Lagartija

que muta (también) entrañas

Premen día 25. 8 de septiembre del 2019

 

¿Cuántas veces he mutado de piel? (a mis 35 diría que ya han sido unas cuantas)

¿Acaso me creo una lagartija? (me gustan los reptiles y su instinto de supervivencia)

¿Cuántas heridas traspasan de una a otra capa sin poder hacer nada para evitarlo? (la piel es lo más superficial y al mismo tiempo, lo que me de-limita)

¿Cuántos duelos me quedan por hacer? (estoy segura de que no puedo contarlos)

¿Y cuantas mutaciones con cada uno de estos? (¿quizá tantas como ovocitos me queden dentro? …seguramente muchas más)

 

Trabajo, hago terapia, lloro, preparo talleres,

me río, bebo cerveza, descargo, escribo, me ilusiono, paseo, me deshincho…

Estrógenos arriba y abajo, progesterona que viene y va.

 

Y todo, vuelve a comenzar de nuevo.

Incluso aunque esto sea una ilusión macabra,

porque nunca,

nunca, seré “nueva”.

 

No habrá segundo parto,

aunque me partiré cientos de veces.

No habrá segundas oportunidades,

porque siempre,

algo me recordará que “sigo siendo yo”,

que esa «otra yo» no existe.

 

Tecleo por y para “modificarme”,

en pos de una serenidad calmada y muy viva a la que aspiro.

Dentro me habita un caos de ceros y unos a los que pretendo dar sentido.

Y orden.

Como si fuera un sencillo y a la vez muy completo software que puedo (des)cifrar.

Un algoritmo hormonal alocado

al que se le suma (o resta) un tiempo (limitado) y un entorno (muy) cambiante.

 

Fantaseo con ese delete que me dé la posibilidad de eliminar aquello que ya no me sirve.

Sueño con ese sobre-escribir que me deje teclear ese código que aún es balbuceo,

sacarlo de mis entrañas para no sentirme nunca más abandonada,

ni rechazada.

Me doy cuenta de que no existen estas teclas en el hardware-cuerpo.

No las hallo dentro,

y fuera, tampoco hay cacharro que me permita encontrarlas.

 

Re-escribir(me) viviendo(me) de formas “otras-nuevas”,

arrancándome a tiras la piel que no cae sola.

A ratos con el mimo de quien ama la pared que limpia,

en otros, con el racarraca de quien intenta que un grano deje de picar.

 

Muto en cada ciclo,

Y lo se teóricamente,

Porque, entre otras cosas,

un ovulo muere,

y algo de mí lo hace con él.

 

En lo práctico, en lo emocional,

todo se torna más complejo,

y no hay quien entienda el jaleo de fórmulas, errores y con ello posibilidades,

que me asaltan, en las que me convierto.

 

vida-muerte-Vida.

 

Morir y matarme entre metáforas,

hacerlo con el cariño que estoy aprendiendo a tener(me).

Enterrarme, incinerarme,

y ser ceniza en la que nuevas flores brotan.

 

Otra vez, cada vez, en cada ciclo,

también en cada nueva etapa de la vida.

Incluso aunque eso de ser nueva me resulte uno de los engaños a los que sucumbo,

por el que me dejo sucumbir.

 

Quiero fantasear (una vez más),

imaginando que soy una lagartija que cambia de piel,

y de entrañas.

Sabiendo,

que en ellas guardo los recuerdos de la que fui,

esos que me han construido,

y que me construyen cada vez que repto,

y que ahí, en lo más hondo de mi misma,

es (también) donde engendro el futuro en el que seré, nuevamente,

una lagartija.


*El dibujo de este post esta realizado con (mi) sangre menstrual. Si quieres ver el resto de obras-juego, puedes acceder a LA GALERÍA.

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