De lo micro a lo macro (del ciclo menstrual al ciclo de Venus, pasando por la Tierra)

De lo micro a lo macro (del ciclo menstrual al ciclo de Venus, pasando por la Tierra)

Es curioso (y muy lógico y sincrónico) que lo que empezó por aprender a/poder nombrar aquello de “lloro cada mes, qué narices me pasa” como una característica Premen (que hoy sabemos como una deriva de la progesterona) e ir entendido la movidita menstrual, se le sume estar aprendiendo a mirar las estrellas y los planetas.

Porque amigue, aquí, en esta vida, todo cicla. En medio, como (insistentemente) te vengo contando últimamente (aquí y aquí, por ejemplo), estaría el proceso de recordar las conexiones en relación con la Tierra y a lo que (aún) late. Y conjuntando estos mundos me encuentro estos meses…

Si recogiera mi trayectoria de estos último años en unos cuantos versos, sería algo así:

“De mí a ti, de ti a mí, (validar-nos)

de ti y de mí a nosotres, (colectivizar)

de nosotres a la Tierra, (re-cordar)

de la Tierra al territorio, (politizar)

y de ahí al Cielo.” (cambiando el paradigma)

Lo matérico contra lo sutil

(o de cómo organizarnos socialmente teniendo en cuenta también lo que no podemos controlar, y lo que, además, ni siquiera deberíamos intentar)

Siempre temo ponerme mística. Y últimamente me vengo validando que esto tiene que ver (una vez más) con lo limitado de mí-nuestra cosmovisión occidental (u occidentalizada). Pero, ¿y qué onda con hablar y poner palabras concretas a lo no-tangible?, ¿a eso sutil que sabemos que está ahí aunque no podamos verlo?… ¿Por qué me avergüenzo? …

Es como si mi discurso sobre economía (y formas de organización) tuviera menos seriedad y credibilidad si digo que Venus está ascendiendo del Inframundo (después de un otoño tela-marinera), y que este tránsito puede ser relevante para estarnos sintiendo (o haber pasado unos meses) bastante en la mierda y revueltas. ¿Acaso esto no influencia a la economía terrenal?

Veo que es, una vez más, lo tangible contra lo sutil, el poder estrogénico aplastando a la progesterona, es, una vez más, el intento de sostener un estado constante de preovulatoria-productivista-estresante sin nada de premenstrual-descansadora que renueva.

La mística y lo matérico no están separados, y en mi caso, estar pudiendo comprender esta no-separación, me está resultando de ayuda para seguir encontrando pistas que respondan a esta Preguntaka que tan bien suele recordar Paula (astróloga-compa con la que comparto camino): “¿de qué va esto de la Vida?”.

Un misticismo ubicado (dentro de un capitalismo zombi)

Si como yo naciste en los 80, quizá no estés bautizada. Yo no lo estoy. Pero esto no quita para que sea hija de esta sociedad judeocristiana, y que entre otras cosas, me sienta huérfana de rituales y misticismos que me ayuden a conectar con mi parte espiritual, más allá de los que se dan dentro de “los templos sagrados”, los cuales, desde una distancia razonable con la iglesia, siempre he observado con cierto miedo y curiosidad.

Los rituales (que son creadores de la mística), que conforman subjetividades y crean sociedades alrededor de estos (como ritos de paso que van marcando la vida y demás momentos celebrativos), no dejan de ser, en mi opinión, imprescindibles para ser parte de- y para validar ciertos hitos que son de gran calado en la vida de une. Pero todo está bastante desvirtuado, y como te digo, yo al menos me siento huérfana de ese paganismo terrenal y enraizado que también parece ser que fue, A.C. o algo…

Como buscadora (huérfana) incansable (y queriendo “creer en algo”) llegué al newage-ismo hace ya algunos años (una ya va para Señora, querida). He leído y oído muchas veces esto de que “arriba y abajo es igual, que dentro y afuera se asemejan, que somos espejos y que la vida es mucho más de lo que somos capaces de ver”. Puedo sentirlo, pero ¿y entenderlo?

Aunque mi intuición dice (mientras discute con mi más terca racionalidad) que esto es así, algo me sigue generando ruido, y pienso que tiene que ver con que, en general, estos discursos me suenan des-enraizados (fuera de la Tierra que habita), des-ubicados (fuera del contexto físico pareciendo algo universal) y des-politizados (fuera del marco socio-económico).

En realidad, por lo que voy descubriendo, la mística está mucho más cerca (que ese supuesto Dios), es mucho más cotidiana (pudiéndose encontrar mirando un árbol) y es mucho más terrenal (porque también somos habitantes de lo sutil).

Solo el paradigma cíclico y conectado a la Tierra (en la que habitamos) “nos salvará”

Los rituales que he ido (avergonzadamente) practicando (con mi flujo menstrual, en fechas paganas, en algunos procesos de duelo, con el ciclo de Venus… y ¿puede ser una manifa feminista, algo místico?) me han llevado a, incluso aun siendo pobres, escasos y ciertamente solitarios, a una mística propia, ubicada y enraizada. Pequeñita, pero que de alguna manera siento sólida. Es mía. Está reinventándose con lo que a mí me sirve, y así, es bien.

Ciclar, primero desde mí y luego sabiendo de esos otros ciclos que se dan (y que por cierto, sin los cuales, como es el de los árboles y la Tierra, la Vida no podría ser), es como voy comprendiendo lo grandioso, lo complejo y lo necesario de recordar esto del paradigma cíclico. De mirar el cielo estrellado, tanto el de ‘dentro’ como el de ‘fuera’, de comprender toda la sabiduría que aguarda nuestra atención en eso que llamamos ‘naturaleza’.

Lo que aún late está (siempre estuvo ahí) en esa cosmovisión no-lineal, que considera lo espiralado de los procesos, lo necesario de una oscuridad resignificada, la necesidad de un inframundo, de donde traer perlas a la luz y donde enraizar bien hondo. Siento que es urgente que recordemos (todo) esto.

Yo sigo observando mi ciclo menstrual y sus fases (cambiantes, aunque viejas amigas ya), y desde hace un tiempo, también lo hago acompañada por Venus (y su maravilloso ciclo sinódico), y aunque el susurro de la Luna (y del resto de planetas) aún sean un murmullo que escucho gustosa, continúo afinando mi oído atenta y curiosa. Seguir recordando conexiones, parece ser que es la tarea que la Vida me tiene asignada últimamente. Sigo en ello. Sigamos en ello 🙂


*La imagen de este post es mía. Últimamente me esta dando por pintar con acuarelas 😉

Se defensora de tu territorio

Se defensora de tu territorio

Siempre he sido muy ‘de no callarme’ (lo práctico digo, que lo emocional ya es otra cosa…). Es una característica que aprendí de mi madre desde muy pequeña (Eskerrik asko, Maa!). Poner quejas, reclamaciones y hacer saber a quién corresponda que algo no está bien, está integrado en mí desde que tengo uso de razón. Además, ahora, y teniendo en cuenta los tiempos de más y más precarización que vivimos (y para no caer en la trampa de culpar a personas concretas, sino más bien a la propia estructura), procuro que las quejas sean propositivas.

En los últimos tiempos (aunque sé que nada de esto es nuevo), podemos observar como la destrucción de la naturaleza avanza sin pausa. Por supuesto, los discursos y prácticas de las Compas mesoamericanas, y su tan inspiradora frase de “Cuerpo-Territorio-Tierra”, han fomentado mi energía para no dejar pasar ni una, y menos, cuando tiene que ver con la destrucción de este entorno cada vez más contaminado.

Y aunque tenía este texto en borrador desde hacía meses, el sábado pasado acudí a unas jornadas organizadas por BDSKoop tituladas ‘BiziHiriak’ (ciudades vivas-ciudades vivibles), en las que fueron presentados un montón de proyectos e iniciativas populares de la bahía de Txingudi (donde vivo), que trabajan por modificar el modelo de ciudad, “desde abajo” y con perspectiva de aportar a la transición eco-social (y de resistir al capitalismo desarrollista). Fue muy interesante y alentador sabernos cerca.

Avanza la destrucción…

Aquí, en Euskal Herria, llevamos años viendo como destruyen valles y ríos para la construcción del TAV (Tren de Alta Velocidad), y ni siquiera con la última crisis llamada “pandemia del coronavirus” se ha realizado la (tan necesaria) reflexión sobre si necesitamos un tren que nos lleve más rápido, y para qué… (en 2018 se cumplieron 25 años de esta lucha AntiTAV, puedes leer sobre ello aquí).

En el otro lado del “charco”, las cosas están (mucho) peor. El extractivismo, el expolio y en definitiva la neo-colonización que este nuestro occidente continúa ejerciendo, sigue y sigue. Las Compas del podcast “Destapar la crisis” lo cuentan muy clarito en este episodio titulado “Cuerpos-Territorios en disputa”, en el que denuncian como las grandes obras capitalistas ni siquiera pararon en el tiempo del confinamiento.

Además de lo (más) visible, en el día a día ocurren cosas “pequeñas” en las que poca gente repara. Normalmente, vamos demasiado rápido… En estos meses, aquí, en la preciosa comarca del Bidasoa, en donde pazco, hubo un vertido de gasolina sobre una campa a la que voy mucho con Maia (La Peluda), y también han destruido una pequeña playa de piedras en la orilla del río al que íbamos en verano a bañarnos.

…y nos destruimos con esto

La resistencia de muchas Compas mesoamericanas (a las que a muchas les ha costado literalmente la vida, como a la conocida Berta Cáceres o como a las 65 mujeres que fueron asesinadas entre 2017 y 2018), es, en la mayoría de los casos, por la más extrema supervivencia. La defensa de (sus) los territorios está fuertemente unida a que las necesidades básicas puedan ser cubiertas. El ataque a los ríos y a los bosques (casi siempre por parte de multinacionales) pone en peligro sus cosechas y en definitiva, que puedan tener unas vidas vivibles.

Aquí, desde el privilegio occidental y del “norte”, (porque aún parece que no vemos que nuestras necesidades para sostener la vida están en peligro), siento que la estrategia va más por destrozar lugares que nos dan aire, los cuales, aunque puedan estar leídos como “espacios para el ocio”, son imprescindibles para el (buen-)vivir de humanoides y no-humanoides. Normalmente, vemos desaparecer zonas verdes para la construcción de viviendas y más viviendas. Y carreteras, y más y más asfalto.

He llorado mucho en este último tiempo por esto. Cíclicamente lloro por ello. Por ver la poca importancia que se le está dando en general a la destrucción de la naturaleza, por los pocos medios que se destinan a la protección de lo que, entre cemento y más cemento, aún late. Y por saber, que nosotres en definitiva nos destruimos con todo ello. Con cada árbol talado, con cada vertido y con cada nueva autopista o edificio cimentado, algo, que me cuesta nombrar, desaparece.

Seamos defensoras de nuestros territorios

Con este escrito mi objetivo (que como te decía es propositivo y pretende ir más allá de la queja), es que seas defensora de tu territorio. Si, si, tú. Y yo, y todes. No podemos (ni debemos) dejar pasar ni una. NI UNA. En algunos lugares hay organizaciones ecologistas potentes y pueden ser de gran ayuda. Aquí, por ejemplo, hace un par de años la asociación ‘Artiako Lagunak’ (Amigxs de Artia) consiguió parar la tala de 102 tilos. Fue impresionante, y aunque los árboles siguen en peligro, ahora somos muchas (más) las que estamos al corriente y las que los defendemos.

En otros sitios no hay asociaciones. Y aquí es donde veo muy importante que cada una cojamos el punch y la responsabilidad de hacer algo (con amigis siempre mejor, claro!). Lo que podamos, que siempre será mejor que nada.

Los pasos no suelen ser complicados, la mayoría de los ayuntamientos tienen plataformas online, o puntos físicos a donde ir para reclamar o avisar de lo que está ocurriendo. Y TODAS LAS INSTITUCIONES tienen LA OBLIGACIÓN de responder a nuestros escritos SIEMPRE.

Entonces, puedes redactar una carta sencilla explicando qué ocurre, sacar unas fotos, y utilizar las vías disponibles para hacerte oír (o leer) y que se te escuche. No pienses que son tonterías, porque no lo son. Dales la importancia que tienen y ponte manos a la obra.

Tiempo y energía (puestas al servicio)

En el caso que te comentaba más arriba del vertido de gasolina, fue al expresar (I y yo) lo que habíamos visto (y dar la turra todo lo necesario), que abrieron un expediente y pudieron completar el puzzle. Estaba el vertido, nosotras vimos el accidente, y tirando de los hilos, pudo quedar archivado el suceso no como algo que parecía haber ocurrido por azar (intentaron disuadirnos con relatos absurdos varias veces), sino como lo que fue, un vertido relacionado con el accidente de un camión. También por la reclamación que pusimos al ayuntamiento, la playa de piedras al borde del río está ya parecido a como estaba. Quizá no tenga nada que ver con que bastantes personas metiéramos la carta de denuncia, pero yo creo que sí.

No hace falta que escribas de maravilla, no hace falta que uses la (terrible) jerga administrativa. Solo hace falta que te armes de paciencia y valor, y que hagas todo lo que esté en tus manos para que lo que sea que ocurre (o haya ocurrido) no pase desapercibido. Te prometo que no te arrepentirás. Te llevará tiempo y energía, si, pero es probable, que hacerlo te deje una sensación de que has hecho lo que debía ser hecho.

Mesoamericanas que (siempre) son inspiración

Tal y como te decía para salir de la queja vacía, es importante la acción. Y para ello, tal y como he ido contando durante el texto, para mií las inspiradoras de referencia son las compas Mesoamericanas. Aquí algunos recursos que, cuando tengas que ponerte manos a la obra, pueden servirte para que tu ánimo no decaiga:

 

¿Tienes algún otro recurso inspirador? ¿Nos lo compartes en los comentarios?


*Desconozco la autoría de la imagen de este post. La he encontrado aquí.

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