Preovu día 7. 27 de abril del 2018. Tormenta magnética azul (comienzo de onda)

 

Teclear como forma de desenfundar mi arma.

La Preovu ha llegado con toda su furia y la maldita sentencia de ayer, no ha hecho más que avivar un fuego que llevo unos días sintiendo dentro.

Rabia, frustración, ira, llanto, ansiedad, angustia, furia. Mucha furia.

Fuego que chisporrotea y que es alimentado por los estrógenos que me recorren. Estos son gasolina pura.

Soy el nudo en mi estomago. La ansiedad recorre mis kilómetros de venas y arterias. La sangre hierve dentro de mí cual volcán ardiente.

Soy el latir más desentonado. El bombeo de mi corazón es un ruido disonante que lleva su propio ritmo. Uno que suena a batucada, a tambores agudos, a surdos enfadados.

Mientras, respiro hondo y practico Tai-chi o bailo salsa. Intento así sacudirme el miedo visceral que anida en cada centímetro de mi piel cada vez que en estos días he escuchado «Esto es una guerra». Lo es y lo sé, aunque me cuesta ubicar mi lugar.

Salgo a la calle con el ceño fruncido. Siento mi energía moverse mientras recorro la cuesta del bosque con zancadas fuertes, largas y determinantes. Maia me mira y en su mirada intuyo una pregunta: «¿Qué ocurre humana?».

Ella coge un palo y lo destroza en unos pocos segundos. Su rabo se mueve hacia los lados de forma divertida, y yo mientras, disfruto mirando su capacidad de aniquilar con los dientes. Recuerdo a mi Manada. A todas esas lobas que ahora, aúllan conmigo.

Soy fuerza desbocada que no recorre el camino marcado, que se sale del límite de todos los papeles blancos ensuciando las paredes, manchando los espacios donde nos dijeron que no podíamos estar.

Distanciarme de ello, es escapar de mí misma. Procuro estar atenta a estas emociones que van y vienen, pretendo no identificarme con ellas, porque si lo hago, me duelo. Otra vez. Una vez más. Hondo. Visceral. Profundo. Dolor compartido. Heridas comunes.

Escapar y distraerme es alejarme también de nosotras, de las heridas que nos han traído hasta aquí y que sistematicamente nos siguen haciendo. Es huir de este sistema que nos rompe a cada paso y del que con alegría saldría volando en momentos como este.

Mientras todo esto acontece dentro (y fuera), intento con todas mis fuerzas abrazar esta múltiple contradicción: Paralizarme o accionar, romper cosas con la boca u observar la furia de mis entrañas mientras paseo, declararle la guerra al sistema o admirar las plantas que llenas de vida reposan en mi escritorio, salir a gritar que ya basta o escribir esto para intentar aligerar lo que siento.

La dicotomía es una: Crear o destruir. Las preguntas son muchas: ¿Se puede hacer una sin la otra? ¿Es realmente una dicotomía? ¿Existe la posibilidad de de-construcción sin destrucción? ¿Es posible crear sobre un lienzo lleno de mierda? ¿Es esto una guerra? ¿Cuál es mi posición en la batalla? ¿Dónde tengo a Furia ubicada en mí? ¿Existe? ¿Cuál ha sido su espacio en mi vida?.

Abro por enésima vez la red social de la F, se me encoje el estomago. Bombardeo de publicaciones en una misma dirección. Fuego en mis venas. Irantzu Varela dice que tendremos que buscar estrategias de autodefensa feminista. Estoy de acuerdo. Alicia Murillo y Pamela Palenciano también retransmiten sus sentires. Odio. Furia. Mucha ira. Somos un sentir común. La cosa es: ¿Qué hacemos con esto?.

Tengo miedo del miedo. Me da pavor la palabra «guerra». Soy una guerrera de segunda linea (o tercera o cuarta o quinta) y hoy me valido esto mientras admiro a las compañeras referentes en el arte de dejar que Furia tenga su lugar en sus vidas.

Todas desde nuestras posiciones somos necesarias. TODAS.

Preovulatoria feroz con ganas de aullar, estrógenos que me recorren siendo fuego saliendo de mis dedos. Mucha Furia.

Escucho a Lua mientras observo como hoy es Furia quien con su fuego, ansiedad y contradicciones, con mi aliada y mi enemiga, me muestra.

 

*La ilustración es de Iris Serrano


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