Hace como un mes que me vino a la cabeza el concepto-idea que puedes leer en el título de este post. Desde entonces lo re-pienso a cada rato y lo he puesto también en relación para ver que suscitaba entre las Compas. Las reacciones ante esta forma de violencia tan normalizada y tan invisible, me hacen venir por aquí a bajar a tierra y a compartir-te mis reflexiones al respecto.

 

Como dice Teach E. el traje de mujer es tremendamente estrecho. Desde que nacemos y nos ven la rajita, estamos condicionadas por el entorno-sistema a colocarnos ese traje que poco a poco (además) nos van enseñando a diseñar con las medidas de otros (o de otras). Más que un traje yo diría que es un neopreno. Así, vamos creciendo y obteniendo de nuestrxs referentes pistas para encajar en este mundo malditamente productivista (En este artículo tienes pistas para escarbar sobre la productividad).

¿Te suena?

Nos sentamos durante muchos años en esas frías sillas verdes, y nos mantenemos quietitas sin ensuciarnos demasiado. Después (quizá) seguimos estudiando ‘algo’, eso que en los test de orientación del cole ha salido ‘como la opción elegida’ o sino, somos lanzadas directamente al mundo laboral, en donde nos encontramos de frente, de morros y sin previo aviso con un sistema hostil en el que seguimos teniendo que dejar trozos de nosotras ‘fuera’ para ver si de una vez por todas conseguimos encajar. Vamos, que llegamos a los 30 sin idea de que tenemos un cuerpo (al menos a mí, es lo que me ha pasado) [En este video, Avelino lo explica de maravilla].

Comienza entonces la segunda parte de nuestras vidas en donde seremos acompañadas probablemente por esa idea de ‘mujer adulta’ que no tenemos ni idea de qué va. Pareja, trabajo fijo, criaturas, una casa… Demasiadas cosas por conquistar, demasiados esfuerzos por hacer sin saber bien la razón de todo esto y sobre todo, sin tener la primera conquista realizada ‘con éxito’: La tuya, la de cada una, la de cada cuerpo, la de saber cómo funcionas, la de saber cúales son tus deseos y necesidades, la de poder conocer y reconocer qué es lo que sientes y quieres.

Lineal como el ‘hombre económico’

Y es que así es lo lineal: un camino fijo, recto, plano, por el que deberemos caminar para ‘hacer carrera’, sin cuestionar demasiado y sin mirar hacia atrás. Siempre hacia adelante, persiguiendo ‘cosas’, esforzándonos por obtener todo eso que se supone debemos tener. Es también esa la estructura rígida que nos lleva a (querer) ser idénticas, idénticos. A esa idea de igualdad tan tergiversada. A ser clones productivos y perfectos. A la uniformidad y normatividad que anula nuestra esencia y nuestra más vibrante personalidad. A mantenernos (si es posible) toda la vida sin cuerpo. Porque el cuerpo no es productivo para este sistema, solo lo es como medio de producción, como fuerza para que la rueda continúe girando. Tal y como expresa Karen Marcal en el libro «¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?«, el sistema fue diseñado por y para el hombre económico, un ser únicamente racional, sin sentimientos ni emociones, cuya única misión en la vida es dar continuidad a una ‘riqueza económica’ que en realidad, siempre fue (y es) un acto de fe.

Por tanto… ¿es posible encajar en este sistema lineal siendo cíclicas?

En mi opinión-vivencia la respuesta es rotundamente NO. Y es además ahí, en esos intentos infinitos en donde hacemos todos los esfuerzos posibles para que la respuesta a la pregunta sea ‘si’, en donde se ha creado y se sustenta la violencia lineal. Los cuerpos menstruantes (y los cuerpos periféricos(1)) nos hemos tenido que encargar de ‘apagar fuegos urgentes’, son tantas las formas de vulneración (y de violencia) que vivimos, que quizá, con lo urgente se nos ha quedado de lado lo importante. O es que quizá también, esta violencia es la que está en la base de todo el resto.

Violencia sexual, violencia patrimonial y económica, violencia simbólica, acoso, violencia domestica, violencia laboral, violencia obstetrica y ginecológica, violencia mediática, violencia institucional… ¡Y todo ello por no ser ‘hombres económicos’! ¡Por tener emociones y sentimientos! ¡Por ser cíclicas y no lineales! En definitiva, todo esto, por tener un cuerpo.

Será momento de ponernos primeras, porque si hasta ahora nadie ha hecho (casi) nada por nosotras, nadie lo hará.

Como muestra, el SPM

Estos días he andado (muy muy) enfadada por la definición oficial-médica que tiene el famoso SPM (síndrome premenstrual)(2). Según dicen los estudios científicos, este síndrome engloba alrededor de 200 síntomas. Si, querida, has leído bien: 200 síntomas. Es decir, con cualquiera de estos 200 síntomas pueden diagnosticar-nos SPM, y con ello, patologizarnos y medicalizarnos en pos de hacernos creer que tenemos un trastorno.¿De verdad que con esta cantidad ingente de síntomas que se recogen en el llamado SPM, no es momento de voltear la mirada? ¿No será acaso el momento de plantearnos que serán los ojos que miran los que tienen un ‘síndrome’ y los que por tanto, tendríamos que cuestionar y patologizar? 

En mi opinión, esto deja en evidencia que este sistema lineal es estructuralmente violento. Durante la fase premenstrual aparece la progesterona, hormona que si le dejamos hacer su efecto, calma y relaja nuestro cuerpo. Así, es muy probable, que sintamos tristeza, dudas e incertidumbre, ganas de introspección y de alejarnos del mundo durante unos días-ratos. ¡Ah, claro! ¡Que esto es imposible en la dinámica productiva del ‘hombre económico’! Ya… pues eso.

Personalmente me ha costado años encontrarme y hacerme amiga de esta fase. Soy y siempre he sido sensible (demasiado para el sistema). De un tiempo a esta parte, en esta fase estoy aprendiendo a bajar a los abismos como práctica consciente (aunque a veces me da mucha pereza y tengo resistencias), me siento a escribir, estoy sola, y esta siendo así, como me estoy encontrado con una potencia creativa que desconocía. Me voy topando con ese arranque que da la rabia para modificar situaciones, con esas heridas que requieren atención para continuar sin pasar por encima de mí, con ese lenguaje tan visceral que poco a poco voy aprendiendo a comprender.

Mi danza de hormonas existe, es una realidad, por lo que si no puede ser expresada, vivida, compartida… esto es una forma más de censura hacia nuestros cuerpos y por tanto una forma de violencia.

Amigarnos con nuestra ciclicidad y darle voz

Es la revolución posible. Al menos, así es como lo estoy viviendo yo. Conocer los cambios que producen en mi cuerpo las hormonas esta siendo la forma de darme cuenta de dónde tengo instalado el software de lo lineal. Estoy hackeandolo. (¡Hackeemoslo!)

Tenemos diversos caminos de resistencia o ‘de luchas feministas’ (no me gusta nada esta palabra, pero creo que me entiendes), y es importante que en estos no dejemos de lado nuestros cuerpos, porque quizá entonces, en estas luchas urgentes, una vez más estaremos alejándonos de nuestros cuerpos, de nuestros más hondos deseos y necesidades y continuaremos perpetuando esta forma lineal que tanto daño nos hace. 

Tengo otra Compa-hermana (a la que admiro mucho) que lleva por bandera este lema tan inspirador: «Revolución en los cuerpos y los cuerpos en la revolución«.

Para esto lo primero: el registro. El tuyo. Para saber reconocer cómo es tu danza de hormonas y cómo ésta se relaciona con tu entorno. Para que nadie pueda decirte que tienes algo que en realidad no tienes, o para poder ser tú misma la que considere que tiene algo si así lo sientes. También para saber cuándo protegerte o actuar, para reconocer cuál de todas las que eres se mueve mas ligera aquí o allí, o para darte cuenta de cuándo es el momento de guarecerte (AQUÍ encuentras mi propuesta para esto en estos tres artículos sobre registro y ciclo menstrual).

Y lo segundo, darnos voz. Y que las voces contagien a más voces. Y que no tengamos que esperar a que sea la voz del ‘hombre económico’ la que valide lo que ocurre en nuestros cuerpos. Porque eso, lo que ocurre ahí dentro, la que lo sabe eres tú.

 

 

(*) Ilustración de Paula Bonet.


(1) Cuerpos periféricos es la forma para referirme a los cuerpos que no son BBVAH+ (Blanco, burgués, varón, adulto, heterosexual, sin ninguna disfunción…)

(2) El SPM y el trastorno disfórico premenstrual (TDPM) son dos cosas diferentes. El TDPM es un trastorno mucho más acotado con síntomas más claros y que lo sufre entre el 8% y el 10% de los cuerpos menstruantes. Mientas que del SPM se dice que pueden sufrirlo entre el 40% y el 80% de los cuerpos menstruantes.


En que me ando…?

✔El 17 de marzo estaré con el grupo de Bera en la tercera sesión del Menstru-taller, donde vamos a darle caña a la perspectiva de la economía feminista y a crear nuestro mapa de decesidades.

✔El 7 de Abril volvemos a Lea Espazioa (Aulesti, Bizkaia) con la propuesta de taller de día completo sobre ciclo menstrual y ginecología autogestiva. Será en euskera. ¿Te animas? Bazatoz? Aquí encuentras mas información/Hemen daukazu informazio gehiago.

✔ LASTER! (kasi ia!!!!)

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