Abismos (nuevos) de una pandemia (Parte 2)

Abismos (nuevos) de una pandemia (Parte 2)

«Veo un camino delimitado por una enredadera de pinchos, como los que aparecen en los cuentos de princesas. Verde en distintos tonos, y con diferentes texturas. Esos pinchos que delimitan son conocidos, eran conocidos quizá. Algunos, los hemos trabajado juntas, o en terapia, o escribiendo, o indagando muy hondo en el cuerpo-vivencias de cada une.

Con la pandemia, con esto que llamamos Covid, ha crecido una nueva enredadera más cerca de mí. Por el medio es donde está el camino por el que caminamos la vida, y se ha estrechado considerablemente. En algunos puntos las enredaderas se entrelazan entre ellas. Me pincho constantemente porque no conozco la dimensión de esta nueva planta, ni tampoco como es en los puntos trenzados. Algunos momentos siento que está muy (más) cerca, y las texturas, colores y matices han cambiado sutil o radicalmente. El camino del medio, por donde voy andando, es el espacio disponible para la alegría, el cariño, los vínculos y el amor.

Es importante reconocer con que/donde delimita para poder seguir caminando por un camino que identifico, que (re)conozco», y por supuesto, hacer lo posible para ensanchar toda estrechez impuesta.”

 

Jugando juntas a los abismos (o a reconocer los pinchos de la (nueva) enredadera)

Te contaba en la parte 1 de este post (accedes pinchando AQUÍ) de dónde nacen estos escritos.

Abismos, pinchos, miedos, angustias, fantasmas, mierdecillas-metidas-debajo-de-las-alfombras… los nombremos como los nombremos, no dejan de ser historias que pasan (o que se quedan cual obsesión) por nuestras mentes cansadas, en relación con el entorno (incierto y precario) en donde (sobre)vivimos.

En este segundo listado encuentras más perlas rescatadas de los lodos. Deseo que te sirvan, que os sirvan si tienes a bien compartirlas con quien te escuche y con quien tú quieras escuchar(os), seguro que mejor. Por si no leíste (o no te da la gana) de leer el primero, te recuerdo ponerte cómoda, con tiempo de calidad y una rica infu (o una birra) que acoja lo que puede ser que te mueva el leer este texto.

Sin más miramientos, aquí va la segunda lista:

 

Abismos nuevos (o la nueva enredadera de pinchos):

Miedo a la dimensión de la individualización, como algo que en un momento concreto ha de ser “imprescindible y necesario para el bien común” e incluso, “obligatorio”.

Miedo a las implicaciones (y consecuencias) de los confinamientos. Soledad, aislamiento, perder el “tocar tierra” y “tocar-oler cuerpos”. Núcleo de convivencia como única vinculación no-virtual, dejar de existir como sujetos sociales que usan las calles para las relaciones, como espacio político en donde existir juntes. Sensación de estar perdiendo las plazas y calles como espacios de creación abiertos a debates. Y cuando salga, ¿si contagio a alguien y muere por mi culpa?.

La Enfermedad en mayúsculas como la única existente. Mi querida I (sip, otra de ellas) me dijo que en tierras del otro lado del charco es así como la nombran. Cuando me lo dijo me di cuenta de que yo también lo estaba haciendo. Dando por supuesto, que es la única posible.

Miedo a que al querer escapar, darle la espalda y querer vivir al margen de La enfermedad. Con ello, miedo a estar dándole la espalda también a los cuerpos que la sufren a diario desde que empezó todo esto, no por estar contagiados (únicamente), sino por estar absorbidos por ella, como forma de muerte en vida. Ahora tengo miedo de haber abandonado a les más vulnerables, por salvar no se qué…

Miedo a morir/vivir en soledad (confinada, aislada y en esa individuación “obligatoria”)

Miedo al contagio: vivir con la idea de ser un cuerpo contagiado, en riesgo a serlo…)

Angustia por no saber qué creer. Saturación de información y poco tiempo/capacidad-crítica y conocimiento ubicado (¿dónde lo ubicamos si no hay un pasado con el que contrastar?) para discernir. Sensación de sentirme como una niña pequeña entre conversaciones “de adultos”, y volver a tener que fiarme de mi olfato…

Miedo a no poder bajar la guardia y relajarme, a no poder confiar, a tener que estar constantemente alerta, leyendo entre líneas, buscando tener el control mientras el caos continúa…

Incertidumbre por el futuro: ¿cuántos más virus habrá?, ¿viviremos con más y más miedo?, ¿y el cambio climático?, ¿cuándo llegará el meteorito ese?. Colapso (y encima voy tarde con la alternativa, que ni siquiera tengo clara del todo)

Miedo a ser señalada y estigmatizada. “Bruja!” ¿seré culpable del mal que se me acusa? A ver si va a ser verdad que por «nuestra culpa» hemos perdido la cosecha de este año…

Miedo a que me encasillen en un grupo que no me representa: Desesperanza, sensación de fatiga y frustración humanas, no lo siento solo como algo personal, sino como parte del cuerpo humano «global» al que pertenezco. Ya sé que esto puede sonar un poco raro. Pero es como si sintiese que soy una célula dentro de un cuerpo con cáncer y supiese que en este momento, va ganando el cáncer… Miedo a esa muerte también.

Miedo a mi propia incoherencia, pero también a mi propia intransigencia. ¿Cuáles son los valores que voy a sostener hasta «el final»?

Miedo a perder las referencias o más bien a no encontrarlas: Así como también a no encontrar lugares y personas referentes con quien poder contrastar(me), y poder visibilizar mis propios errores. Es como un miedo a homogeneizar-me con personas que están muy cerca de mi propio pensamiento.

Miedo a estar equivocándome y a no tener a nadie que me ayude a darme cuenta de mis errores sin juzgarme (en relación con el relato-virus).

Miedo a o que implica la globalización/estar en un sistema globalizado: Lo que implica estar en un sistema capitalista que perpetúa la destrucción y la muerte.

Me da miedo, me lleva a suelos no-estables el haber ido perdiendo proyectos colectivos, esperanza organizada, objetivos más allá de la supervivencia, objetivos de masa revolucionaria de cara a medio/largo plazo. Me ahogo pensando que los he abandonado, que no soy capaz de volver, que la gente me desespera, que no aguanto. Y que nadie esta además en condiciones para acoger estos retos para la supervivencia a medio/largo plazo.

Miedo a que no podamos construir una familia amplia y estable donde descansar. Aparte de bailar y luchar.

Incertidumbre por el futuro (no nos sirve el paradigma lineal de generaciones anteriores: Naces-estudias-trabajas (en uno o dos empleos de por vida)-casa-criaturas-ascensos en el iceberg-jubilación-nietxs-muerte. ¿Cuál es ahora nuestro paradigma? ¿Estudios que no sirven para salir de la precariedad? ¿Propiedad privada inalcanzable? ¿Ascensos que ya no perseguimos?

 

*BONUS: Miedo a perderme en el barullo de lo anterior (renovados- parte 1 + nuevos-parte 2).

Este miedo lo escribí al hacer el primer listado que hemos ido rellenando (y ampliando) juntes (como te contaba en la parte 1 de este texto, aquí). Ahora, con el tiempo de la reescritura, la edición y la dimensión de toda esta excursión abisal (2 meses de proceso hasta que este texto vea la luz), veo que hemos hecho un mapa. Un lugar al que volver y en el que poder identificar exactamente cuáles de todos estos pinchos me están pinchando. Aunque el listado es realmente abrumador, en este tiempo también he afianzado las relaciones con quienes me sostienen, he hablado de muchos de los puntos y también he desempolvado mi mochila de espeleóloga para poder auto-contenerme.

 

!!!! Recordatorio importante

Igual que te decía en el primer post pregúntate cómo te sientes ahora. Nos has acompañado a lo profundo y es probable que tú también te hayas pinchado. Muévete, baila, escribe, escríbeme… Pero por favor, no te paralices.

 

Y ahora, ¿qué?

Vendrán nuevos post más “luminosos”. Espero incluso propositivos y llenos de esperanza. Será pronto, te lo prometo. De momento, ¿qué te parece si tú también (a)coges tus miedos y continuamos caminando juntas?

Por mi parte me despido de esta expedición colectiva acogiendo y honrando nuestros/tus movimientos. Estamos Vivas y juntas, estamos desbrozando el camino hacia la Vida que merece la alegría. Gracias de nuevo a les que os animasteis a esta aventura abisal, ha sido la primera y no será la última.

 

Pd: Recuerda que si lo decesitas puedes escribirme pinchando AQUÍ, y si te animas, puedes dejarnos tu sentir en los comentarios de este post para seguir dándoles forma a estos abismos.

Pd2: Te dejo por aquí esta linda canción de El Kanka y El Jose, una cuerda cariñosa que deseo te acompañe en la salida de los abismos 🙂


*La imagen de este post es una foto sacada por Ione. Me parece brutal <3

Abismos (renovados) de una pandemia (Parte 1)

Abismos (renovados) de una pandemia (Parte 1)

«Veo un camino delimitado por una enredadera de pinchos, como los que aparecen en los cuentos de princesas. Verde en distintos tonos, y con diferentes texturas. Esos pinchos que delimitan son conocidos, eran conocidos quizá. Algunos, los hemos trabajado juntas, o en terapia, o escribiendo, o indagando muy hondo en el cuerpo-vivencias de cada une.

Con la pandemia, con esto que llamamos Covid, ha crecido una nueva enredadera más cerca de mí. En el medio es donde está el camino por el que caminamos la vida, y se ha estrechado considerablemente. En algunos puntos las enredaderas se entrelazan entre ellas. Me pincho constantemente porque no conozco la dimensión de esta nueva planta, ni tampoco cómo es en los puntos trenzados. Algunos momentos siento que está muy (más) cerca, y las texturas, colores y matices han cambiado sutil o radicalmente. El camino del medio, por donde voy/vamos andando, es el espacio disponible para la alegría, el cariño, los vínculos y el amor. Para un transitar gustoso hacia esa/en esa Vida que merece ser vivida.

Es importante reconocer con qué/dónde delimita para poder seguir caminando por un camino que identifico, que (re)conozco», y por supuesto, hacer lo posible para ensanchar toda estrechez impuesta.”

 

Jugando juntas a los abismos (o a reconocer los pinchos de esa enredadera renovada)

La introducción de arriba es la que escribí para proponerles a 3 amigas-hermanas que jugáramos juntas a hacer espeleología por los abismos que al haber pasado el bitxo, o al haberlo tenido muy cerca, habían asomado en nosotras. En el camino de esta investigación colectiva, se ha sumado otra compa y otro amigo.

Eskerrik asko de corazón a todes (Idoia, Ione, Esti, y a les otres dos compas) por haber accedido a jugar conmigo. Compartir miedos, pinchos, abismos y angustias en general, es liberador. Además de validarnos, en mi opinión, sirve también para tener la confianza, de que juntas, seguimos caminando los caminos (hacia) de la Vida.

Aquí abajo tienes el listado de lo que nos ha salido. No he querido editar el singular o el plural, consciente de que, la mayoría de las veces, algunos de los miedos se nos camuflan dentro hasta que une-otre, les pone palabras. Tampoco he querido modificar la forma de narrar de cada une. Soy consciente de que ha quedado un texto bastante caótico (y largo), sin embargo, pienso que así son los abismos, y más aún si nacen de 6 cuerpos que sienten y están Vivos.

 

 

!!!! Importante (o trigger warning como se le llama ahora) !!!!

A veces (la mayoría de las veces), entrar en los abismos no es una opción cómoda. A veces, como en nuestro caso, ni siquiera es una opción. Por lo que mullir-te el contexto (como tú lo necesites) es muy bien. Te recomiendo hacerte una infusión o servirte una birra. Quizá quieras proponer a alguna Compa hacer una lectura conjunta y ver que se os mueve…

Abismos renovados (o algunos puntos donde la nueva enredadera se entrelaza con la anterior)

Miedo al miedo que da expresar los miedos. Partimos de aquí con este texto-expedición. Del miedo que nos da compartirte todas las voces que charlan-discuten-debaten-gritan en nuestras mentes (muchas veces) de forma ansiosa. Te pedimos que leas este texto con comprensión y compasión, y que si asoman las tuyas, las trates de la misma forma.

Miedo a la muerte como algo aún mucho más cercano y presente. Esto en sí, ya es un temón en nuestra sociedad.

Miedo a la enfermedad como la vulnerabilidad de ser “un cuerpo” que muta. ¿Quién me ha contagiado?, ¿me quedaré de esta manera para siempre?, ¿pasará?, ¿cuál será el siguiente síntoma que tendré?, ¿cómo sería mi vida quedándome en enfermedad?, ¿me moriré?, ¿se morirá alguien que quiero?

Miedo a sufrir, tanto física como emocionalmente, ese que nubla el pensamiento.

Miedo a mi nueva tara mental, esa que se está desarrollando y que aún no conozco muy bien (acá los abismos o los pinchos de la enredadera).

Miedo a no poder dar una explicación lógica y racional de lo que me esta ocurriendo.

Miedo a la melancolía, a la apatía y a la nostalgia abrumadoras. Tuve miedo a que el mundo, el tiempo, la gente, los proyectos desaparecieran de mi espectro mental y emocional, y llegué a pensar que solo existían mi cuerpo y mi dolor. Me dio miedo el grado de dependencia que supone estar confinada.

Miedo a la soledad/abandono. Soy contagiosa, soy un arma biológica, una terrorista de la salud pública, mi existencia atenta a la salud pública, mejor me aíslo, me quedo sola, dejo de existir. En un plazo más largo temo dejar de sentir que sé relacionarme/comunicarme/existir y ser validada en la mirada del otre, me siento insegura relacionándome = dejo de relacionarme. Me siento rechazada por gente querida. Cuando estamos en la máxima vulnerabilidad que supone una enfermedad, nada de asistencia ni de contacto. Abandono en estado puro = Soledad.

Miedo a imaginar un mundo sin contacto, frío, triste y gris.

Miedo a no saber comunicarme/relacionarme. También tengo miedo a las taras de la gente, en general y en particular de las personas de mi alrededor. Tengo miedo a la rabia incontrolable. Tengo miedo a perturbar a la gente. Me da pánico la política de “todxs contra todxs”.

Miedo a abandonar mi/nuestros proyectos/criaturas. No poder dedicarle atención y que se amontone el curro. En este sentido, no poder cumplir con mis elegidas responsabilidades: cuidado de amigas y bebé.

Miedo a no cuidar, a tener actitudes de indiferencia, no acogida hacia mi gente. Tengo miedo a no cuidar como quiero cuidar.

Miedo a arrepentirme de no haber pasado suficiente tiempo con mi abuela, cuando muera.

Miedo a los ataques de mi familia de origen. A mi falta de memoria. Mis lapsos. A que me cambie el cuerpo, a los cambios que ya ha gozado.

Miedo a no saber. A no saber analizar. Situarme. Tengo mucho miedo a sentirme en tierras movedizas. Sin tierra firme.

Miedo a ser una superficial-alegre y también a ser una amargada de la penumbra. Tengo miedo a juzgar y a juzgarme. Tengo miedo a mis cadáveres interiores. Y también a los duelos. Tengo miedo a quedarme atrapada en el pasado.

Miedo a no saber apreciar lo bello.

Miedo a los cuerpos como lugar de infección y de contagio. Distancia social. Cero abrazos, cero emociones borradas por la mascarilla, las amigas visitan, pero desde el cuarto piso/calle, o en la escalera, no conozco (con las mascarillas) a conocidas queridas, soy una borde porque no les saludo. Miedo a dejar de saber relacionarme, a no volver a ser el ser social que (a veces) fui. Donde me difuminaba en la masa de manera de lo más gustosa. Miedo a ser una bitxa rara solitaria, aislada.

 

Y tú, ahora, ¿cómo estás?

Ahora que has llegado hasta aquí, que te has asomado a nuestros abismos (que quizá también sean los tuyos) y que es probable que hayas sentido alguno de los pinchos pincharte: Respira hondo, mueve el cuerpo, estírate, siéntete, llora si así te sale, escribe, pasea, baila, muévete.

No te paralices. No te quedes quieta. El miedo (los miedos) producen 2 reacciones: Parálisis y agarrotamiento, sin que puedas hacer nada más que estar en pánico, o impulso hacia la acción.

Esto es un ejercicio de re-conocimiento de dónde estamos, para después, cuando podamos, cuando puedas, seguir caminando. Nos quieren quietas y asustadas, y nosotras estamos dispuestas a dejarnos la vida Viviendo. Sabiendo, que es imposible hacerlo, sin antes, haber reconocido el camino por el que andamos. Con sus enredaderas de pinchos y sus flores primaverales.

(Este post tiene parte 2. Pronto la publicaré).

Pd: Recuerda que si lo decesitas puedes escribirme desde aquí, y si te animas, puedes dejarnos tu sentir en los comentarios de este post para seguir dándoles forma a estos abismos.

Pd2: Te dejo por aquí ESTA caricia-musical de La otra, Eva Sierra y María Ruiz, una verdadera joya para que tengas una tierna salida de los abismos 🙂


*La imagen de este post es una foto sacada en la calle donde vivo. Adoro cuando veo la prueba gráfica de lo que sentipienso!

Oda a la Melancolía

Oda a la Melancolía

Adoro tener un balcón (y una ventana) por donde admirar la melancolía durante los días grises.

Nunca pensé que era algo que pudiera estar en las características de un piso…

Mirar pasar las nubes con prisa,

ver como se desprenden las hojas de los árboles color ocre,

respirar hondo y encontrarme en la calma de esta, tan menospreciada, emoción.

En un mundo (o más bien en un sistema) de perpetuas sonrisas impostadas,

parece un privilegio (permitirme) conectar con la más bella de las tristezas a diario.

Transito una preovulatoria cansada.

Sigo en proceso de asentar la obra/mudanza y lo vivido los últimos 4 ciclos.

Han sido miles las decisiones tomadas. Ha sido realmente agotador.

Esta fase “normalmente”(¿era antes, quizá?), no soporta(ba) este estado de conexión con lo que fue.

Ella es/Yo soy toda vida,

rellena de estrógenos que chisporrotean y que a veces, queman mi diafragma.

Sin embargo hoy es domingo, el día del Silencio,

llueve y tengo una cierta sensación de resaca.

Si, ayer bebí champán y celebré con mis amigas que hemos llegado a nuestra nube-propia.

Los ojos se me entrecierran en este mediodía lluvioso.

Es otoño, y el paisaje que veo, en donde también poco a poco me enraízo,

es absolutamente premenstrual.

Si algo sé de mí es que lo de “afuera” tiene efectos rápidos (y determinantes) en el “adentro”.

A veces, demasiado rápidos, y a veces también, demasiadas veces.

Pienso que la nostalgia de lo efímero de la vida, en realidad, siempre esta ahí.

En todas las fases internas, y también en los ciclos externos.

Solo que conectar con ello no es sencillo. No esta bien visto.

Y tener el espacio y la energía para ello (para Ella), no es nada habitual.

La mía asoma cuando el fuego se convierte en brasa,

y normalmente, hay demasiado aire en el ambiente (sobre todo en Preovu).

En Premen es diferente, el viento es más suave, y la quietud algo mayor…

He escrito varias veces sobre “las capacidades premenstruales”,

Sin embargo, aún no he conseguido publicar ninguno de los textos.

Porque aunque siento que la Premen es una reina y tiene muchos puntos fuertes (muchos!),

he sido juzgada de sensiblera demasiadas veces.

Me he sorbido los mocos y he ocultado las lágrimas desde que tengo uso de razón.

Ahora, la tristeza se expresa en mí con (mucha) más calma.

Agarro a la melancolía de la mano, y nos sentamos en el sofá a teclear y a beber infusión.

Diría que en momentos como este,

incluso soy capaz de sentir cierto gozo dentro con Ella a mi lado.

La escena es suave, con olor a regaliz y con las retinas acuosas sin razón aparente.

“Lo que el mundo necesita son hordas de premenstruales” – aún resuena en mi esta frase que un día dijo Erika.

Mi abanderamiento premenstrual de progesterona libre (y liberada),

sigue marcando lo que sale de mi boca en cada ocasión que hablo sobre ciclicidad.

Añadiría, para ti que me lees, que estas hordas de mujeres* lo hiciéramos dejando salir la rabia,

la tristeza y si es necesario (que suele serlo),

que fuera desplegando la fuerza de unas heridas que necesitan y reclaman mucha agua de mar.

Y por supuesto, permitiendo y ensalzando el ansiado descanso nostálgico,

de quien mira una vida que ya fue.

Aspirar a una felicidad eufórica, ansiosa, que no permite la observación ni el párpado,

saboteada con cientos de imágenes hegemónicas e instragrameras

que desgastan nuestros cansados irises con colores y poses artificiales,

me parece uno de los más absurdos quita-vidas que el capitalismo nos ofrece.

Si tengo que elegir, siempre preferiré la calma de la melancolía,

la oportunidad progesterónica de un respirar hondo,

y la introspección calentita arropada (por mi misma).

Incluso aunque a veces, sienta que estando ahí/así no existo.

Y es que ahora que lo pienso, creo que a veces, no existir es bien.

14 de noviembre del 2021. Preovu día 7

Transformando desde los lodos

Transformando desde los lodos

Desde finales del curso pasado no he parado de darle vueltas a la palabra T R A N S F O R M A C I Ó N.             Sobre todo, porque me acontecen un par de procesos de re-ubicación que estamos transitando en las estructuras en las que participo, y mi teoría (que cada vez tengo más clara) es que hay dos formas de organizarnos: de modo jerárquico y siguiendo las tan conocidas (y dolorosas) formas del modelo Homo Economicus (HE en adelante), o las que van caminando hacia la horizontalidad queriendo re-construirnos en eso que hemos denominado Humana Socialis.

Para esta segunda opción, y como te cuento en este post, hay que quitarle el brilli-brilli al asunto (y a la palabra) y estar dispuestas a enfangarnos hasta arriba, o más bien, hasta el fondo. Partiendo de nosotras y yendo a ver las mierdas de lo que, por inercia, quedan también debajo de las alfombras de lo que construimos colectivamente. (En el anterior post titulado “Carta abierta a Remedios Zafra” (lo lees aquí), también te contaba sobre este tema).

Todes soñamos con una transformación real, tangible, de cuerpos y realidades-ficciones más tiernas y cuidadas. Pero, ¿Cómo podemos hacer esto?, ¿Cómo podemos crear estas otras realidades y que realmente sean transformadoras? ¿Qué narices significa esta palabra, y qué se esconde entre esas 14 letras? ¿Hay demasiado brilli-brilli siendo el tema algo mucho más fangoso? A esta última pregunta yo respondo rotundamente que .

 

Discursos (no) acuerpados: De fuera hacia dentro y viceversa

Es verdad que hay palabras que dicen más de lo que activan, y aunque necesitamos los marcos teóricos que definan (de la forma más atinada posible) los lugares de actuación, el peligro es que nos quedemos dándoles vueltas (yo la primera, que sabes de sobra lo mucho que me gusta pajear, …) a los discursos revolucionarios, a los ensayos que pretenden contener la Vida, a los panfletos y documentos que quieren, por ejemplo, salir del capitalismo, pero que no han revisado cómo opera este sistema, tanto en el nivel más macro (esto suele ser más sencillo porque lo vemos “fuera”), como en el nivel más micro (¿Cómo es tu Homo Economicus? ¿Lo has mirado de frente y sabes que hábitos y formas (te) acompañan a perpetuarlo?).

No habrá transformación sin ensuciarnos. No habrá cambio sin bocetos, ni pinturas corridas. No haremos nada nuevo si no somos capaces de pararnos a mirar con detenimiento el cuadro guarreado que tenemos delante (y dentro) y sin que le (nos) saquemos los colores. Puede haber propuestas de purpurina que parezcan muy molonas, pero seguramente, el sitio de donde parten (esos lagos en calma aparente y rellenos de “bienestar” que son el paisaje que el capitalismo nos quiere seguir vendiendo) será muy similar a lo ya conocido, y que de base, tiene muy pocas posibilidades de ser realmente transformador.

Nadando en los fangos (propios y colectivos) y procurando no hundirnos

Como te digo, queremos relacionarnos de “otras formas”, y queremos que nuestros proyectos, emprendizajes y estructuras también (nos) contengan (en) estas formas. Sin embargo, (me) observo atónita cuando queremos (y nos auto-exigimos) que esto esté “estable y definido” ya mismo. Que sea un nuevo lago de aguas cristalinas inmediatamente. Como si tuviéramos una varita mágica a la que le pedimos un deseo y nos lo concede: “Quiero que el capitalismo, las relaciones capitalistas y mi HE desaparezcan ya!”.

No, amiga, seguro que sabes de primer cuerpo, que no es tan sencillo.

No olvidemos que querer vivir en un “producto acabado y si puede ser bonito, mucho mejor”, es una de las características base del capitalismo más rancio. Por lo que creo, que la transformación como tal, trabajar en ella, para ella, con ella, conlleva un aprendizaje complejo pero que puede resultar revelador para la Vida en este siglo que nos ha tocado vivir: Aprender a nadar en los fangos de las pruebas-error que no siempre salen como nos gustaría, y en las que además nos ensuciamos hasta arriba.

Es un camino de interrogantes que pinchan y que al mismo tiempo, invitan (y motivan) a ser resueltos. Es una apuesta por la incertidumbre. Es un ir “hacia adentro” para ver los pegotes violentos que han ido instalándose a base de años de capitalismo intravenoso, y reconocerlos, mientras que accionamos “hacia afuera” para que esto se convierta en transformación. Y esto es complejo, y a veces, en vez de un único charco de lodo, puede parecer un desierto entero lleno de arenas movedizas fangosas. A mí suele pasarme esto… y es bastantes desolador…

 

Rescatando perlas, que a veces no brillan tanto

A veces, entre brazada y brazada asoma una orilla de arena brillante en la que el sol nos acoge gustosamente. Nos tumbamos a respirar, a gozar, a descansar, a compartir como han ido los últimos (kilo)metros de travesía. A ponernos unas medallitas que nos den la alegría para seguir el camino. ¡Porque nos lo merecemos, faltaría más!

Otras en cambio, las aguas se vuelven oscuras, muy oscuras y parece que vas a ser engullida por la espesura. A mí me pasa sobre todo en Premen, y a veces, también en Preovu. En ocasiones, te hundes más y más con cada intento de asomar la cabeza. Pero sabes de sobra, que no habrá flotador que te salve, sabes, que “la salvación” la encontrarás abajo, bien abajo. Dentro. En los abismos que aguardan en tus vísceras. Entonces, te rindes y caes sin que haya otra opción.

Allí abajo, puede ser (ojalá) que rescates alguna perla, alguna revelación. Puede ser que te des cuenta que has vuelta a caer, que el sistema te ha vuelto a pisar la cabeza, que tu HE ha vuelto a ganar. Quizá (ojala), los tesoros que halles allí te den el impulso para volver a la superficie, quizá (ojalá), esas revelaciones te den la alegría (y la fuerza) de querer seguir nadando, y de hacerlo en el fango cuando toque. Porque el fin lo merece. ¡Las Humanas Socialis (en prácticas) ya estamos aquí!

 

De mayor quiero ser nadadora de ciénagas

Hace ya unos años que sé que quiero estar al servicio de la transformación. Y de paso, transformarme con Ella. Y tengo la alegría de escribir que así está siendo. No ha sido una decisión consciente, más bien diría que es donde mi curiosidad y mi no-conformidad con la vida que nos venden los anuncios, me han traído.

Ya son varios años los que llevo trabajando en proyectos molones y transformadores. Creando (en relación) estructuras “nuevas” que pretenden ser formas alternativas de organización para esa Vida que ansiamos. Mi última revelación en cuanto a cómo llevar el camino de frustraciones en el que a veces deviene esto de crear, es convertirme en vecina de Fiona y Shrek, y aprender a nadar en los lodos.

¡Quién sabe!, los lodos son medicinales y hacen que la piel se nutra, ¿verdad? Quizá incluso podemos hacer travesías comunitarias al gran abajo, y después, tumbarnos embarradas a secarnos al sol, para que estos barros nos dejen las pieles tersas, renovadas y sobre todo, transformadas. ¿Te vienes de excursión?

 


*La imagen de este post es la interpretación de mis abismos. La he pintado yo 🙂

Carta abierta a Remedios Zafra

Carta abierta a Remedios Zafra

Queridísima Remedios:

Discúlpame por comenzar con un adjetivo (quizá) exagerado. Tu no me conoces, pero para mí eres una amiga que me ha enviado un montón de cartas que he tenido el placer-incomodo de leer, y también, en las que descansar. Llevo este agosto de perpetuas nubes grises leyéndote por Euskal Herria, y mientras, de forma casi obsesiva, veo videos y entrevistas en las que te pongo voz y movimiento. Al volver a ‘Frágiles’, siento que eres tú misma quien me lee las cartas. Y me siento acompañada y agradecida al escucharte.

Acabo de terminar el libro. Justo ahora. Hoy, en este 16 de agosto del 2021. En Irun, Gipuzkoa. Aunque también me he llevado tu última obra de ‘vacaciones’, a Cantabria. También un norte con poco sol en el que la luz ha llegado a través de tu libro. En este lapso de tiempo, en este parar que me he concedido y para el cual la negociación no ha sido sencilla, he degustado cada una de las hojas que nos has compartido con el cariño de quien sabe sobre alguien muy cercano.

Primero de todo, quiero agradecerte profundamente tu trabajo, la lentitud, las siempre acertadas palabras y también a todas esas personas creativas que han querido compartir contigo sus historias. Nuestras historias al fin y al cabo.

Hace 2 veranos leí ‘El Entusiasmo’, recuerdo que fue un puñetazo en toda la tripa, y recuerdo también la liviandad de saber que (muchas) más personas están en este caos-vida del trabajo-vida creativo que yo transcurro. Me quedé hipnotizada por tu forma de hablar, de plantear las preguntas y también de la claridad en las definiciones filosófico-prácticas que nos muestras. No se me ocurrió escribirte, pero en esta ocasión, y después de mandar callar a todas las voces de mi cabeza que me empequeñecen, he querido hacerlo, y aquí estoy.

No quiero quedarme en este escrito haciendo de grupie (cosa que se me da muy bien), me gustaría contarte sobre lo que me ha llegado, lo que me ha atravesado y lo que en estos días de “pausa” me está latiendo con fuerza en algún lugar entre el diafragma y el útero. Creo que es la esperanza volviendo a brillar, siquiera un poquito, como una vela pequeñita que es prendida por una-otra fuerte mecha.

El tiempo se ensancha cuando una está de “vacaciones”. El vacío de quehaceres se me vuelve abrumador los primeros días, después, el tiempo se ralentiza, y aunque mi jueza interna me increpa sobre “lo poco productiva que estoy siendo”, puedo responderle que son los días que “me corresponden” para parar. Esos días “libres” en los que salir de la habitación propia conectada se vuelve imprescindible y casi de una obligatoriedad hegemónica. ¿Cuándo conquistaremos la vida que sea gozosa, en la que teniendo unas condiciones dignas quede tiempo para el arte de la Vida y para jugar con lo que nos entusiasma? Aquí a veces, en esta pregunta, la esperanza se me fuga muy lejos. Tengo una amiga que me suele recordar que tenemos que tener paciencia estratégica y saber, que nuestras “luchas” son como las de los Zapatistas, para dentro de 500 años.

Para mí esta escasa semana que he pasado fuera (y lejos de mi habitación propia conectada) ha sido una frenada en seco. Hemos estado en un camping y una relevación que se me ha mostrado en este ecosistema en el que la vida (también) íntima se da sin paredes, es que no se pueden hacer dos cosas al mismo tiempo. Si toca ir a fregar, eso haré, si apetece tumbarse a escribir, eso haré. El no-tiempo, que no haya relojes ni pantallas, comer cuando hay hambre, dormir cuando el cuerpo lo pide, me parece lo más subversivo y revolucionario de estos tiempos hiper-productivos. Puede parecer frívolo y privilegiado, pero desde mi norte precarizado y a mis treintaytantos, así lo siento. Sin embargo, convertirnos en caracol (o que uno nos habite en la cabeza) creo que es un proceso más lento y el cual requerirá de una adaptación que, obviamente, no he tenido el tiempo de hacer. ¿Lo tendré algún día?

En las rutinas obviamente, las cosas son bien diferentes. Yo trabajo desde casa (o como ahora se dice, teletrabajo) desde hace 6 años. Le pillé el truco (o esto diría) antes de que fuera (casi) obligatorio. Fue complejo y aún lo es. Fue muy jodido durante el confinamiento, como para muches, los tiempos de trabajos, empleos y proyectos no cesaron en los casi 4 meses. Aún a veces, oigo gritar a la lavadora y otras, el reloj me dice que prepare la comida. No hay entonces un lugar del que salir, y esto se me hace más complejo cuando, como ahora, mi despacho no desaparece por muy en rojo que estén marcados los días en mi calendario. Estaría guay hacer desaparecer a momentos estos lugares de teclados y carpetas, aunque atravesar el mono, no molaría nada.

Estos días, en plena premenstrual y con tristeza pos-vacacional, me siento sola. Es curioso como estando trabajando, incluso estando prácticamente sola (físicamente) en mi día a día, me siento acompañada. En realidad, cuando hablo entre mis cuatro paredes (o en mi nido de creación como me gusta llamarle) únicamente es Maia, mi Compa peluda la que me escucha. Pero sé, que detrás de cada email que recibo, o de cada llamada, de cada comentario en algún post de alguna red social, hay alguien que me piensa, que me tiene en cuenta y que le interesa lo que hago.

Doy un paso atrás con este “le interesa lo que hago”, que no, “le interesa quien soy”. He cruzado la línea de la auto-explotación varias veces (y muchos más en las que no he sabido nombrarlo), y aunque me mantengo alerta, temo verla acercarse más y más cada vez, como si sintiera que sin ella, sin la impostura y el dolor que vienen de su mano, dejaría de existir, y ya a nadie le interesaría lo que hago y mucho menos quien soy.

Es curioso porque en realidad, todos los proyectos que sostengo (menos uno, el mío propio, y el blog en el que escribo) son colectivos y comunitarios. Y es verdad que aunque a veces nos vemos en reuniones (últimamente en formato video-llamada) o eventos, mi día a día es más bien solitario. Sobre todo en lo que tiene que ver con mi mundo emocional. Tan denostado aún en la mayoría de los casos, que mostrar la bandera de la fragilidad, la vulnerabilidad, el error, el cuerpo o los lodos, resulta en sí mismo todo un acto de valentía que a veces, siento que no compensa.

Una de las últimas cosas sobre la que quise escribir antes de terminar el curso fue sobre lo que implican los trabajos transformadores. Después de leerte, creo que podemos meterlos en el mismo saco que los trabajos creativos porque al fin y al cabo todo lo que es creativo pretende transformar, y todo lo transformador es en sí mismo creativo. Después de 9 meses intensos, con muchos vaivenes y muchas complicaciones, pensaba en que trabajar en cualquiera de estos proyectos (yo participo/sostengo 4 de 2 ámbitos diferentes), implica saber nadar en los lodos y en el fango. En mi caso, en 4 océanos llenos de interrogantes que pinchan al mismo tiempo. Uso mucho la metáfora del ‘charco’ para definir los lugares oscuros y complejos, las tensiones, los (posibles) conflictos, y en definitiva, todo aquello que nos puede llevar al factor error o a la idea del fracaso. Entonces, a finales de junio, ensayaba con la idea de que aprender a nadar ahí, en esas ciénagas llenas de posibilidades y, como dice Preciado “ficciones más tiernas”, es una cualidad indispensable para querer trabajar o dedicarle la vida a los procesos de transformación que sean emancipadores. A veces, boqueamos sin escapatoria hacia esas calles sin salida, otras, encontramos islas habitadas por Compas en las que compartir y descansar. Para mi calma, escribí también que cuando estoy exhausta, puedo (y debo) tumbarme en las orillas viscosas y dejar que los lodos me hidraten la piel. Ahora, añadiría la idea de cerrar el parpado y navegar en mis adentros sin prisa. Aunque en estos tiempos que parecen suceder a contrarreloj, esto se me antoja casi una quimera…

Estoy premen como te he comentado. En pocos días llegará la sangre y todo volverá a comenzar, o así me lo cuento yo. Esta fase es el auto-ensayo que más interesante me resulta en este investigar la vida (mi vida y la de otres) en cíclico. Aquí surgen los abismos olvidados, las dudas existenciales, los dolores postergados, en este momento en el que mi cuerpo es inundado por progesterona, la fragilidad se vuelve montaña y a veces, se me cae encima, convirtiendo en acantilado cualquier atisbo de esperanza que hubiera podido cultivar. Intuyo, que la vida de un cuerpo en proceso de enfermedad, ha de ser bastante así muchas veces…

Suelo recordarme los diversos mantras que me he ido instalando en mi software en incesante actualización (que si “esto también pasará”, que si “la vulnerabilidad es política”, que si “solo lamiéndonos las heridas podremos seguir adelante de otras formas”…), aunque en realidad, con escucharme, acogerme, descansar, permitirme el parpado y, si es necesario, validarme en relación, es más que suficiente. Diría que esto último es lo que me resulta más complejo de todo lo que planteas. ¿Cómo hacer que nos crean (y creernos!) cuando hablamos (e intentamos vivir) en la no-prisa, en el hacer-profundo, en el respirar para seguir manteniendo la esperanza de estar vivas y juntas? No hablo de un ‘creer’ dogmático, más bien de uno inspirador, de un validar-me, de ese contagio del que también hablas en el libro y que en mi opinión, es una pieza fundamental en todo esto. Vivas y juntas. Amarradas para bajar a los pozos, descansando en Isla Ternura o en Playa Esperanza.

Los nuevos imaginarios serán cuestionados (y cuestionables), o no serán. Y ahí, en estas preguntas que aún tengo por hacerme, que aún tenemos por hacernos radica en mi opinión la esperanza. Una que por supuesto es trasformadora y que además, contamos con las condiciones para que pueda llevarse a cabo políticamente. Con medios y recursos para ello. Porque de estos nuevos imaginarios, nacerán las ideas y las praxis que nos cuiden y nos hagan sabernos acompañadas, no únicamente a través de nuestros cuartos conectados, sino también, haciendo barrio, comunidad de cuidados, aprendiendo juntas, bailando, incluso, aunque esté prohibido.

Me he preguntado muchas veces para qué mantengo mi blog, para quién escribo esa newsletter que procuro quede amable y cercana, que por qué “pierdo el tiempo” juntando letras y dándole a ‘Nuevo-Crear documento’ una y otra vez. Sé que la visión de esa nueva cultura que estamos creando juntas es importante, y hace tiempo supe también que todas las voces son necesarias. Hoy, al terminar tu libro me reafirmo en ello. Teclear, escribir, sacar fuera de mí y ponerme letras, me salva, me ordena y me da el entusiasmo que necesito para seguir manteniendo presente esa esperanza que es oxígeno.

Ahora que con pena he pasado la última hoja del libro, sé que tengo que revisar las sábanas que tengo encima. No creo que lleguen a 500 pero son bastantes. Hoy, lunes, me queda una semana antes de volver a empezar para preguntarme sobre lo que llevo encima, sobre los tiempos, sobre quién soy si me despojo de cada uno de mis proyectos creativos, sobre quién hay debajo de tanta sábana, y también, sobre las cosas que cultivo más allá de lo productivo, como el taichí y las personas (y seres) amadas con las que comparto mi vida. Estoy segura que se me va hacer más sencillo (y sobre todo menos solitario) después de haberte leído, y de saber, que tanto tú como otres estamos en el mismo camino.

Nos vamos encontrando entonces en bosques silenciosos y playas tranquilas, en los placeres de la vida, y también en los lodos de los trabajos precarios. Sea nadando o sea tumbadas en la orilla dándonos los parpados necesarios para reflexionar y retomar la alegría con la que seguir entusiasmadas, dejándonos llevar por eso que nos atrapa. Eso sí, esta vez, que el arrastre sea encima de una nube que nos acaricie al pasar.

Te mando un cálido abrazo, Remedios. Y una vez más, gracias infinitas por tu trabajo, y también por ser quien eres, más allá de lo productivo.

Con mucho afecto,

E.

 

Pd: Voy a publicar este texto a modo de ‘Carta abierta’ en mi blog. Con ello, pretendo, al igual que tú, que nuestras intimidades sean artefacto político con las que seguir dándonos pistas en estos caminares transformadores y creativos. Otro abrazo 🙂


*Aquí tienes la web de Remedios Zafra en la que encuentras todas las referencias a sus libros y trabajos.

**La imagen de este post es de Bruno Pontiroli. Es la imagen de la portada del libro ‘Frágiles, cartas sobre la ansiedad y la esperanza en la nueva cultura’.

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