Abismos (renovados) de una pandemia (Parte 1)

Abismos (renovados) de una pandemia (Parte 1)

«Veo un camino delimitado por una enredadera de pinchos, como los que aparecen en los cuentos de princesas. Verde en distintos tonos, y con diferentes texturas. Esos pinchos que delimitan son conocidos, eran conocidos quizá. Algunos, los hemos trabajado juntas, o en terapia, o escribiendo, o indagando muy hondo en el cuerpo-vivencias de cada une.

Con la pandemia, con esto que llamamos Covid, ha crecido una nueva enredadera más cerca de mí. En el medio es donde está el camino por el que caminamos la vida, y se ha estrechado considerablemente. En algunos puntos las enredaderas se entrelazan entre ellas. Me pincho constantemente porque no conozco la dimensión de esta nueva planta, ni tampoco cómo es en los puntos trenzados. Algunos momentos siento que está muy (más) cerca, y las texturas, colores y matices han cambiado sutil o radicalmente. El camino del medio, por donde voy/vamos andando, es el espacio disponible para la alegría, el cariño, los vínculos y el amor. Para un transitar gustoso hacia esa/en esa Vida que merece ser vivida.

Es importante reconocer con qué/dónde delimita para poder seguir caminando por un camino que identifico, que (re)conozco», y por supuesto, hacer lo posible para ensanchar toda estrechez impuesta.”

 

Jugando juntas a los abismos (o a reconocer los pinchos de esa enredadera renovada)

La introducción de arriba es la que escribí para proponerles a 3 amigas-hermanas que jugáramos juntas a hacer espeleología por los abismos que al haber pasado el bitxo, o al haberlo tenido muy cerca, habían asomado en nosotras. En el camino de esta investigación colectiva, se ha sumado otra compa y otro amigo.

Eskerrik asko de corazón a todes (Idoia, Ione, Esti, y a les otres dos compas) por haber accedido a jugar conmigo. Compartir miedos, pinchos, abismos y angustias en general, es liberador. Además de validarnos, en mi opinión, sirve también para tener la confianza, de que juntas, seguimos caminando los caminos (hacia) de la Vida.

Aquí abajo tienes el listado de lo que nos ha salido. No he querido editar el singular o el plural, consciente de que, la mayoría de las veces, algunos de los miedos se nos camuflan dentro hasta que une-otre, les pone palabras. Tampoco he querido modificar la forma de narrar de cada une. Soy consciente de que ha quedado un texto bastante caótico (y largo), sin embargo, pienso que así son los abismos, y más aún si nacen de 6 cuerpos que sienten y están Vivos.

 

 

!!!! Importante (o trigger warning como se le llama ahora) !!!!

A veces (la mayoría de las veces), entrar en los abismos no es una opción cómoda. A veces, como en nuestro caso, ni siquiera es una opción. Por lo que mullir-te el contexto (como tú lo necesites) es muy bien. Te recomiendo hacerte una infusión o servirte una birra. Quizá quieras proponer a alguna Compa hacer una lectura conjunta y ver que se os mueve…

Abismos renovados (o algunos puntos donde la nueva enredadera se entrelaza con la anterior)

Miedo al miedo que da expresar los miedos. Partimos de aquí con este texto-expedición. Del miedo que nos da compartirte todas las voces que charlan-discuten-debaten-gritan en nuestras mentes (muchas veces) de forma ansiosa. Te pedimos que leas este texto con comprensión y compasión, y que si asoman las tuyas, las trates de la misma forma.

Miedo a la muerte como algo aún mucho más cercano y presente. Esto en sí, ya es un temón en nuestra sociedad.

Miedo a la enfermedad como la vulnerabilidad de ser “un cuerpo” que muta. ¿Quién me ha contagiado?, ¿me quedaré de esta manera para siempre?, ¿pasará?, ¿cuál será el siguiente síntoma que tendré?, ¿cómo sería mi vida quedándome en enfermedad?, ¿me moriré?, ¿se morirá alguien que quiero?

Miedo a sufrir, tanto física como emocionalmente, ese que nubla el pensamiento.

Miedo a mi nueva tara mental, esa que se está desarrollando y que aún no conozco muy bien (acá los abismos o los pinchos de la enredadera).

Miedo a no poder dar una explicación lógica y racional de lo que me esta ocurriendo.

Miedo a la melancolía, a la apatía y a la nostalgia abrumadoras. Tuve miedo a que el mundo, el tiempo, la gente, los proyectos desaparecieran de mi espectro mental y emocional, y llegué a pensar que solo existían mi cuerpo y mi dolor. Me dio miedo el grado de dependencia que supone estar confinada.

Miedo a la soledad/abandono. Soy contagiosa, soy un arma biológica, una terrorista de la salud pública, mi existencia atenta a la salud pública, mejor me aíslo, me quedo sola, dejo de existir. En un plazo más largo temo dejar de sentir que sé relacionarme/comunicarme/existir y ser validada en la mirada del otre, me siento insegura relacionándome = dejo de relacionarme. Me siento rechazada por gente querida. Cuando estamos en la máxima vulnerabilidad que supone una enfermedad, nada de asistencia ni de contacto. Abandono en estado puro = Soledad.

Miedo a imaginar un mundo sin contacto, frío, triste y gris.

Miedo a no saber comunicarme/relacionarme. También tengo miedo a las taras de la gente, en general y en particular de las personas de mi alrededor. Tengo miedo a la rabia incontrolable. Tengo miedo a perturbar a la gente. Me da pánico la política de “todxs contra todxs”.

Miedo a abandonar mi/nuestros proyectos/criaturas. No poder dedicarle atención y que se amontone el curro. En este sentido, no poder cumplir con mis elegidas responsabilidades: cuidado de amigas y bebé.

Miedo a no cuidar, a tener actitudes de indiferencia, no acogida hacia mi gente. Tengo miedo a no cuidar como quiero cuidar.

Miedo a arrepentirme de no haber pasado suficiente tiempo con mi abuela, cuando muera.

Miedo a los ataques de mi familia de origen. A mi falta de memoria. Mis lapsos. A que me cambie el cuerpo, a los cambios que ya ha gozado.

Miedo a no saber. A no saber analizar. Situarme. Tengo mucho miedo a sentirme en tierras movedizas. Sin tierra firme.

Miedo a ser una superficial-alegre y también a ser una amargada de la penumbra. Tengo miedo a juzgar y a juzgarme. Tengo miedo a mis cadáveres interiores. Y también a los duelos. Tengo miedo a quedarme atrapada en el pasado.

Miedo a no saber apreciar lo bello.

Miedo a los cuerpos como lugar de infección y de contagio. Distancia social. Cero abrazos, cero emociones borradas por la mascarilla, las amigas visitan, pero desde el cuarto piso/calle, o en la escalera, no conozco (con las mascarillas) a conocidas queridas, soy una borde porque no les saludo. Miedo a dejar de saber relacionarme, a no volver a ser el ser social que (a veces) fui. Donde me difuminaba en la masa de manera de lo más gustosa. Miedo a ser una bitxa rara solitaria, aislada.

 

Y tú, ahora, ¿cómo estás?

Ahora que has llegado hasta aquí, que te has asomado a nuestros abismos (que quizá también sean los tuyos) y que es probable que hayas sentido alguno de los pinchos pincharte: Respira hondo, mueve el cuerpo, estírate, siéntete, llora si así te sale, escribe, pasea, baila, muévete.

No te paralices. No te quedes quieta. El miedo (los miedos) producen 2 reacciones: Parálisis y agarrotamiento, sin que puedas hacer nada más que estar en pánico, o impulso hacia la acción.

Esto es un ejercicio de re-conocimiento de dónde estamos, para después, cuando podamos, cuando puedas, seguir caminando. Nos quieren quietas y asustadas, y nosotras estamos dispuestas a dejarnos la vida Viviendo. Sabiendo, que es imposible hacerlo, sin antes, haber reconocido el camino por el que andamos. Con sus enredaderas de pinchos y sus flores primaverales.

(Este post tiene parte 2. Pronto la publicaré).

Pd: Recuerda que si lo decesitas puedes escribirme desde aquí, y si te animas, puedes dejarnos tu sentir en los comentarios de este post para seguir dándoles forma a estos abismos.

Pd2: Te dejo por aquí ESTA caricia-musical de La otra, Eva Sierra y María Ruiz, una verdadera joya para que tengas una tierna salida de los abismos 🙂


*La imagen de este post es una foto sacada en la calle donde vivo. Adoro cuando veo la prueba gráfica de lo que sentipienso!

La vida era aquello…

La vida era aquello…

Ya no puedo callarme más. No quiero autocensurarme más, y mucho menos en mi blog. Durante todos estos meses de pandemia no he querido dejar constancia por aquí (ni por ningún otro lugar “público”, excepto cierto tímido acercamiento en los artículos “Lo que se nos está perdiendo” Parte 1 y parte 2) de mi posición, de lo que pienso y siento con todo esto. Imagino que he querido creer que todo pasará. Haciéndome un poco la longis, y procurando depurar mis emociones y sentires con mis (tan amadas) compas-cómplices. Siempre que he podido en cuerpo, risas y lágrimas.

Pero la cosa se está pasando de castaño oscuro. La vida ha dejado de ser vivible, o mejor dicho, un poco menos vivible de lo que era. Parece que caminamos hacia un apocalipsis que se veía venir, y que hablar del dichoso virus es lo único posible mientras intentamos (con un poco más de esfuerzo) ganarnos nuestras lentejas con la dignidad que nos dejan.

A mí, durante estos últimos meses (y especialmente estas semanas en las que el bitxo me ha pillado), el enfado y la rabia de ver la muerte seguir caminando a sus anchas incitada por un capitalismo zombi, y la tristeza de saber que un nuevo (gran) duelo está aquí, me han hecho reforzar con creces lo que pensaba: Podemos llamarle Covid, pero en realidad, sería mucho más correcto llamarlo heteropatriarcado capitalista neoliberal en fase de sindemia. Es decir, un sistema que se cae de viejo y obsoleto, y que nos aplasta a su paso. Ya sea con un virus famoso, con ríos contaminados o con expolios y esclavitudes de aquí y de allá, o como está ocurriendo, con todo a la vez.

 

Mascarillas y expresiones borradas

Empiezo por lo emocional. Eso que nos hace humanes. Eso que realmente nos deja vernos y ser en el espejo de le otre. Ya son muchos meses de mascarillas borrando nuestras caras. No pongo en cuestión que sean necesarias para “combatir” el virus, pero estamos perdiendo mucho. Mucho más de lo que (aún) podemos nombrar. Pienso (y veo) a las criaturas crecer sin expresiones en las que encontrarse, e intento no pensar demasiado en las consecuencias que esto tendrá (también) cuando crezcan…

 

Vida social que ha dejado de existir

El gran-último giro del individualismo que (supuestamente) nos salva, ha llegado para quedarse. La vida social sigue estando únicamente entre pantallas conectadas. No hay piel, olor o abrazos. Ya son demasiados meses de esto. Les humanes, como animales sociales que somos, necesitamos de otres para existir. Y quizá, sin ese otre al que oler, nos vamos muriendo sobre-protegidas entre las cuatro paredes de nuestra habitación conectada. Ojo, siempre y cuando tengamos el privilegio de tener una (conectada) habitación…

 

¿Para qué reforzar lo publico si lo privado es lo que da “El desarrollo”?

Aquí esta, en mi opinión, una de las claves más importantes: En marzo hará 2 años desde que comenzó todo esto (me da un escalofrió al cuantificar que el tiempo ha sido tanto…), y no se ha movido prácticamente ninguna ficha que refuerce el “estar-bien” social. No se han tomado medidas nuevas, no se han abierto espacios alternativos en donde poder hacer piel. Todo han sido recortes, de libertades, de posibilidades, de opciones sociales. Lo único “expandido” han sido los precios de la luz, del gas…

 

¡Renta básico (de las iguales) YA!

Seguimos en un paradigma de (supuesto) desarrollo privado y privativo. Los de siempre se siguen enriqueciendo, más aun si cabe con todas estas nuevas medicinas y pruebas farmacológicas que hemos integrado sin rechistar.

Durante estos últimos meses he repetido infinitas veces esta pregunta: “¿Cuándo vamos a empezar a hablar de renta básica?”. Podemos hablar de vacunas, sí, podemos hablar de pasaportes, si (bueno no, pero dejemoslo estar…), pero por favor, hablemos de una vez por todas de la renta básica de las iguales.

Las desigualdades han quedado absolutamente de manifiesto en este tiempo-pandemia. Quizá se controle el virus (el covid, digo), pero no servirá de nada si no vamos dando pasos hacia el buen-vivir. Hacia el decrecimiento. Hacia el consumir menos y vivir mejor así. Hacia trabajar menos. No hay otra opción. Y sería de mucha ayuda (en mi opinión, sería fundamental) poderlo hacer con las condiciones (mínimas) para la vida cubiertas.

Soberanías (que nos salvarían)

Sigo pensando que únicamente esas “otras” formas de economías nos salvaran, o al menos nos darán las pistas para esos caminos que ya son imprescindibles si queremos sobrevivir como especie. Las perspectivas de la economía social (transformadora) o la economía feminista tienen un montón de claves para construir esos “otros” modelos de vidas que necesitamos. Ya no es un capricho (nunca lo ha sido, pero hay quien así lo piensa…).

Poner la vida en el centro, dejar de destruir y expoliar, cambiar radicalmente nuestra manera de consumir (y también de divertirnos), atesorar y valorar los trabajos de cuidados que sostienen la vida, cuidarnos en relación, ser soberanas de nuestros empleos, de nuestras vidas, de nuestro alimento, de nuestras tierras y cuerpos. Esto necesitamos. Y es muy muy urgente.

Sinceramente, creo que para este momento, ya debería de haber una huerta cooperativa y comunitaria en cada barrio, un grupo de consumo, asambleas (y tiempo para estar en ellas) en donde decidir cómo abastecernos para seguir viviendo. Tendríamos que poder ser (lo más) soberanas (posibles) y tendríamos que poder estar haciéndolo con ayuda (incondicional) de las entidades públicas.

 

La vida era aquello

Miro con nostalgia la vida de hace dos años. Todo iba tan bien… Después de varios años de terapia estaba aprendiendo a relacionarme. Incluso había comenzado a ir a eventos y a fiestas (de barrio) que me estaban ayudando a (por fin!) aprender a divertirme. Todo se puso en pausa en aquel fatídico marzo del 2020, y temo no volver a dar al play nunca más.

Estoy distópica y apocalíptica. Lo reconozco. Hace unos días vi la peli de “No mires arriba” y flipé. (SPOILER ALERT!!!) Desde que comenzó la peli supe como acabaría, y contra todo pronóstico hollywoodiense, acerté. Me impactó mucho ver como todo terminaba mientras la Vida (esa que no conoce racionalidad ni tiempos lineales) seguía siendo. Seguía ocurriendo. Quizá aún quede alguien ajeno y que no quiera relacionar covid con capitalismo.

Quizá aún existen personas que no ven la relación entre las necropolíticas (políticas de destrucción que llevan a la muerte) y este nuevo-famoso-virus. Más allá de conspiraciones acertadas (o no tanto), lo que ya no puedo/podemos hacer es seguir negándola. Seguir haciendo como “que pasará” si que es ser negacionista. Creo que vienen tiempos complicados. Más aún. Y que estar preparada para tomar las decisiones necesarias, es el reto al que me enfrento, y nos enfrentamos.

La vida era aquello, si, aunque ahora también sigue siendo. En mí, en ti. En nosotras. Juntas. No lo olvidemos.

 


*La foto de este post es del puente internacional peatonal que separa el estado francés del español. Está en mi ciudad, en Irun. Desde que comenzó el virus (que casualidad) pusieron estas vallas. Ahora puedes pasar (si eres blanca, claro) por el puente de al lado, por donde cruzan los coches y donde siempre (otra casualidad) hay patrullas de gendarmes y guardias civiles (cada uno en su lado del puente) haciendo controles. En Irun pasan al año más de 7.000 personas migrantes. Ya son 4 las que han intentado cruzar el rio a nado y han perdido la vida en el intento.

GRATITUD (en mayúsculas)

GRATITUD (en mayúsculas)

*pie de foto: «Nuestro cuerpo cíclico, no entra en vuestro sistema lineal»


Acoger esta emoción que enuncio en el título, como el resto, tampoco es sencillo.

Se me hincha el pecho, el corazón, el diafragma.

En realidad, hay una parte que reconozco como ego (quizá más que una parte),

porque cuando me gusta ser vista, me gusta SER VISTA.

Y hoy ha sido un día así .

De enseñarme al mundo. De ponerme al servicio, procurando, tenerme muy presente.

 

El agradecimiento que estoy sintiendo estos días, me tiene ciertamente abrumada.

Son decisiones tomadas y errores acogidos.

También alegrías, amores y tristezas cálidas que se acumulan en un pecho que se abre.

Son yo, ahora, con unas raíces que se fortalecen, que junto a otres (y conmigo misma) nutro y abono.

 

A veces siento que el globo de helio que soy, será soltado de la mano de esa niñita de ojos ilusionados,

Y bufff…. adiós y hasta siempre.

En un abrir y cerrar de ojos pasaré a ser un poco más de esa basura cósmica que da vueltas a la tierra.

Incluso temo nombrarlo, teclearlo, como ahora,

no vaya a ser que la magia se disipe (y más cosas de esas que nos decimos cuando las cosas van «bien»… tu sabes!).

 

El otro día (acompañada, claro está) vi que no suelo cerrar el ‘ciclo de la necesidad’ de/en esta emoción.

[En la Comu Soy1Soy4 senti-aprendí hace poco que las necesidades tienen este ciclo: 1. Sensación // 2. Percepción // 3. Energetización // 4. Acción // 5. Contacto // 6. Retirada // 7- Celebración o duelo]

Entonces veo que hay una parte de mí que quiere seguir flotando,

habiendo pasado por todas las fases pero sin querer llegar a la 7,

incluso cuando he tenido durante más de 12 horas los pies a unos centímetros por encima del suelo,

y me siento realmente agotada.

(Ojalá flotar siempre con un nudo firme de varias vueltas… ¿verdad?)

 

También sé que me cuesta celebrar.

«No están los tiempos para mucha fiesta»- Pienso.

Y tampoco tenemos una cultura a medida de nuestros calendarios cíclicos,

solo tenemos esos días de guardar que marca el calendario fálico-gregoriano.

 

Hoy es un buen día para validar y celebrar la ciclicidad. Luna llena.

Nos imagino aullando fuerte, en un grito alegre y que diga que aquí estamos.

Juntas, alrededor de un fuego y con perreo feminista sonando de fondo.

“Viva el perreo y muerte al trabajo”- retumba en mi cabeza el lema de Tremenda Jauría.

Cada una con sus logros (y sus errores) sabiendo que todos son importantes,

y que los hemos logrado (o hemos sobrevivido) juntas,

Y que sin elle, sin ti, sin mi, no hubiera(n) sido posible.

 

“Nuestro cuerpo cíclico no entra en vuestro sistema lineal”.

Con dos. Habia que decirlo y se dijo. Yo en realidad dije algo más largo…

Y Oihane lo ha sintetizado cogiendo la referencia de este artículo que, para mi y también para otras, fue semilla,

y lo ha puesto en una bella ilustración.

Y me la ha enviado con un mensaje llenito de cariño.

Contándome que está disponible para la manada que ya somos e invitándome a la suya.

¡Y que así sea!

 

Siento la Vida un regalo escurridizo.

Sobre todo sabiéndome en fase ovulatoria, esos días en los que veo el mundo (algo más) amable.

Soy consciente de que muchas veces (cuando lo siento, que ha quedado claro que soy cíclica),

si esto es así, es porque tengo el privilegio de habitar espacios seguros.

(¿Cómo puede ser esto un privilegio?)

Espacios protegidos,

lugares en donde me permito ser, y se me valida.

Expreso lo que hago sin ser juzgada y con ello yo tampoco me machaco, o al menos, lo hago menos.

A ver, que no todo es un campo de rosas, entiéndanme…

Quiero decir que habiéndolos sentido mínimamente seguros,

me he ido animando a expresarme,

a hablar de cuerpos, emociones y menstruaciones,

y esto me alegra mucho el alma. Y hace que me sienta llena de gratitud.

 

Y me hincho otro poco y vuelvo a temer procurando imaginar cuándo saldré volando.

“Agarra bien la cuerda, peque”.

 

Hoy celebro conmigo, contigo.

Y aúllo con todas las otras peques, con las que, juntas, sostenemos nuestros globos.

 

19 de noviembre del 2021. Ovu dia 10.


*La maravillosa ilustración de este post es de Oihane Beñaran (IG: @sorginkeriak)

**Una de las razones de mi gratitud es que me van a dar un premio por un texto y un dibujo (pintado con sangre, obvio, jejeje) en el concurso (y otro montón de cosas molonas para dar visibilidad a las mujeres* rurales) que ha organizado la federación Landaola dentro del proyecto «Landa Emakumeak Gara».

Oda a la Melancolía

Oda a la Melancolía

Adoro tener un balcón (y una ventana) por donde admirar la melancolía durante los días grises.

Nunca pensé que era algo que pudiera estar en las características de un piso…

Mirar pasar las nubes con prisa,

ver como se desprenden las hojas de los árboles color ocre,

respirar hondo y encontrarme en la calma de esta, tan menospreciada, emoción.

En un mundo (o más bien en un sistema) de perpetuas sonrisas impostadas,

parece un privilegio (permitirme) conectar con la más bella de las tristezas a diario.

Transito una preovulatoria cansada.

Sigo en proceso de asentar la obra/mudanza y lo vivido los últimos 4 ciclos.

Han sido miles las decisiones tomadas. Ha sido realmente agotador.

Esta fase “normalmente”(¿era antes, quizá?), no soporta(ba) este estado de conexión con lo que fue.

Ella es/Yo soy toda vida,

rellena de estrógenos que chisporrotean y que a veces, queman mi diafragma.

Sin embargo hoy es domingo, el día del Silencio,

llueve y tengo una cierta sensación de resaca.

Si, ayer bebí champán y celebré con mis amigas que hemos llegado a nuestra nube-propia.

Los ojos se me entrecierran en este mediodía lluvioso.

Es otoño, y el paisaje que veo, en donde también poco a poco me enraízo,

es absolutamente premenstrual.

Si algo sé de mí es que lo de “afuera” tiene efectos rápidos (y determinantes) en el “adentro”.

A veces, demasiado rápidos, y a veces también, demasiadas veces.

Pienso que la nostalgia de lo efímero de la vida, en realidad, siempre esta ahí.

En todas las fases internas, y también en los ciclos externos.

Solo que conectar con ello no es sencillo. No esta bien visto.

Y tener el espacio y la energía para ello (para Ella), no es nada habitual.

La mía asoma cuando el fuego se convierte en brasa,

y normalmente, hay demasiado aire en el ambiente (sobre todo en Preovu).

En Premen es diferente, el viento es más suave, y la quietud algo mayor…

He escrito varias veces sobre “las capacidades premenstruales”,

Sin embargo, aún no he conseguido publicar ninguno de los textos.

Porque aunque siento que la Premen es una reina y tiene muchos puntos fuertes (muchos!),

he sido juzgada de sensiblera demasiadas veces.

Me he sorbido los mocos y he ocultado las lágrimas desde que tengo uso de razón.

Ahora, la tristeza se expresa en mí con (mucha) más calma.

Agarro a la melancolía de la mano, y nos sentamos en el sofá a teclear y a beber infusión.

Diría que en momentos como este,

incluso soy capaz de sentir cierto gozo dentro con Ella a mi lado.

La escena es suave, con olor a regaliz y con las retinas acuosas sin razón aparente.

“Lo que el mundo necesita son hordas de premenstruales” – aún resuena en mi esta frase que un día dijo Erika.

Mi abanderamiento premenstrual de progesterona libre (y liberada),

sigue marcando lo que sale de mi boca en cada ocasión que hablo sobre ciclicidad.

Añadiría, para ti que me lees, que estas hordas de mujeres* lo hiciéramos dejando salir la rabia,

la tristeza y si es necesario (que suele serlo),

que fuera desplegando la fuerza de unas heridas que necesitan y reclaman mucha agua de mar.

Y por supuesto, permitiendo y ensalzando el ansiado descanso nostálgico,

de quien mira una vida que ya fue.

Aspirar a una felicidad eufórica, ansiosa, que no permite la observación ni el párpado,

saboteada con cientos de imágenes hegemónicas e instragrameras

que desgastan nuestros cansados irises con colores y poses artificiales,

me parece uno de los más absurdos quita-vidas que el capitalismo nos ofrece.

Si tengo que elegir, siempre preferiré la calma de la melancolía,

la oportunidad progesterónica de un respirar hondo,

y la introspección calentita arropada (por mi misma).

Incluso aunque a veces, sienta que estando ahí/así no existo.

Y es que ahora que lo pienso, creo que a veces, no existir es bien.

14 de noviembre del 2021. Preovu día 7

Transformando desde los lodos

Transformando desde los lodos

Desde finales del curso pasado no he parado de darle vueltas a la palabra T R A N S F O R M A C I Ó N.             Sobre todo, porque me acontecen un par de procesos de re-ubicación que estamos transitando en las estructuras en las que participo, y mi teoría (que cada vez tengo más clara) es que hay dos formas de organizarnos: de modo jerárquico y siguiendo las tan conocidas (y dolorosas) formas del modelo Homo Economicus (HE en adelante), o las que van caminando hacia la horizontalidad queriendo re-construirnos en eso que hemos denominado Humana Socialis.

Para esta segunda opción, y como te cuento en este post, hay que quitarle el brilli-brilli al asunto (y a la palabra) y estar dispuestas a enfangarnos hasta arriba, o más bien, hasta el fondo. Partiendo de nosotras y yendo a ver las mierdas de lo que, por inercia, quedan también debajo de las alfombras de lo que construimos colectivamente. (En el anterior post titulado “Carta abierta a Remedios Zafra” (lo lees aquí), también te contaba sobre este tema).

Todes soñamos con una transformación real, tangible, de cuerpos y realidades-ficciones más tiernas y cuidadas. Pero, ¿Cómo podemos hacer esto?, ¿Cómo podemos crear estas otras realidades y que realmente sean transformadoras? ¿Qué narices significa esta palabra, y qué se esconde entre esas 14 letras? ¿Hay demasiado brilli-brilli siendo el tema algo mucho más fangoso? A esta última pregunta yo respondo rotundamente que .

 

Discursos (no) acuerpados: De fuera hacia dentro y viceversa

Es verdad que hay palabras que dicen más de lo que activan, y aunque necesitamos los marcos teóricos que definan (de la forma más atinada posible) los lugares de actuación, el peligro es que nos quedemos dándoles vueltas (yo la primera, que sabes de sobra lo mucho que me gusta pajear, …) a los discursos revolucionarios, a los ensayos que pretenden contener la Vida, a los panfletos y documentos que quieren, por ejemplo, salir del capitalismo, pero que no han revisado cómo opera este sistema, tanto en el nivel más macro (esto suele ser más sencillo porque lo vemos “fuera”), como en el nivel más micro (¿Cómo es tu Homo Economicus? ¿Lo has mirado de frente y sabes que hábitos y formas (te) acompañan a perpetuarlo?).

No habrá transformación sin ensuciarnos. No habrá cambio sin bocetos, ni pinturas corridas. No haremos nada nuevo si no somos capaces de pararnos a mirar con detenimiento el cuadro guarreado que tenemos delante (y dentro) y sin que le (nos) saquemos los colores. Puede haber propuestas de purpurina que parezcan muy molonas, pero seguramente, el sitio de donde parten (esos lagos en calma aparente y rellenos de “bienestar” que son el paisaje que el capitalismo nos quiere seguir vendiendo) será muy similar a lo ya conocido, y que de base, tiene muy pocas posibilidades de ser realmente transformador.

Nadando en los fangos (propios y colectivos) y procurando no hundirnos

Como te digo, queremos relacionarnos de “otras formas”, y queremos que nuestros proyectos, emprendizajes y estructuras también (nos) contengan (en) estas formas. Sin embargo, (me) observo atónita cuando queremos (y nos auto-exigimos) que esto esté “estable y definido” ya mismo. Que sea un nuevo lago de aguas cristalinas inmediatamente. Como si tuviéramos una varita mágica a la que le pedimos un deseo y nos lo concede: “Quiero que el capitalismo, las relaciones capitalistas y mi HE desaparezcan ya!”.

No, amiga, seguro que sabes de primer cuerpo, que no es tan sencillo.

No olvidemos que querer vivir en un “producto acabado y si puede ser bonito, mucho mejor”, es una de las características base del capitalismo más rancio. Por lo que creo, que la transformación como tal, trabajar en ella, para ella, con ella, conlleva un aprendizaje complejo pero que puede resultar revelador para la Vida en este siglo que nos ha tocado vivir: Aprender a nadar en los fangos de las pruebas-error que no siempre salen como nos gustaría, y en las que además nos ensuciamos hasta arriba.

Es un camino de interrogantes que pinchan y que al mismo tiempo, invitan (y motivan) a ser resueltos. Es una apuesta por la incertidumbre. Es un ir “hacia adentro” para ver los pegotes violentos que han ido instalándose a base de años de capitalismo intravenoso, y reconocerlos, mientras que accionamos “hacia afuera” para que esto se convierta en transformación. Y esto es complejo, y a veces, en vez de un único charco de lodo, puede parecer un desierto entero lleno de arenas movedizas fangosas. A mí suele pasarme esto… y es bastantes desolador…

 

Rescatando perlas, que a veces no brillan tanto

A veces, entre brazada y brazada asoma una orilla de arena brillante en la que el sol nos acoge gustosamente. Nos tumbamos a respirar, a gozar, a descansar, a compartir como han ido los últimos (kilo)metros de travesía. A ponernos unas medallitas que nos den la alegría para seguir el camino. ¡Porque nos lo merecemos, faltaría más!

Otras en cambio, las aguas se vuelven oscuras, muy oscuras y parece que vas a ser engullida por la espesura. A mí me pasa sobre todo en Premen, y a veces, también en Preovu. En ocasiones, te hundes más y más con cada intento de asomar la cabeza. Pero sabes de sobra, que no habrá flotador que te salve, sabes, que “la salvación” la encontrarás abajo, bien abajo. Dentro. En los abismos que aguardan en tus vísceras. Entonces, te rindes y caes sin que haya otra opción.

Allí abajo, puede ser (ojalá) que rescates alguna perla, alguna revelación. Puede ser que te des cuenta que has vuelta a caer, que el sistema te ha vuelto a pisar la cabeza, que tu HE ha vuelto a ganar. Quizá (ojala), los tesoros que halles allí te den el impulso para volver a la superficie, quizá (ojalá), esas revelaciones te den la alegría (y la fuerza) de querer seguir nadando, y de hacerlo en el fango cuando toque. Porque el fin lo merece. ¡Las Humanas Socialis (en prácticas) ya estamos aquí!

 

De mayor quiero ser nadadora de ciénagas

Hace ya unos años que sé que quiero estar al servicio de la transformación. Y de paso, transformarme con Ella. Y tengo la alegría de escribir que así está siendo. No ha sido una decisión consciente, más bien diría que es donde mi curiosidad y mi no-conformidad con la vida que nos venden los anuncios, me han traído.

Ya son varios años los que llevo trabajando en proyectos molones y transformadores. Creando (en relación) estructuras “nuevas” que pretenden ser formas alternativas de organización para esa Vida que ansiamos. Mi última revelación en cuanto a cómo llevar el camino de frustraciones en el que a veces deviene esto de crear, es convertirme en vecina de Fiona y Shrek, y aprender a nadar en los lodos.

¡Quién sabe!, los lodos son medicinales y hacen que la piel se nutra, ¿verdad? Quizá incluso podemos hacer travesías comunitarias al gran abajo, y después, tumbarnos embarradas a secarnos al sol, para que estos barros nos dejen las pieles tersas, renovadas y sobre todo, transformadas. ¿Te vienes de excursión?

 


*La imagen de este post es la interpretación de mis abismos. La he pintado yo 🙂

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies