces olvidado por la inercia o la urgencia de resolver,

y porque ciertamente lo que complejiza la idea misma es justo esto: El entorno en donde ese ‘personal’ esta ubicado.

No olvidemos que, tal y como tan bien aprendí de mi Amiga S., ‘personal’ e ‘individual’ no es lo mismo.

Aunque así pueda parecer, o aunque así quieran vendernos esta idea algunos dogmas newageros,

lo ‘personal’ no está nunca separado del contexto.

La capacidad de saberme poseedora de mi misma teniendo en cuenta el contexto.

 

¿Cuánto de nuestro poder personal, de esta capacidad de decisión que nace de nuestra chispa de la vida, está directamente condicionado por este entorno que tan fundamental me resulta en el entendimiento de este concepto?

Pues yo pienso que lo está en su totalidad. Que no queda idea ‘limpia’ ni esencia pura dentro de ningune.

Que aún siendo un fuego (en un cuerpo herido) de la que cada una somos responsables,

las condiciones “externas” son muy determinantes a la hora de mantener la llama más o menos radiante.

Es verdad que prestando atención a estas brasas que, en mi caso, a veces, se apagan,

podré mantenerlas (un poco más si cabe) con el mimo y el cariño que merecen.

Pero es verdad, también, que ciertos acontecimientos son como mangüerazos de agua que todo lo apagan.

 

Quizá entonces, esto del ‘poder personal’, además de constar de mantener el fueguito atendido,

también resida en hacernos expertas en encontrar esas piedras y darles caña,

para volver una y otra vez, a prender la chispa.

 

Poder personal: “La capacidad de saberme poseedora de mi misma, teniendo en cuenta el contexto. Y por si acaso, recordar meter en la mochila de herramientas para la Vida un par de Piedras Fuego”.

Sigamos descendiendo…

 

Preovu día 5. 21 de agosto del 2022. Luna menguante

 


*La imagen de este post esta pintada con sangre menstrual. Encuentras más dibujos-experimentos en la Galería de esta web, aquí.

**Si te interesa el tema del ciclar de-con Venus, te recomiendo mucho el proyecto de la que ahora es mi de referencia astrologa y Voz tierna en este camino de Venus, Paula. Encuentras más info sobre su trabajo, aquí.

Colapsando (coñoescrito)

Colapsando (coñoescrito)

Hace mucho que no coñoescribo, para publicar.

Honestamente, Compa, que tu mirada esté ahí, al otro lado, aún siendo amorosa, como sé que lo es,

hace que el miedo se apodere de mis tímidos dedos,

y que acabe (o empiece) siendo editada por mi misma, censurando lo que mis entrañas quieren decir.

Podría decir que no merma (que no mermo) sabiendo que tus ojos persiguen mis letras,

pero, te mentiría.

“No importa, puedo decirme igualmente sin que el desnudo sea integral”. Me relajo.

Y es que sí, necesito decirme desde aquí dentro.

No sé bien porque ha pasado tanto tiempo desde aquel último post.

Mente ganando a cuerpo, como siempre.

Y quizá también, el miedo constante de que me vayas a dejar de querer si descubres cómo soy.

Esto también siempre ahí. Impostora en modo on. Acogida. Aquí al lado de mí. Vamos juntas.

Voy. Vamos.

—–

Son tiempos movidos, joder, siempre parece que lo son.

(Además) estamos en tiempo entre eclipses,

Venus desciende hacia el inframundo y yo con ella.

Y si miro más aquí en la tierra, diría (y no soy la única) que el colapso ya está aquí.

Si, ya sé, colapso suena duro,

como a meteorito y todas esas escenas distópicas que tenemos grabadas a fuego en nuestros cerebros también un poco colapsados, y de las que he escrito mil letras.

Pero es mucho más real, quizá también mucho más lento e invisible

(o mejor dicho, invisibilizado, como todo lo que no interesa que sepamos/veamos).

Últimamente, ando obsesionada con la soberanía alimentaria,

con las sequías de tierras cercanas,

con la tierra que cada vez es menos fértil,

con los árboles que tanto nos dan y a los que tan mal-tratamos…

¿Qué vamos a comer en el futuro? ¿Y ahora, qué comemos?

¿Valoramos el oxígeno de los árboles? ¿La tierra que pisamos está viva? ¿Es fértil?

¿Somos conscientes de que nunca antes la devastación había sido tal?

Es como si lo urgente se me hubiera plantado delante de los ojos,

no pudiendo hacer mucho para escaquearme.

Aunque estoy aprendiendo a hacerlo, distraerme, digo, al menos a ratos.

Que ya sabéis como somos las “intensitas”…

Hace unas semanas me atrapó la tristeza. Y vi que venía para quedarse.

No es un sentimiento angustioso ni estresante ya.

Aunque han sido semanas abisales hasta que (me) he podido ubicar, decir, nombrar.

En realidad, es una amiga bastante vieja a la que siempre he querido desterrar.

La tristeza, digo.

Ahora la siento como algo más bien cálido y que me está ayudando a tener los pies en el suelo.

Sin drama, o poco.

Quizá también me está acompañando a echar raíz, cual plantita que por fin, ha encontrado su/un tiesto.

Quizá a apreciar más los momentos soleados, dejando que la alegría me invada entera.

Quizá a bailar con mis amigas, dándolo todo en un flying free épico.

Quizá a volver a re-mirar las prioridades en mi vida,

como quien sabe que nunca hay que perder la brújula interna de vista, y también que,

haciendo espacio y limpieza, habrá hueco para que la vida re-nazca,

en mis proyectos,

en mis complejidades,

en los armarios y discos duros llenos,

en la percepción que tengo de mi misma.

Igual está bien colapsar de vez en cuando,

para ver qué recodos de mi misma se me muestran esta vez. Una vez más.

Eso si,

que el colapso sea con amigis-amoras que son cuerda tierna y reguetón del güeno,

un hogar cálido entre árboles y nubes,

y pájaros que veo con mis nuevos catalejos de hace 50 años,

regalos personas-vivencias que no espero,

Venus siendo inspiración,

y herramientas que voy metiendo en mi mochila, mientras saco piedras de otros tiempos que ya solo pesan.

¡Que la tristeza me pille siempre b(i)en-deci(di)da!

Menstru día 1. 10/05/2022. Luna creciente


*La imagen de este posta esta pintada por mí. Sangre menstrual sobre papel acuarelable y algo de tinta china 🙂 Puedes ver más dibujos-experimento, AQUÍ.

Se defensora de tu territorio

Se defensora de tu territorio

Siempre he sido muy ‘de no callarme’ (lo práctico digo, que lo emocional ya es otra cosa…). Es una característica que aprendí de mi madre desde muy pequeña (Eskerrik asko, Maa!). Poner quejas, reclamaciones y hacer saber a quién corresponda que algo no está bien, está integrado en mí desde que tengo uso de razón. Además, ahora, y teniendo en cuenta los tiempos de más y más precarización que vivimos (y para no caer en la trampa de culpar a personas concretas, sino más bien a la propia estructura), procuro que las quejas sean propositivas.

En los últimos tiempos (aunque sé que nada de esto es nuevo), podemos observar como la destrucción de la naturaleza avanza sin pausa. Por supuesto, los discursos y prácticas de las Compas mesoamericanas, y su tan inspiradora frase de “Cuerpo-Territorio-Tierra”, han fomentado mi energía para no dejar pasar ni una, y menos, cuando tiene que ver con la destrucción de este entorno cada vez más contaminado.

Y aunque tenía este texto en borrador desde hacía meses, el sábado pasado acudí a unas jornadas organizadas por BDSKoop tituladas ‘BiziHiriak’ (ciudades vivas-ciudades vivibles), en las que fueron presentados un montón de proyectos e iniciativas populares de la bahía de Txingudi (donde vivo), que trabajan por modificar el modelo de ciudad, “desde abajo” y con perspectiva de aportar a la transición eco-social (y de resistir al capitalismo desarrollista). Fue muy interesante y alentador sabernos cerca.

Avanza la destrucción…

Aquí, en Euskal Herria, llevamos años viendo como destruyen valles y ríos para la construcción del TAV (Tren de Alta Velocidad), y ni siquiera con la última crisis llamada “pandemia del coronavirus” se ha realizado la (tan necesaria) reflexión sobre si necesitamos un tren que nos lleve más rápido, y para qué… (en 2018 se cumplieron 25 años de esta lucha AntiTAV, puedes leer sobre ello aquí).

En el otro lado del “charco”, las cosas están (mucho) peor. El extractivismo, el expolio y en definitiva la neo-colonización que este nuestro occidente continúa ejerciendo, sigue y sigue. Las Compas del podcast “Destapar la crisis” lo cuentan muy clarito en este episodio titulado “Cuerpos-Territorios en disputa”, en el que denuncian como las grandes obras capitalistas ni siquiera pararon en el tiempo del confinamiento.

Además de lo (más) visible, en el día a día ocurren cosas “pequeñas” en las que poca gente repara. Normalmente, vamos demasiado rápido… En estos meses, aquí, en la preciosa comarca del Bidasoa, en donde pazco, hubo un vertido de gasolina sobre una campa a la que voy mucho con Maia (La Peluda), y también han destruido una pequeña playa de piedras en la orilla del río al que íbamos en verano a bañarnos.

…y nos destruimos con esto

La resistencia de muchas Compas mesoamericanas (a las que a muchas les ha costado literalmente la vida, como a la conocida Berta Cáceres o como a las 65 mujeres que fueron asesinadas entre 2017 y 2018), es, en la mayoría de los casos, por la más extrema supervivencia. La defensa de (sus) los territorios está fuertemente unida a que las necesidades básicas puedan ser cubiertas. El ataque a los ríos y a los bosques (casi siempre por parte de multinacionales) pone en peligro sus cosechas y en definitiva, que puedan tener unas vidas vivibles.

Aquí, desde el privilegio occidental y del “norte”, (porque aún parece que no vemos que nuestras necesidades para sostener la vida están en peligro), siento que la estrategia va más por destrozar lugares que nos dan aire, los cuales, aunque puedan estar leídos como “espacios para el ocio”, son imprescindibles para el (buen-)vivir de humanoides y no-humanoides. Normalmente, vemos desaparecer zonas verdes para la construcción de viviendas y más viviendas. Y carreteras, y más y más asfalto.

He llorado mucho en este último tiempo por esto. Cíclicamente lloro por ello. Por ver la poca importancia que se le está dando en general a la destrucción de la naturaleza, por los pocos medios que se destinan a la protección de lo que, entre cemento y más cemento, aún late. Y por saber, que nosotres en definitiva nos destruimos con todo ello. Con cada árbol talado, con cada vertido y con cada nueva autopista o edificio cimentado, algo, que me cuesta nombrar, desaparece.

Seamos defensoras de nuestros territorios

Con este escrito mi objetivo (que como te decía es propositivo y pretende ir más allá de la queja), es que seas defensora de tu territorio. Si, si, tú. Y yo, y todes. No podemos (ni debemos) dejar pasar ni una. NI UNA. En algunos lugares hay organizaciones ecologistas potentes y pueden ser de gran ayuda. Aquí, por ejemplo, hace un par de años la asociación ‘Artiako Lagunak’ (Amigxs de Artia) consiguió parar la tala de 102 tilos. Fue impresionante, y aunque los árboles siguen en peligro, ahora somos muchas (más) las que estamos al corriente y las que los defendemos.

En otros sitios no hay asociaciones. Y aquí es donde veo muy importante que cada una cojamos el punch y la responsabilidad de hacer algo (con amigis siempre mejor, claro!). Lo que podamos, que siempre será mejor que nada.

Los pasos no suelen ser complicados, la mayoría de los ayuntamientos tienen plataformas online, o puntos físicos a donde ir para reclamar o avisar de lo que está ocurriendo. Y TODAS LAS INSTITUCIONES tienen LA OBLIGACIÓN de responder a nuestros escritos SIEMPRE.

Entonces, puedes redactar una carta sencilla explicando qué ocurre, sacar unas fotos, y utilizar las vías disponibles para hacerte oír (o leer) y que se te escuche. No pienses que son tonterías, porque no lo son. Dales la importancia que tienen y ponte manos a la obra.

Tiempo y energía (puestas al servicio)

En el caso que te comentaba más arriba del vertido de gasolina, fue al expresar (I y yo) lo que habíamos visto (y dar la turra todo lo necesario), que abrieron un expediente y pudieron completar el puzzle. Estaba el vertido, nosotras vimos el accidente, y tirando de los hilos, pudo quedar archivado el suceso no como algo que parecía haber ocurrido por azar (intentaron disuadirnos con relatos absurdos varias veces), sino como lo que fue, un vertido relacionado con el accidente de un camión. También por la reclamación que pusimos al ayuntamiento, la playa de piedras al borde del río está ya parecido a como estaba. Quizá no tenga nada que ver con que bastantes personas metiéramos la carta de denuncia, pero yo creo que sí.

No hace falta que escribas de maravilla, no hace falta que uses la (terrible) jerga administrativa. Solo hace falta que te armes de paciencia y valor, y que hagas todo lo que esté en tus manos para que lo que sea que ocurre (o haya ocurrido) no pase desapercibido. Te prometo que no te arrepentirás. Te llevará tiempo y energía, si, pero es probable, que hacerlo te deje una sensación de que has hecho lo que debía ser hecho.

Mesoamericanas que (siempre) son inspiración

Tal y como te decía para salir de la queja vacía, es importante la acción. Y para ello, tal y como he ido contando durante el texto, para mií las inspiradoras de referencia son las compas Mesoamericanas. Aquí algunos recursos que, cuando tengas que ponerte manos a la obra, pueden servirte para que tu ánimo no decaiga:

 

¿Tienes algún otro recurso inspirador? ¿Nos lo compartes en los comentarios?


*Desconozco la autoría de la imagen de este post. La he encontrado aquí.

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