Una carta ecofeminista, para una revolución tierna

Una carta ecofeminista, para una revolución tierna

*NOTA IMPORTANTE: Este es un texto un poco largo, por lo que, si prefieres leerlo en el ebook o imprimirlo, haciendo click AQUÍ accedes a la versión en PDF.

*NOTA IMPORTANTE 2: Este texto es una traducción-adaptación al castellano. La carta original es en euskera y esta creada desde la cooperativa Ara!Gorputz para una sesión especifica que realizamos en un grupo de filosofers de Irun (Bor-bor). Puedes leer el original haciendo click AQUÍ. (Eskerrik asko a mi dos queridas I-es por hacer posible algo tan bonito como esto <3 <3 maite zaituztet)


En Irun, febrero del 2024

Queride, Compa:

Primero de todo, gracias por querer dedicarle tu tiempo y tu atención a leer este texto. Somos conscientes de que ambas, hoy en día, son bienes escasos. Eso si, antes de que sigas queremos hacerte una petición: ponte comode. Te invitamos a que vayas a buscar algo que te haga sentir a gusto y en casa.

¡Ahora si, vamos allá!

Estamos en un crisis multidimensional, el paradigma antiguo no nos sirve y el nuevo aun estamos construyéndolo. Podemos decir con esto, que estamos atravesando una crisis de imaginación, dado que es realmente difícil crear lo que no somos capaces de imaginar. Es un tiempo-puente de muchas contradicciones e incertidumbre (¿o de posibilidades infinitas?). Dado que no sabemos a dónde ni cómo llegaremos, a veces, admitir que estamos perdides, es bien (¿cómo te sientes cuando estas perdide? ¿Estar sin un rumbo aparente puede ser revolucionario?).

Por estas (y otras) complejidades, suele ser común que estemos viviendo entre tensiones internas y externas. Identificar cuales son y nombrar las emociones, los sentimientos y las sensaciones que nos mueven, desde nuestro punto de vista, resulta imprescindible. Ante ideas que pueden ser contradictorias, entendernos, con otres y con nosotres mismes, es una buena manera de poner las bases para una revolución amable. Aunque tenemos mil razones por las que seguir enfadadas, nos hemos aburrido de estar cabizbajas y tristes. Por esto, estamos haciendo nuestro mejor intento para ponernos del lado de la Vida (en mayúsculas); para cuidar y proteger todo eso que (aún) esta vivo.

En estos años, gracias a las compañeras en resistencia de Abya Yala, hemos podido conocer, honrar y amasar desde nuestro contexto ubicado el concepto-regalo “Cuerpo-Tierra-Territorio”. Con esta carta, y acompañadas de las perspectivas de la Economía Feminista y el Ecofeminismo (de este-nuestro lado del charco), queremos hacer una aproximación de lo que supone para nosotras este triangulo como herramienta para anclarnos a la Vida. Tal y como tan bien nos muestra el iceberg con el que se suele presentar la economía feminista (arriba lo productivo y abajo lo reproductivo), los marcos son más anchos de lo que podemos ver a simple vista, y si escarbamos, siempre hay ‘algo’ un poco más hondo en lo que poner el foco.

Como bien dicen las Compas de Abya Yala, aunque los conceptos pueden ser leídos como tres (cuerpo-tierra-territorio), están profundamente ligados entre si, y no pueden entenderse por separado. O al menos, no deberíamo intentarlo. Los tres son lugares políticos, palpables, espacios vulnerables y los espacios que tenemos para vivir. Los tres (en relación) generan la base de nuestra cosmovisión, dado que ‘ahí’ es donde ocurre nuestro cotidiano. Mediante ellos es como, a cada instante, está realizándose la interdependencia y la ecodependencia. Pero en este tiempo capitalista, nos han llevado a olvidarnos del cuerpo, y en consecuencia, nos hemos olvidado de la tierra. O quizá sea al revés…

Antes de seguir, una pausa. ¿Cómo estas? ¿Cómo esta tu cuerpo? ¿Cómo están llegando estas ideas a tu corazón? ¡¿Quizá necesitas un poco de movimiento?! Ale, aleee, arriba! AQUÍ tienes una canción tranquila para acompañar el movimientos, y AQUÍ otra más bailonga.

El cuerpo, es el espacio propio que nos contiene. Donde podemos bailar y sentir placer (¡que poco hablamos de placeres, por cierto!). Es finito, vulnerable, necesita cuidados y tiene un ego. Somos mucho más que un cerebro al que, constantemente, le llega información. Para comprender-lo/-nos en su totalidad solemos hablar (mínimo) de 3 ‘niveles’: el físico, el emocional y el racional. Pero no olvidemos que los tres aspectos, o sea, nosotres mismes, somos interdependientes, y que, por tanto, todos tendrían que tener la misma validez y validación. En los tiempos que vivimos y por las construcciones que traemos, creemos que el conocimiento, el cuidado y la gestión del nivel emocional están infravalorados. ¿Tendrá que ver con que suele asociarse a lo femenino?

Consideramos que la Cultura Cíclica que vamos desarrollando a través de los procesos de conocimiento del ciclo menstrual, es una herramienta imprescindible tanto para la sanación individual como para la colectiva. Teniendo en cuenta las consecuencias que tiene para nuestra salud (también para la mental), la violencia lineal a la que somos expuestas diariamente, en las observaciones de nuestros ciclos encontramos un montón de claves para una cosmovisión más tierna. Además, no olvidemos que todes somos una menstruación que no llegó a su fin. Es decir, gracias al proceso del ciclo menstrual (o mejor dicho, del ciclo ovulatorio) es que estamos hoy aquí. Y creemos que esto es una razón suficiente para poner atención en este tema.

¿Cómo están nuestros cuerpos? ¿Cómo están nuestra tierras? ¿Y la Tierra? ¿Qué opciones tenemos en el día a día para pisarla y sentirla? ¿Y para trabajarla? Como decíamos, proponemos, como hoja de ruta hacía un Buen-vivir (para todes y ‘todo’), prestar atención a lo que (aún) esta vivo. La vida siempre encuentra rincones para seguir expresándose con generosidad y abundancia, como los árboles que, a pesar de vivir todo tipo de atrocidades, siguen dando el 100% siempre, y que decir de las hierbitas que crecen en cualquier arcén…

Podemos observar la tierra de maneras diversas: desde la que pisamos literalmente cada día, y que suele estar en gran medida tapada de cemento, y/o entendiéndola como el planeta vivo que es al completo. Sea como sea, a cada segundo, en ella crecen y se nutren tanto raíces palpables como simbólicas. Sin embargo, ocurre que, muchas veces, nuestras finas raíces son aéreas y tienen dificultades para obtener el sustrato necesario; en el nivel más físico por las condiciones de precarización que vivimos y en lo simbólico, entre otras razones, por ciertas maneras de pensar, ideologías y demás que hemos recibido de las generaciones anteriores.

Estamos capturades por la malvada división que supone separar la cultura y la naturaleza. En el centro y en la base de tal atrocidad se encuentran el antropocentrismo y el androcentrismo. Estas actitudes sistémicas, colocan a lo humano en el centro siempre (antropo-) y la que coloca especialmente al Hombre, con su mayúscula más hegemónica, (andro-). A veces, parece que hemos olvidado la importancia de los ‘demás’ seres sintientes con los que cohabitamos aquí en la Tierra. Entre estos, aunque los más visibles son los árboles y los animales no humanos, hay mucho más, como los micelios de los hongos o los ríos. Tenemos mucho que aprender de ellos, especialmente porque en la naturaleza se impone la colaboración, y ante una crisis de imaginación (aquejada de tristes soledades) como la que estamos atravesando, todas estas formas de vida, son referentes llenos de conocimiento colaborativo. Tenemos cientos de redes alrededor que crean y fomentan vida, y queremos subrayar la importancia de conectarnos a ese cooperativismo salvaje tan inspirador. Creemos que para salir de los bucles del antropoceno, es imprescindible aprender a mirar las redes que ocurren más allá de nuestra especie. Porque la naturaleza es mucho más que el aire fresco que nos dan ‘las escapadas’ al monte. Nosotras misma somos naturaleza. Sí, tu también eres naturaleza.

La Biosfera es ‘quien’ nos proporciona las condiciones para que los ecosistemas se mantengan vivos. Aunque normalmente hablamos de la Tierra, el aire y el agua son parte fundamental de la ecuación. Y cabe recordar, que los niveles de contaminación tienen un efecto directo en nuestros cuerpos y en ese todo del que somos parte. Podemos crear la fantasía de la división entre tierra / agua / aire, pero no deberíamos olvidar que todas las formas de vida que habitamos (humanos, animales no humanos, plantas…) estamos protegidas por la biosfera y que compartimos las condiciones de estos elementos.

Nos gusta mucho la palabra “comunitario”, ¿verdad? La belleza que emana la sentimos con la misma grandeza que el reto que supone. En este sentido, los bosques son inspiración para nosotras. Aunque la realidad que allí podemos observar puede parecer caótica, es una organización extremadamente efectiva para sostener y promover la vida diversa y de múltiples especies en convivencia. Y sí, estaría bien que en nuestras comunidades también consideráramos los seres no-humanos que, los veamos y tengamos en cuenta o no, habitan junto a nosotras.

En la medida en la que somos comunidad, seguimos aprendiendo durante toda nuestra vida. Estamos seguras de que lo que has aprendiendo fuera del cole (o de los estudios denominados ‘oficiales’) ha tenido mucha relevancia en quien eres hoy. Por esto, proponemos cuestionar (e incluso, subvertir) las metodologías y epistemologías tanto del sistema educativo como de ‘las demás’ maneras de formarnos que utilizamos y/o promovemos. La pedagogía feminista y popular dice que todes tenemos algo que aprender y que enseñar, y si es más allá de nuestros cerebros, mejor.

¡Queremos cooperativizar todo! 😉 peeero, ¿queremos seguir trabajando a toda velocidad? ¿qué opinas de la ‘alta productividad’? ¿Es positivo decir que estamos ‘a tope’? ¿Seguimos en las lógicas de la acumulación? ¿Tenemos mecanismos para poner el freno de mano a estas cuestiones? ¿Hemos hablado suficiente sobre nuestros patrimonios? ¿Y sobre las herencias? ¿Y sobre el dinero?

Cada día le dedicamos un montón de tiempo y energía al empleo. ¿Tiene sentido que esté en el nucleo mismo de nuestras vidas? ¿Y que tenga tanta influencia en la generación de nuestra identidad? Además de todo esto (o en el núcleo mismo de la cuestión), creemos que seguir construyendo puentes entre lo productivo y lo reproductivo es urgente. Salir de la propia dicotomía que estos dos conceptos nos ofrecen, también.

Te proponemos otra parada. Date un par de minutos para mirar por la ventana, al cielo, por ejemplo. Toma aire y suéltalo. Con calma, no hay prisa de nada. Te proponemos ESTA canción para que te acompañe a conectar con lo que esta vivo.

—-

Queremos darle una vuelta a ciertas formas de pensar que se esconden tras el lenguaje, quizá entre los espacios en blanco de entre las letras. Por ejemplo, cuando nos sale hablar de ‘recursos naturales’ podemos traer al corazón la idea de ‘bienes naturales’, y los ‘servicios’ de los ecosistemas podrían ser nombrados como ‘regalos’, la ‘fertilidad’ (de la tierra, de los úteros) pareciera algo gratuito también… ¿Tienes en mente alguna otra frase antropocentrica?

Estamos llegando al final de este viaje. Gracias por haber llegado hasta aquí. Pero antes de despedirnos, nos gustaría prestarle un poco de atención a la atención: Cada día llegan cientos de estímulos a nuestros cansados cuerpos, y además, generalmente no tenemos el tiempo para la pausa y para el silencio, que son quienes nos ayudan a procesar y digerir ‘todo esto’. Así consideramos que tener esto en cuenta e ir generando estrategias para un caminar más lento y armónico, puede ser una buena costumbre.

Quizá, algunas (o todas) las ideas aquí recogidas te han parecido muy básicas. Y es que, lo son. Pero a veces, ocurre que para no olvidar lo importante esta bien volver a la base. Este suelo (deseamos que nutrido) es el lugar en el que estar en conexión con el Buen-vivir. Ahí, cerca de las raíces es donde podemos crear el espacio, para que las hojas que son relatos nuevos y renovados nazcan sanas y alegres.

Recuperemos la atención y sigamos aprendiendo (también) de todo eso no-humano. Abramos todos los sentidos, amigi, y sigamos caminando juntas, cerca.

Una ultima canción para terminar: ESTA, y no te olvides de mover el cuerpo! 🙂

Recibe un tierno y apretado abrazote, compa,

Ione F. Zabaleta & Enara I .Dominguez

(Ara!Gorputz koop.)

Pd: En este texto no han sido recogidas citas ni referencias, sin embargo, a continuación encuentras (casi) todo lo que para nosotras ha sido inspiración en la escritura de este texto.

 


Bibliografía:
Partiendo de lo realizado por nosotras 😉 …

hacia otras maravillosas inspiraciones!

Libros
  • Devenir animal, David Abram
  • Como (no) hacer nada, resistirse a la economía de la atención. Jenny Odell
  • El clamor de los bosques, Richard Powers
  • Una guía sobre el arte de perderse, Rebecca Solnit
  • Feminismo post-humano. Rosi Braidotti
  • Diseñando culturas regenerativas. Daniel Wahl
  • Cuando todo se derrumba. Pema Chodron
  • Vivificar. Andreas Weber
  • Una trenza de hierba sagrada. Robin WallKimmerer
  • Aun no se lo he dicho a mi jardín. Pia Pera
  • En busca del árbol madre. Suzanne Simard
  • El amanecer de todo. David Graeber & David Wengrow
Audio-visuales
Otras inspiraciones (‘otras’, pero imprescindibles)
  • Practica de Taichi (Manu Hermida)
  • Cursos de gestión emocional (Oscar Argumosa)
  • La perspectiva astrológica y especialmente el ciclo sinódico (y somático) de Venus (Paula/iLe)
  • Talleres de Ternura (Aingeru Mayor & Maite Higuero)
  • Todo el trabajo de Mariana Matija (Ser Tierra)
  • Todo el trabajo de Erika Irusta (El camino Rubí, La comunidad Soy1Soy4 y Casa Liken)

*La imagen de este post es mía. Puedes ver más imágenes en la Galería.

Lo que sí funciona

Lo que sí funciona

Oso comenzar a escribir este texto el 1 de noviembre (del 2023). Es temprano por la mañana, llueve a mares y el viento mueve los árboles fuerte, haciendo que las hojas que están preparadas, esas que el árbol suelta sin apego alguno, sabiendo que es lo que debe hacer, caigan y mueran.

Es un día marcado de rojo en el calendario. En el silencio del barrio esto se constata. Escucho covers de piano mientras, y, de fondo, escucho a I cocinar unos de los maravillosos calabacines que nos ha regalado la tierra. Todo está en calma. Siento paz dentro. Podría decir, incluso, que todo va bien.

Miro hacia la derecha y allí, en el modesto (y un poco post-moderno) altar que tenemos, están las dos fotos de mi familia paterna. Una familia ciertamente desconocida para mí que, hace poco, se me ha vuelto a presentar en forma de recuerdos. Las honro. Sobre todo porque me he dado cuenta de que la historia que me tenía contada, por falta de información y lejanía, como seguramente tantas otras, no es del todo real.

Más y más y más… abajo (¿acaso soy la reina del inframundo?)

Estas semanas me estoy dando cuenta de mi capacidad (que a veces tan maldición he sentido) de poder ir más y más (y más…) abajo en los abismos. Los pozos se me han abierto muchas veces dándome un buen susto, haciendo que mis rodillas tiemblen como flanes, dudando de si la tierra que me acoge es lo suficientemente firme para tanta agua que sé (me) desborda.

Leo a Mariana (en su Patreon de ‘Ser Tierra’) en relación con el dolor, que como ella bien nombra, es inherente en esto del vivir: “Desde hace años trato de hacer lo que sea que siento que puedo hacer, aunque se sienta siempre ridículamente insuficiente”. Resueno hondo y me dejo descansar ahí, en esa insuficiencia que me persigue como tantas veces lo hace mi propio pasado.

Creo que a momentos se me ha olvidado que, en las excursiones abisales a las que tan acostumbrada estoy, nunca es una opción quedarme allí a vivir.

Vida-Muerte-Vida

Diría que vivo en una superficie bastante ‘común’ (aunque no negaré que, muchas veces, he sentido esto como algo demasiado banal para mí), entonces, algo pide morir y bajo. Si las señales están alineadas y ciertas conjunciones se dan, parece que puedo soltar, dejar atrás eso que ya no tiene sentido: actitudes, juicios, adicciones mentales, dolores que me aprisionan demasiado… y entonces, ¿qué? He de agarrar el coraje y volver a subir, traer a la vida eso que he rescatado (y a mí misma probablemente más ligera) y seguir caminando.

Hoy, este señalado día de Samhain, o de ‘Gau Beltza’ (noche negra, en euskera), o de “todos los santos (y santas, supongo)” en lo judeocristiano, me pregunto por qué tantas veces, ese abajo se me hace cálido y hogar. Por qué me suele faltar el coraje y la alegría de salir del hoyo y dar un paso al frente. ¿Tan inabarcable es eso de ahí abajo que tiene el poder de capturarme?, ¿acaso pienso que todo lo que hay por limpiar es responsabilidad mía? A veces, ambas respuesta, son sí.

“Stop, ya está, amiga, listo, puedes descansar”

Me doy cuenta de que han sido años (como bien queda expresado en este blog) de aguas insondables, de meterme de lleno en todo este mundo interno y ver qué onda. De conocer rincones, e incluso, de crear una salita propia en el inframundo.

Sin embargo, últimamente, algo me dice dentro: “Enara, ya listo, amiga, puedes descansar”. Esa exploración está hecha, y aunque soy consciente de que me queden muchas bajadas, algo dentro está recuperando la capacidad de salir “antes”, sin huir (al menos atenta a esto), impulsándome en el fondo con las dos piernas para, como en la piscina, salir a flote con una bonita floritura. “Yep, aquí estoy de nuevo!”.

Me doy cuenta de que (quizá especialmente resuenes con esto sí, como yo, eres ‘intensita’, y diré que esto ha sido así porque así lo hemos requerido, de esto no hay duda y no es necesaria ninguna justificación), estoy muy acostumbrada a mirar lo que no funciona, lo que está mal, lo que requiere que haga algo más, eso que espera ser limpiado, mejorado y regenerado para la transformación. Y es que ¡anhelo tantoooooo un mundo más tierno y equitativo y amoroso…!

Lo que sí funciona

Aún con esas, con todos esos dolores “pequeños” (a nivel personal) y “grandes” (a nivel más macro) que quizá queramos (y sintamos incluso que debemos) hacer algo más, con los abismos que se abrirán bajo nuestros humildes troncos que parecen ramas en un día de fuerte viento, la Vida (con su mayúscula grande, majestuosa y generosa) sigue su curso.

Sigue floreciendo y brotando en todas las esquinas. Incluso con las guerras (visibles y no visibles) que se suceden a nuestro alrededor, las briznas de hierba crecen en los bordes de cualquier carretera y las calabazas, ya a punto de ser cosechadas, me regalan nuevas semillas redonditas que esperan su turno la primavera que viene.

Así, con esto, nos pregunto: ¿Prestas atención y valoras lo que sí funciona de ti misma y de tu alrededor?, ¿eres consciente de todo lo que tienes para dar y te es dado?, ¿y de todas esas maravillas con las que convives (que son tu misme) que te han acompañado hasta aquí y que hacen que seas la linda persona que ahora mismo eres?. Desde aquí, (me) doy las gracias por todo ello. Por ti, por mí, y por la tierra y la vida que, a pesar de todo, con tanto optimismo y esperanza nos contiene y sostiene.

Agradecida

Yo, en este aquí y ahora, mientras mis ancestres me miran de reojo, traigo, valoro y agradezco a la hoja de la monstera que, en la pequeña selva en tiestos que tenemos en la mitad del salón, se abre sin permiso, a las decisiones que he tomado para ser quien soy (sabiendo que mutaré), a quienes me quieren y a sus muestras de cariño y ternura cotidianas, a los árboles que danzan al otro lado de la ventana, a la risa honda, sarcástica y absurda que estoy recuperando, a Venus que, desde su máxima altura ha comenzado su con-sentido y valiente descenso hacia el buen-morir (para el buen-vivir), y sobre todo, a la energía de la vida, al chi, o al amor, como-sea-que-lo-queramos-llamar, que sigue latiendo sin parar en todos los corazones.

Una cosa no quita la otra

Algo en mi foro interno me ha dicho todos estos años que, con la que está cayendo en los tiempos de capitalismo zombie que nos ha tocado vivir, tenía una responsabilidad con todo esto (solo con escribirlo ya siento un peso enorme). Pero me doy cuenta de que, una cosa no quita la otra, que proteger, apoyar, co-crear junto con lo que sí funciona, no borrará la conexión con eso que se puede mejorar o que necesita transformación, y de lo que, por supuesto, también tengo mi parte de responsabilidad.

Así, estos días, aprovechando esta energía ‘ancestral’, este portal de conexión con ese pasado que, a veces, siento demasiado presente, me pregunto por las historias que me he contado durante esta (casi) cuarentena de vida que ya he recorrido. Observo (con mirada curiosa y procurando mantener el juicio a raya), que muchas de estas historias son ‘oscuritas’ y sombrías, y que la mayoría me han servido para ‘justificar’ y acoger dolores que he necesitado entender racionalmente.

Las historias que nos contamos

Me he hecho un puzzle interno que guarda un paisaje nocturno con luna nueva, sin contaminación lumínica, en el que se ve un río gris que sigue su cauce y por el que, en estos últimos tiempos, estoy procurando dejarme llevar para ver si cambio de cuadro, y me lleva a encontrar un paisaje primaveral lleno de flores y con una luna llena luminosa y amable que simbolice las cosechas que me son dadas.

No todas las historias que me he contado son reales, y además, veo que puedo volver(me)las a relatar considerando lo que sí ha funcionado, ampliar la mirada y ver más allá de ese dolor que también está (y estará). Ver los tonos luminosos, los dones que, además de los abismos, me han sido otorgados, prestarles atención, sorprenderme, darles las gracias a todas las hierbitas y flores que siempre han estado ahí, aunque yo no haya sido capaces de verlas.

“Hola, soy Enara y mi nueva obsesión son los árboles” XD

“Los árboles siempre dan el 100%”, leía la otra vez, no te impiden que cojas las manzanas que quieras, no esperan a que las condiciones sean las óptimas para seguir su camino (¿te imaginas que los árboles solo crecieran en “bosques vírgenes”?), simplemente crecen.

Quizá esto sea porque tienen la capacidad de estar conectados bien hondo, y al mismo tiempo, tener el coraje, la valentía y la alegría de seguir brotando y cumpliendo su función más y más hacia arriba, bien alto. No tienen, que sepamos, muchas historias que se cuenten, y menos, que estas les impidan sacar una nueva hoja.

Quizá, una vez más, la cosa va de ser menos humanites, y más vegetales. De no perder la capacidad de ver la belleza, la bondad y la generosidad de la que estamos rodeadas constantemente, y de con esto, fijarnos también en los brotes de hojas nuevas de nuestros linajes (que también nosotras encarnamos), y no tanto en los troncos que cayeron porque, además, seguramente tenían que caer para que la Vida pudiera seguir siendo.


*La foto de la pequeña selva (en tiestos) que tenemos en la mitad del salón.

Resistirse a la economía de la atención (y mirar árboles)

Resistirse a la economía de la atención (y mirar árboles)

“Como no hacer nada. Resistirse a la economía de la atención”. Este es el título del libro que he leído (con todas mis células) durante este verano. De Jenny Odell, a la cual le he cogido el cariño habitual que suelo coger a mis referentas que siento faro en esto de “construir realidades más tiernas”.

Entre otras están Remedios Zafra-que, por cierto, ¡tiene nuevo libro!-, Erika Irusta.-de la cual recibí la recomendación de este libro, entre tantas otras moviditas inspiradoras-, Mariana Matija-ecologista espiritual-terrenal adorable-, Amaia Perez Orozco-jefaza del discurso de la economía feminista- y Yayo Herrero-ecofeminista llena de ternura-.

Jenny es de EEUU por lo que, como my english is not very good, no le escribiré un mail para decirle lo mucho que me ha gustado su libro. Sip. Soy una grupie-orgullosa de quien lo soy, sobre todo de quien me inspira, y, si puedo, me gusta tomarme el tiempo para enviar un feedback cariñoso 🙂

Quería nombrarlas, así del tirón, porque últimamente, todo lo que de cada una de ellas he bebido en los últimos meses-años, se me ha hecho un rico zumo difícil de separar por frutas. Esto del pensamiento situado y tentacular, como dice Haraway, es al mismo tiempo una maravilla llena de posibles por conectar, y una amalgama caótica en la que encontrar el hilo por donde tirar, se convierte en un reto en sí mismo.

Y justo así es como me encuentro en este comienzo del curso 2022-2023. Un poco en caos, sin saber bien si agarrar un tema, o dejar fluir y ver si mis dedos son capaces de poner algo de orden.

Vacaciones = Tiempo para reproducir la vida con la calma

[Vacaciones, etimológicamente es el nombre de la acción del verbo vacare (estar vacío, desocupado)]

Traigo a mí una y otra vez estos días de re-comienzos, el mantra-poso del mes de no-productividad por excelencia, que suele ser agosto (¿agosto vendrá de a-gusto?1): ¿Puede ser la Vida (algo más) similar a las vacaciones? ¿Acaso no sería todo más sencillo si prestáramos atención a lo que aún late? 2

Soy consciente de que parar 4 semanas seguidas es un privilegio. Sin embargo, por aquí no ha habido grandes viajes (hacia ‘afuera’), ni cócteles a orillas de ninguna piscina (ojo, no querría que nadie se sintiera juzgada, confieso que yo también tuve mi época de ‘todo-incluido’)…

El viaje ha sido hacia adentro (¿acaso alguna vez no lo es?)

Obvio que me han ocurrido aventurillas (¿Qué clase de verano sería si no?), pero he procurado prestarme atención, observar(me en) lo que ocurría, estar atenta a este ‘adentro’ que cada vez siento más enorme. En la mayor parte del tiempo he estado por monte, mar y rio, apenas nada de ciudad, y podría decir que, he andado a la busca y captura del Silencio.

En este encaminarme en/hacia mi misma, he descansado de una ajetreada secuencia de meses productivos y he podido identificar (y en algunos casos realizar) los reajustes de brújula que vivir requiere, sobre todo si se decide vivir “creando” desde el hacer visible lo invisibilizado. ¿Son estas unas vacaciones ‘suficientes’? Haciendo resistencia a mis pensamientos más consumistas y anacrónicos, digo un rotundo Sí.

Atenciones secuestradas y resistencia analógica

Volviendo a lo que quería contarte, el libro cuenta claramente cómo la maquinaria está tan bien montada, que regalamos nuestra atención a aquello que más brilla, a esa “urgencia” que esconde cada notificación, a esos scrolleos infinitos que tan mal nos hacen sentir cuando, por fin, respiramos y la pantalla del móvil vuelve a ser negra.

Todes lo sabemos y, sin embargo, ¡qué difícil es dejar de hacerlo! Creo que en parte es como si nos hubieran contado (y nos hubiéramos creído) que, estando más conectadas (a lo digital) más posibilidades de escapar de la precarización tenemos. “Economía de la atención” es un concepto genial para entender que, tener secuestrada nuestra atención es también una estrategia económica del capitalismo que nos impide tener el tiempo-espacio-disposición-energía para mirar a otros lados.

Jenny no propone un “no hacer nada” desde la pasividad, más bien nos invita a que por medio de la quietud que da el parar (de mirar pantallas, de hacer ciertas cosas «por hacer», etc.), podamos (volver a) mirar lo tangible, lo analógico, lo que (aún) late. Ella habla de la observación activa de árboles y demás seres sintientes no-humanos, y yo, sonrió grande al leerlo mientras que, atónita por ver reflejado parte de mi proceso en el libro, aprendo sobre los árboles, las aves y demás bitxejos que habitan los valles donde vivo.

“Ser Tierra” y recordar las conexiones

También habla de esto Mariana Martija. En unos encuentros (virtuales, sip, internet es la contradicción más gráfica de nuestro tiempo-contradictorio) en los que he participado titulados “Ser Tierra”, comentaba dos puntos que considero fundamentales: 1) la naturaleza no es eso de ahí ‘afuera’, la naturaleza empieza en tu piel, en ti, en mí, porque en realidad, no hay separación, y 2) las conexiones con el mundo natural (que recordemos: no están solo en un bosque silvestre, sino que también están en el árbol de la rotonda de tu barrio y en el aire que respiramos) no es que estén desconectadas, es que las hemos olvidado. Recordar, amiga, el verbo parece ser que es recordar3.

Desde el final del confinamiento, allá por junio del 2020 (y como también te he venido contando por aquí en diferentes post), sentí fuerte-fuerte-fuerte, que la Tierra me llamaba. Le vengo llamando “Operación cuerpo a Tierra” 😉 No fue un grito literal, pero si una tremenda intuición a la que he querido (y estoy pudiendo) dedicar atención y energía. Desde entonces, han pasado 2 cosas importantes: 1) He dedicado tiempo a las plantas de casa, a plantar árboles en un terreno que tengo la alegría de cuidar, y 2) estoy ciertamente intensita con la observación de los seres no-humanos con los que me cruzo a diario.

La mirada en las nubes y los pies en la Tierra

Todo esto de “seguir recordando conexiones” tiene un fuerte vínculo con el proceso de saberme y habitar(me) siendo cíclica que inicié hace ya unos 7 años. Aquello re-conecto (y recordé) esa primera (y originaria) conexión conmigo misma, con mi útero y con la ciclicidad, tanto mía, como de la Tierra y de la Vida. Creo que de esto va lo que dicen las Compas en Resistencia de Abya Yala de Cuerpo-Tierra-Territorio.

En estos últimos meses me entusiasmo cuando veo a un águila ratonera sobrevolar el cielo que miro, y al mismo tiempo, cíclicamente, (normalmente acompañada de la progesterona Premenstrual), lloro al sentir la tristeza que me producen los ríos cada vez más secos, los árboles haciendo fuerza agrietando el cemento y las nuevas construcciones que quieren seguir haciendo aquí o allá.

Soy consciente (y también Jenny lo dice) de que proponer parar y observar puede resultar un privilegio, así, más bien, opino que la cosa va de considerar nuestra atención como el bien preciado que es, y atesorar a quién se la regalamos (y a quién no). Esto de la atención es como la chispa del deseo que, en parte, tiene la capacidad de orientar(nos en) nuestras vidas. Pero habiendo tantas luces chispeantes que quieren ser vistas en nuestro entorno, es probable, que no podamos ver el árbol, ni el bosque 😉

Quizá después de leer este texto te apetezca re-conocer los árboles de tu barrio. Te prometo que la propuesta no te dejará indiferente 🙂 ¡Y ojalá, también así, sigamos re-cordando juntas!


1Pues según esta web (que es la que suelo consultar) no, jajaja, pero podía ser 😉

2 A mi me late esto: Dormir mucho y bien, cocinar rico, disfrutar de la brisa después de un caluroso día, pasear, estar con gente querida, bañarse en el rio o en el mar o donde se pueda, mirar los arboles con atención y crear con el gusto de no tener prisa… ¿Te imaginas un día a día más calmado?

3Recordar, tal y como escribe Galeano en su libro de los abrazos, viene del latín re-cordis, que significa algo así como volver a pasar por el corazón.

*La foto de este post es mía, son los árboles de un parque cerca de mi casa. Siempre que puedo voy a visitarlos y les agradezco que existan 🙂

Abismos (nuevos) de una pandemia (Parte 2)

Abismos (nuevos) de una pandemia (Parte 2)

«Veo un camino delimitado por una enredadera de pinchos, como los que aparecen en los cuentos de princesas. Verde en distintos tonos, y con diferentes texturas. Esos pinchos que delimitan son conocidos, eran conocidos quizá. Algunos, los hemos trabajado juntas, o en terapia, o escribiendo, o indagando muy hondo en el cuerpo-vivencias de cada une.

Con la pandemia, con esto que llamamos Covid, ha crecido una nueva enredadera más cerca de mí. Por el medio es donde está el camino por el que caminamos la vida, y se ha estrechado considerablemente. En algunos puntos las enredaderas se entrelazan entre ellas. Me pincho constantemente porque no conozco la dimensión de esta nueva planta, ni tampoco como es en los puntos trenzados. Algunos momentos siento que está muy (más) cerca, y las texturas, colores y matices han cambiado sutil o radicalmente. El camino del medio, por donde voy andando, es el espacio disponible para la alegría, el cariño, los vínculos y el amor.

Es importante reconocer con que/donde delimita para poder seguir caminando por un camino que identifico, que (re)conozco», y por supuesto, hacer lo posible para ensanchar toda estrechez impuesta.”

 

Jugando juntas a los abismos (o a reconocer los pinchos de la (nueva) enredadera)

Te contaba en la parte 1 de este post (accedes pinchando AQUÍ) de dónde nacen estos escritos.

Abismos, pinchos, miedos, angustias, fantasmas, mierdecillas-metidas-debajo-de-las-alfombras… los nombremos como los nombremos, no dejan de ser historias que pasan (o que se quedan cual obsesión) por nuestras mentes cansadas, en relación con el entorno (incierto y precario) en donde (sobre)vivimos.

En este segundo listado encuentras más perlas rescatadas de los lodos. Deseo que te sirvan, que os sirvan si tienes a bien compartirlas con quien te escuche y con quien tú quieras escuchar(os), seguro que mejor. Por si no leíste (o no te da la gana) de leer el primero, te recuerdo ponerte cómoda, con tiempo de calidad y una rica infu (o una birra) que acoja lo que puede ser que te mueva el leer este texto.

Sin más miramientos, aquí va la segunda lista:

 

Abismos nuevos (o la nueva enredadera de pinchos):

Miedo a la dimensión de la individualización, como algo que en un momento concreto ha de ser “imprescindible y necesario para el bien común” e incluso, “obligatorio”.

Miedo a las implicaciones (y consecuencias) de los confinamientos. Soledad, aislamiento, perder el “tocar tierra” y “tocar-oler cuerpos”. Núcleo de convivencia como única vinculación no-virtual, dejar de existir como sujetos sociales que usan las calles para las relaciones, como espacio político en donde existir juntes. Sensación de estar perdiendo las plazas y calles como espacios de creación abiertos a debates. Y cuando salga, ¿si contagio a alguien y muere por mi culpa?.

La Enfermedad en mayúsculas como la única existente. Mi querida I (sip, otra de ellas) me dijo que en tierras del otro lado del charco es así como la nombran. Cuando me lo dijo me di cuenta de que yo también lo estaba haciendo. Dando por supuesto, que es la única posible.

Miedo a que al querer escapar, darle la espalda y querer vivir al margen de La enfermedad. Con ello, miedo a estar dándole la espalda también a los cuerpos que la sufren a diario desde que empezó todo esto, no por estar contagiados (únicamente), sino por estar absorbidos por ella, como forma de muerte en vida. Ahora tengo miedo de haber abandonado a les más vulnerables, por salvar no se qué…

Miedo a morir/vivir en soledad (confinada, aislada y en esa individuación “obligatoria”)

Miedo al contagio: vivir con la idea de ser un cuerpo contagiado, en riesgo a serlo…)

Angustia por no saber qué creer. Saturación de información y poco tiempo/capacidad-crítica y conocimiento ubicado (¿dónde lo ubicamos si no hay un pasado con el que contrastar?) para discernir. Sensación de sentirme como una niña pequeña entre conversaciones “de adultos”, y volver a tener que fiarme de mi olfato…

Miedo a no poder bajar la guardia y relajarme, a no poder confiar, a tener que estar constantemente alerta, leyendo entre líneas, buscando tener el control mientras el caos continúa…

Incertidumbre por el futuro: ¿cuántos más virus habrá?, ¿viviremos con más y más miedo?, ¿y el cambio climático?, ¿cuándo llegará el meteorito ese?. Colapso (y encima voy tarde con la alternativa, que ni siquiera tengo clara del todo)

Miedo a ser señalada y estigmatizada. “Bruja!” ¿seré culpable del mal que se me acusa? A ver si va a ser verdad que por «nuestra culpa» hemos perdido la cosecha de este año…

Miedo a que me encasillen en un grupo que no me representa: Desesperanza, sensación de fatiga y frustración humanas, no lo siento solo como algo personal, sino como parte del cuerpo humano «global» al que pertenezco. Ya sé que esto puede sonar un poco raro. Pero es como si sintiese que soy una célula dentro de un cuerpo con cáncer y supiese que en este momento, va ganando el cáncer… Miedo a esa muerte también.

Miedo a mi propia incoherencia, pero también a mi propia intransigencia. ¿Cuáles son los valores que voy a sostener hasta «el final»?

Miedo a perder las referencias o más bien a no encontrarlas: Así como también a no encontrar lugares y personas referentes con quien poder contrastar(me), y poder visibilizar mis propios errores. Es como un miedo a homogeneizar-me con personas que están muy cerca de mi propio pensamiento.

Miedo a estar equivocándome y a no tener a nadie que me ayude a darme cuenta de mis errores sin juzgarme (en relación con el relato-virus).

Miedo a o que implica la globalización/estar en un sistema globalizado: Lo que implica estar en un sistema capitalista que perpetúa la destrucción y la muerte.

Me da miedo, me lleva a suelos no-estables el haber ido perdiendo proyectos colectivos, esperanza organizada, objetivos más allá de la supervivencia, objetivos de masa revolucionaria de cara a medio/largo plazo. Me ahogo pensando que los he abandonado, que no soy capaz de volver, que la gente me desespera, que no aguanto. Y que nadie esta además en condiciones para acoger estos retos para la supervivencia a medio/largo plazo.

Miedo a que no podamos construir una familia amplia y estable donde descansar. Aparte de bailar y luchar.

Incertidumbre por el futuro (no nos sirve el paradigma lineal de generaciones anteriores: Naces-estudias-trabajas (en uno o dos empleos de por vida)-casa-criaturas-ascensos en el iceberg-jubilación-nietxs-muerte. ¿Cuál es ahora nuestro paradigma? ¿Estudios que no sirven para salir de la precariedad? ¿Propiedad privada inalcanzable? ¿Ascensos que ya no perseguimos?

 

*BONUS: Miedo a perderme en el barullo de lo anterior (renovados- parte 1 + nuevos-parte 2).

Este miedo lo escribí al hacer el primer listado que hemos ido rellenando (y ampliando) juntes (como te contaba en la parte 1 de este texto, aquí). Ahora, con el tiempo de la reescritura, la edición y la dimensión de toda esta excursión abisal (2 meses de proceso hasta que este texto vea la luz), veo que hemos hecho un mapa. Un lugar al que volver y en el que poder identificar exactamente cuáles de todos estos pinchos me están pinchando. Aunque el listado es realmente abrumador, en este tiempo también he afianzado las relaciones con quienes me sostienen, he hablado de muchos de los puntos y también he desempolvado mi mochila de espeleóloga para poder auto-contenerme.

 

!!!! Recordatorio importante

Igual que te decía en el primer post pregúntate cómo te sientes ahora. Nos has acompañado a lo profundo y es probable que tú también te hayas pinchado. Muévete, baila, escribe, escríbeme… Pero por favor, no te paralices.

 

Y ahora, ¿qué?

Vendrán nuevos post más “luminosos”. Espero incluso propositivos y llenos de esperanza. Será pronto, te lo prometo. De momento, ¿qué te parece si tú también (a)coges tus miedos y continuamos caminando juntas?

Por mi parte me despido de esta expedición colectiva acogiendo y honrando nuestros/tus movimientos. Estamos Vivas y juntas, estamos desbrozando el camino hacia la Vida que merece la alegría. Gracias de nuevo a les que os animasteis a esta aventura abisal, ha sido la primera y no será la última.

 

Pd: Recuerda que si lo decesitas puedes escribirme pinchando AQUÍ, y si te animas, puedes dejarnos tu sentir en los comentarios de este post para seguir dándoles forma a estos abismos.

Pd2: Te dejo por aquí esta linda canción de El Kanka y El Jose, una cuerda cariñosa que deseo te acompañe en la salida de los abismos 🙂


*La imagen de este post es una foto sacada por Ione. Me parece brutal <3

La vida era aquello…

La vida era aquello…

Ya no puedo callarme más. No quiero autocensurarme más, y mucho menos en mi blog. Durante todos estos meses de pandemia no he querido dejar constancia por aquí (ni por ningún otro lugar “público”, excepto cierto tímido acercamiento en los artículos “Lo que se nos está perdiendo” Parte 1 y parte 2) de mi posición, de lo que pienso y siento con todo esto. Imagino que he querido creer que todo pasará. Haciéndome un poco la longis, y procurando depurar mis emociones y sentires con mis (tan amadas) compas-cómplices. Siempre que he podido en cuerpo, risas y lágrimas.

Pero la cosa se está pasando de castaño oscuro. La vida ha dejado de ser vivible, o mejor dicho, un poco menos vivible de lo que era. Parece que caminamos hacia un apocalipsis que se veía venir, y que hablar del dichoso virus es lo único posible mientras intentamos (con un poco más de esfuerzo) ganarnos nuestras lentejas con la dignidad que nos dejan.

A mí, durante estos últimos meses (y especialmente estas semanas en las que el bitxo me ha pillado), el enfado y la rabia de ver la muerte seguir caminando a sus anchas incitada por un capitalismo zombi, y la tristeza de saber que un nuevo (gran) duelo está aquí, me han hecho reforzar con creces lo que pensaba: Podemos llamarle Covid, pero en realidad, sería mucho más correcto llamarlo heteropatriarcado capitalista neoliberal en fase de sindemia. Es decir, un sistema que se cae de viejo y obsoleto, y que nos aplasta a su paso. Ya sea con un virus famoso, con ríos contaminados o con expolios y esclavitudes de aquí y de allá, o como está ocurriendo, con todo a la vez.

 

Mascarillas y expresiones borradas

Empiezo por lo emocional. Eso que nos hace humanes. Eso que realmente nos deja vernos y ser en el espejo de le otre. Ya son muchos meses de mascarillas borrando nuestras caras. No pongo en cuestión que sean necesarias para “combatir” el virus, pero estamos perdiendo mucho. Mucho más de lo que (aún) podemos nombrar. Pienso (y veo) a las criaturas crecer sin expresiones en las que encontrarse, e intento no pensar demasiado en las consecuencias que esto tendrá (también) cuando crezcan…

 

Vida social que ha dejado de existir

El gran-último giro del individualismo que (supuestamente) nos salva, ha llegado para quedarse. La vida social sigue estando únicamente entre pantallas conectadas. No hay piel, olor o abrazos. Ya son demasiados meses de esto. Les humanes, como animales sociales que somos, necesitamos de otres para existir. Y quizá, sin ese otre al que oler, nos vamos muriendo sobre-protegidas entre las cuatro paredes de nuestra habitación conectada. Ojo, siempre y cuando tengamos el privilegio de tener una (conectada) habitación…

 

¿Para qué reforzar lo publico si lo privado es lo que da “El desarrollo”?

Aquí esta, en mi opinión, una de las claves más importantes: En marzo hará 2 años desde que comenzó todo esto (me da un escalofrió al cuantificar que el tiempo ha sido tanto…), y no se ha movido prácticamente ninguna ficha que refuerce el “estar-bien” social. No se han tomado medidas nuevas, no se han abierto espacios alternativos en donde poder hacer piel. Todo han sido recortes, de libertades, de posibilidades, de opciones sociales. Lo único “expandido” han sido los precios de la luz, del gas…

 

¡Renta básico (de las iguales) YA!

Seguimos en un paradigma de (supuesto) desarrollo privado y privativo. Los de siempre se siguen enriqueciendo, más aun si cabe con todas estas nuevas medicinas y pruebas farmacológicas que hemos integrado sin rechistar.

Durante estos últimos meses he repetido infinitas veces esta pregunta: “¿Cuándo vamos a empezar a hablar de renta básica?”. Podemos hablar de vacunas, sí, podemos hablar de pasaportes, si (bueno no, pero dejemoslo estar…), pero por favor, hablemos de una vez por todas de la renta básica de las iguales.

Las desigualdades han quedado absolutamente de manifiesto en este tiempo-pandemia. Quizá se controle el virus (el covid, digo), pero no servirá de nada si no vamos dando pasos hacia el buen-vivir. Hacia el decrecimiento. Hacia el consumir menos y vivir mejor así. Hacia trabajar menos. No hay otra opción. Y sería de mucha ayuda (en mi opinión, sería fundamental) poderlo hacer con las condiciones (mínimas) para la vida cubiertas.

Soberanías (que nos salvarían)

Sigo pensando que únicamente esas “otras” formas de economías nos salvaran, o al menos nos darán las pistas para esos caminos que ya son imprescindibles si queremos sobrevivir como especie. Las perspectivas de la economía social (transformadora) o la economía feminista tienen un montón de claves para construir esos “otros” modelos de vidas que necesitamos. Ya no es un capricho (nunca lo ha sido, pero hay quien así lo piensa…).

Poner la vida en el centro, dejar de destruir y expoliar, cambiar radicalmente nuestra manera de consumir (y también de divertirnos), atesorar y valorar los trabajos de cuidados que sostienen la vida, cuidarnos en relación, ser soberanas de nuestros empleos, de nuestras vidas, de nuestro alimento, de nuestras tierras y cuerpos. Esto necesitamos. Y es muy muy urgente.

Sinceramente, creo que para este momento, ya debería de haber una huerta cooperativa y comunitaria en cada barrio, un grupo de consumo, asambleas (y tiempo para estar en ellas) en donde decidir cómo abastecernos para seguir viviendo. Tendríamos que poder ser (lo más) soberanas (posibles) y tendríamos que poder estar haciéndolo con ayuda (incondicional) de las entidades públicas.

 

La vida era aquello

Miro con nostalgia la vida de hace dos años. Todo iba tan bien… Después de varios años de terapia estaba aprendiendo a relacionarme. Incluso había comenzado a ir a eventos y a fiestas (de barrio) que me estaban ayudando a (por fin!) aprender a divertirme. Todo se puso en pausa en aquel fatídico marzo del 2020, y temo no volver a dar al play nunca más.

Estoy distópica y apocalíptica. Lo reconozco. Hace unos días vi la peli de “No mires arriba” y flipé. (SPOILER ALERT!!!) Desde que comenzó la peli supe como acabaría, y contra todo pronóstico hollywoodiense, acerté. Me impactó mucho ver como todo terminaba mientras la Vida (esa que no conoce racionalidad ni tiempos lineales) seguía siendo. Seguía ocurriendo. Quizá aún quede alguien ajeno y que no quiera relacionar covid con capitalismo.

Quizá aún existen personas que no ven la relación entre las necropolíticas (políticas de destrucción que llevan a la muerte) y este nuevo-famoso-virus. Más allá de conspiraciones acertadas (o no tanto), lo que ya no puedo/podemos hacer es seguir negándola. Seguir haciendo como “que pasará” si que es ser negacionista. Creo que vienen tiempos complicados. Más aún. Y que estar preparada para tomar las decisiones necesarias, es el reto al que me enfrento, y nos enfrentamos.

La vida era aquello, si, aunque ahora también sigue siendo. En mí, en ti. En nosotras. Juntas. No lo olvidemos.

 


*La foto de este post es del puente internacional peatonal que separa el estado francés del español. Está en mi ciudad, en Irun. Desde que comenzó el virus (que casualidad) pusieron estas vallas. Ahora puedes pasar (si eres blanca, claro) por el puente de al lado, por donde cruzan los coches y donde siempre (otra casualidad) hay patrullas de gendarmes y guardias civiles (cada uno en su lado del puente) haciendo controles. En Irun pasan al año más de 7.000 personas migrantes. Ya son 4 las que han intentado cruzar el rio a nado y han perdido la vida en el intento.

Transformando desde los lodos

Transformando desde los lodos

Desde finales del curso pasado no he parado de darle vueltas a la palabra T R A N S F O R M A C I Ó N.             Sobre todo, porque me acontecen un par de procesos de re-ubicación que estamos transitando en las estructuras en las que participo, y mi teoría (que cada vez tengo más clara) es que hay dos formas de organizarnos: de modo jerárquico y siguiendo las tan conocidas (y dolorosas) formas del modelo Homo Economicus (HE en adelante), o las que van caminando hacia la horizontalidad queriendo re-construirnos en eso que hemos denominado Humana Socialis.

Para esta segunda opción, y como te cuento en este post, hay que quitarle el brilli-brilli al asunto (y a la palabra) y estar dispuestas a enfangarnos hasta arriba, o más bien, hasta el fondo. Partiendo de nosotras y yendo a ver las mierdas de lo que, por inercia, quedan también debajo de las alfombras de lo que construimos colectivamente. (En el anterior post titulado “Carta abierta a Remedios Zafra” (lo lees aquí), también te contaba sobre este tema).

Todes soñamos con una transformación real, tangible, de cuerpos y realidades-ficciones más tiernas y cuidadas. Pero, ¿Cómo podemos hacer esto?, ¿Cómo podemos crear estas otras realidades y que realmente sean transformadoras? ¿Qué narices significa esta palabra, y qué se esconde entre esas 14 letras? ¿Hay demasiado brilli-brilli siendo el tema algo mucho más fangoso? A esta última pregunta yo respondo rotundamente que .

 

Discursos (no) acuerpados: De fuera hacia dentro y viceversa

Es verdad que hay palabras que dicen más de lo que activan, y aunque necesitamos los marcos teóricos que definan (de la forma más atinada posible) los lugares de actuación, el peligro es que nos quedemos dándoles vueltas (yo la primera, que sabes de sobra lo mucho que me gusta pajear, …) a los discursos revolucionarios, a los ensayos que pretenden contener la Vida, a los panfletos y documentos que quieren, por ejemplo, salir del capitalismo, pero que no han revisado cómo opera este sistema, tanto en el nivel más macro (esto suele ser más sencillo porque lo vemos “fuera”), como en el nivel más micro (¿Cómo es tu Homo Economicus? ¿Lo has mirado de frente y sabes que hábitos y formas (te) acompañan a perpetuarlo?).

No habrá transformación sin ensuciarnos. No habrá cambio sin bocetos, ni pinturas corridas. No haremos nada nuevo si no somos capaces de pararnos a mirar con detenimiento el cuadro guarreado que tenemos delante (y dentro) y sin que le (nos) saquemos los colores. Puede haber propuestas de purpurina que parezcan muy molonas, pero seguramente, el sitio de donde parten (esos lagos en calma aparente y rellenos de “bienestar” que son el paisaje que el capitalismo nos quiere seguir vendiendo) será muy similar a lo ya conocido, y que de base, tiene muy pocas posibilidades de ser realmente transformador.

Nadando en los fangos (propios y colectivos) y procurando no hundirnos

Como te digo, queremos relacionarnos de “otras formas”, y queremos que nuestros proyectos, emprendizajes y estructuras también (nos) contengan (en) estas formas. Sin embargo, (me) observo atónita cuando queremos (y nos auto-exigimos) que esto esté “estable y definido” ya mismo. Que sea un nuevo lago de aguas cristalinas inmediatamente. Como si tuviéramos una varita mágica a la que le pedimos un deseo y nos lo concede: “Quiero que el capitalismo, las relaciones capitalistas y mi HE desaparezcan ya!”.

No, amiga, seguro que sabes de primer cuerpo, que no es tan sencillo.

No olvidemos que querer vivir en un “producto acabado y si puede ser bonito, mucho mejor”, es una de las características base del capitalismo más rancio. Por lo que creo, que la transformación como tal, trabajar en ella, para ella, con ella, conlleva un aprendizaje complejo pero que puede resultar revelador para la Vida en este siglo que nos ha tocado vivir: Aprender a nadar en los fangos de las pruebas-error que no siempre salen como nos gustaría, y en las que además nos ensuciamos hasta arriba.

Es un camino de interrogantes que pinchan y que al mismo tiempo, invitan (y motivan) a ser resueltos. Es una apuesta por la incertidumbre. Es un ir “hacia adentro” para ver los pegotes violentos que han ido instalándose a base de años de capitalismo intravenoso, y reconocerlos, mientras que accionamos “hacia afuera” para que esto se convierta en transformación. Y esto es complejo, y a veces, en vez de un único charco de lodo, puede parecer un desierto entero lleno de arenas movedizas fangosas. A mí suele pasarme esto… y es bastantes desolador…

 

Rescatando perlas, que a veces no brillan tanto

A veces, entre brazada y brazada asoma una orilla de arena brillante en la que el sol nos acoge gustosamente. Nos tumbamos a respirar, a gozar, a descansar, a compartir como han ido los últimos (kilo)metros de travesía. A ponernos unas medallitas que nos den la alegría para seguir el camino. ¡Porque nos lo merecemos, faltaría más!

Otras en cambio, las aguas se vuelven oscuras, muy oscuras y parece que vas a ser engullida por la espesura. A mí me pasa sobre todo en Premen, y a veces, también en Preovu. En ocasiones, te hundes más y más con cada intento de asomar la cabeza. Pero sabes de sobra, que no habrá flotador que te salve, sabes, que “la salvación” la encontrarás abajo, bien abajo. Dentro. En los abismos que aguardan en tus vísceras. Entonces, te rindes y caes sin que haya otra opción.

Allí abajo, puede ser (ojalá) que rescates alguna perla, alguna revelación. Puede ser que te des cuenta que has vuelta a caer, que el sistema te ha vuelto a pisar la cabeza, que tu HE ha vuelto a ganar. Quizá (ojala), los tesoros que halles allí te den el impulso para volver a la superficie, quizá (ojalá), esas revelaciones te den la alegría (y la fuerza) de querer seguir nadando, y de hacerlo en el fango cuando toque. Porque el fin lo merece. ¡Las Humanas Socialis (en prácticas) ya estamos aquí!

 

De mayor quiero ser nadadora de ciénagas

Hace ya unos años que sé que quiero estar al servicio de la transformación. Y de paso, transformarme con Ella. Y tengo la alegría de escribir que así está siendo. No ha sido una decisión consciente, más bien diría que es donde mi curiosidad y mi no-conformidad con la vida que nos venden los anuncios, me han traído.

Ya son varios años los que llevo trabajando en proyectos molones y transformadores. Creando (en relación) estructuras “nuevas” que pretenden ser formas alternativas de organización para esa Vida que ansiamos. Mi última revelación en cuanto a cómo llevar el camino de frustraciones en el que a veces deviene esto de crear, es convertirme en vecina de Fiona y Shrek, y aprender a nadar en los lodos.

¡Quién sabe!, los lodos son medicinales y hacen que la piel se nutra, ¿verdad? Quizá incluso podemos hacer travesías comunitarias al gran abajo, y después, tumbarnos embarradas a secarnos al sol, para que estos barros nos dejen las pieles tersas, renovadas y sobre todo, transformadas. ¿Te vienes de excursión?

 


*La imagen de este post es la interpretación de mis abismos. La he pintado yo 🙂

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